Por Jorge Altamira
By BetotroniK
"Cada atardecer, cuando la penumbra desciende sobre Atenas, la policía con equipamiento antidisturbios espera sentada en los autobuses que se alinean en las calles del centro de la ciudad. Algunos pegados a sus celulares, otros escudriñando la noche. Nadie tiene una certeza de lo que podrían estar esperando. Pero todos, en la capital griega, coinciden en que algo podría ocurrir en cualquier momento".
El lector difícilmente se imagine que esta descripción electrizante emane de un corresponsal del muy inglés Financial Times (2/5). Para justificar la impresión que le causa la primavera de Atenas, el periodista señala que, después de un año de rescates financieros, "Grecia se encuentra en una recesión profunda: la economía se contrajo un 4,5% y se espera otra caída del 3% para el año que corre". Desde entonces, las jubilaciones fueron podadas en un 20% y los salarios un 15% -además de la eliminación de todas las bonificaciones. El miércoles 10 de mayo, Grecia fue paralizada, por décima vez, por una huelga general.
El punto es que no solamente fracasó el ‘ajuste’ -ni siquiera para una transfusión de sangre del trabajo al capital, o para restablecer las cuentas del Estado. La deuda pública, que antes de la declaración de la crisis se estimaba entre el 85 y el 110% del PBI de Grecia, ha atravesado alegremente la barrera del 160%.
El truco de aumentar la deuda mientras se podan los gastos es la consecuencia de la subida enorme de la tasas de interés que paga el Estado: el bono del Tesoro griego a dos años ‘rinde’ el 25,5% anual (último registro), lo que equivale a un ‘riesgo-país’ de 2.200 puntos cuando se lo compara con uno alemán, que cuesta 3,5%; el bono a diez años promete un 15,5%, lo que no deja de representar un ‘riesgo’ de 1.300 puntos sobre el similar germano.
¿Por qué cualquiera debería sorprenderse cuando el semanario Der Spiegel reveló una reunión secreta de los máximos responsables de finanzas de la Unión Europea, en la que se discutió un cese de pagos de Grecia (‘defol’) e incluso su retiro del euro? Desmentida enérgicamente por los participantes, la reunión fue confirmada por el Financial Times el 8 de mayo (columnista Wolfgang Munchau).
‘Naturalmente’, ¿a quién le importa el ‘defol’ de Grecia, un país con un PBI inferior al de Argentina? En plata, muchísimo -aunque sea lo secundario. Los bancos griegos tienen en su cartera el 22% de la deuda, unos cien mil millones de dólares, los suficientes para barrer varias veces con su capital. Un banco del nivel de BNP Paribas, carga un muerto de 8 mil millones y, en grado decreciente, otros bancos franceses, españoles, alemanes y belgas. El 11% de la deuda la tienen el FMI y los gobiernos europeos, unos 6 mil millones.
Pero el Banco Central Europeo (BCE) carga con el 20% de la deuda (otros cien mil millones de dólares), dentro de la cual no se cuentan los títulos de cortísimo plazo ofrecidos por el gobierno griego o los bancos -lo cual sumaría 300 mil millones de dólares, según calcula el norteamericano J.P. Morgan (Financial Times, 10/5).
¿Y qué pasa! si añadimos a esto el endeudamiento ‘derivado’ de este endeudamiento público, como son los bonos vendidos como seguros de cambio contra, precisamente, la posibilidad de un cese de pagos en el endeudamiento original? La evolución del sistema financiero ha convertido a las operaciones "fuera de libros" (off balance) en más y mucho más importantes que las registradas en la contabilidad.
Las deudas públicas no se compran con dinero, sino con préstamos que cubren una parte muy pequeña de la compra. En caso de ‘defabol’, no solamente cae el acreedor ‘engañado’, sino toda una cadena de acreedores ‘engañados’ por él. En esto consiste el "sistemic risk" (riesgo sistémico) al que hacen referencia de continuo todos los observadores. Ojo, lo que importa para Grecia vale también para Irlanda, Portugal, Islandia, eventualmente España e Italia y ,al final (¿por qué! no?), para Estados Unidos y Japón, los dos Estados más endeudados del mundo y más apalancados también (que deben a quienes compraron esas deudas con deudas y así de seguido).
La cadena de la felicidad
Sin embargo, con lo impresionante que son esas cifras, y para un país chiquititísmo, lo más importante es otra cosa: el fracaso del rescate operado con los mismos métodos que llevaron a la crisis en primer lugar. Como lo señala bien un ex banquero central de Argentina, Mario Blejer, quien antes integró el Banco de Inglaterra y luego fue asesor de Néstor Kirchner, "la situación se asemeja a una pirámide o esquema Ponzi. Algunos de los tenedores originales de los bonos son pagados con préstamos oficiales que también financian los déficit primarios" (Financial Times, 6/5).
Dado que esta bicicleta se realiza con dinero público y, en última instancia, requerirá emisión monetaria, ¿puede proseguir en forma indefinida? Sí, contesta Blejer, que presidió el derrumbe de 2001: hasta que la última deuda privada haya sido cancelada por el Estado; "el último tenedor carga con la pérdida completa". Esto significa el derrumbe financiero del Estado, la desaparición de la moneda y una situación política de 2002 a la escala de media Europa y un ‘poquito’ más.
Todo indica que en la reunión secreta -desmentida por sus participantes- se habría llegado a la conclusión de que una reestructuración de la deuda de Grecia sería imbancable, literalmente, para Europa y, en especial, para los bancos franceses y alemanes, y podría provocar una ‘corrida’ contra la deuda pública y privada de España -cuya situación es peor que la de Grecia, puesto que tiene a las dos terceras partes de su sistema financiero quebrado.
El conjunto del sistema bancario de Europa tiene aún ‘activos tóxicos’ (créditos incobrables o títulos sin valor de mercado) por un valor que oscila entre 800 mil y 1,3 billones de dólares, y Estados Unidos entre 1 y 1,6 billones. Por otro lado, se (sub)estima la insuficiencia de capital de los bancos europeos en 180 mil a 220 mil millones de dólares. Lo que se desprende de aquí es que una reestructuración de e la deuda de Grecia, para evitar el ‘defol’, podría ser un golpe demoledor para buena parte de esa banca.
La reestructuración debería combinar una ‘quita’ de al menos el cincuenta por ciento de la deuda, una reducción fuerte de la tasa de interés y un alargamiento considerable de los plazos -lo cual, en conjunto, nos llevaría a una desvalorización de más del 75% de la deuda griega (y, enseguida, hacer lo mismo con Irlanda y Portugal y hasta España). Incluso en un caso de estas dimensiones, no está claro que fuera a haber una recuperación de la economía de los países afectados, que los capacite para el pago del sobrante, porque ello depende de las condiciones generales de la economía mundial.
No sólo de números vive el hombre
Los números elementales de la crisis, a pesar de su contundencia, nublan su comprensión. Al lado del enorme capital en bancarrota, por ejemplo, opera otro capital que se encuentra a la expectativa de aprovechar esa bancarrota. Fondos financieros de distintas características se han puesto al acecho para comprar la deuda de los países insolventes una vez que se reconozca su completa pérdida de valor. Fue lo que ocurrió en Argentina en la crisis de 2002. El caso de España es bien elocuente: el Banco de España ha ordenado la recapitalización de las Cajas, que representan más de la mitad del sistema financiero, pero los capitales dispuestos a hacerlo reclaman un precio bastante inferior al que ofrecen sus accionistas; el Banco Central está amenazando con declarar la quiebra de algunas cajas.
Los banqueros alemanes quieren estirar los tiempos del default, pero los norteamericanos y los ingleses presionan para apurarlo. Se ha desatado una feroz lucha de intereses contradictorios. Una manifestación de ella es la dificultad para establecer un sistema de deuda pública de la Unión Europea, que sustituiría los endeudamientos nacionales por un título continental: se oponen los países más endeudados, porque tendrían que sumar deuda a la deuda, y los menos endeudados, para no cargar con el muerto de los otros. Una deuda pública común supone un Estado único.
En contra de esta tendencia opera una contraria, o sea a la disolución de los Estados que ya existen, debido a la tensión que provocan las deudas de sus regiones internas: las "autonomías" en España; las comunas en Italia; los länder en Alemania. La hipoteca de estas regiones es feroz, porque los bancos las han metido en operaciones ‘derivadas’, que se han devorado los ingresos acumulados. En Estados Unidos, la deuda municipal (muni-bonds) involucra un par de billones de dólares.
Esto ha llevado a varios Estados norteamericanos a enmendar su sistema de pensiones y anular el derecho a la convención colectiva; a nivel nacional serruchar los sistemas de asistencia a la salud. Un editorial de The Economist acaba de plantear que, como mínimo, hay que llevar la edad para jubilarse a los 70 años. "Los costos crecientes de los sistemas sociales de salud; la seguridad social; el esquema de previsión social del gobierno son considerados (por los republicanos) la amenaza principal a la posición fiscal del gobierno" (Financial Times, 6/5). Es que cuando se incluye los compromisos de pagos de pensiones en las próximas dos décadas, la deuda nacional de Estados Unidos se empina a los 200 billones de dólares -cuatro veces todo el PBI mundial.
La tensión de la crisis financiera que se desarrolla encima de la crisis financiera ha quedado ilustrada la semana pasada por el derrumbe de la cotización de la plata, en primer lugar, y las materias primas en general. Lo que desató el desplome fue el requerimiento de algunas Bolsas para elevar el depósito que deben dejar los especuladores como garantía de una operación financiera. Para cumplir con la exigencia, los afectados salieron a vender apresuradamente sus apuestas. El requerimiento de mayor garantía expresa la desconfianza de los reguladores en que se finalicen los contratos de especulación.
La elevación de la garantía (‘margin call’) ha sido el detonante de todos los derrumbes desde que existe el capitalismo. A diferencia de la crisis del 30, en la actual se ha seguido a la regla de no dejar caer a los grandes bancos, o sea rescatarlos. Con este método, el capital ha creído haber aprendido la lección de hace ochenta años. Pero la crisis del capital no es un asunto académico; no se trata de aprender o, como diría Marx, de "interpretar" al capital: para erradicar estas catástrofes es necesario abolirlo mediante una acción social consciente, o sea política.
De gendarmes y rehenes
La posibilidad de que Grecia se retire del euro es el tema del momento, no solamente su default. Los que reclaman que se autorice la reestructuración de su deuda tienen presente aquella alternativa más drástica. En lugar de seguir metiendo plata en la Helade, mejor sería admitir una ‘quita’ que se combine con alargamiento de plazos de vencimiento y salir al rescate de los bancos que resulten afectados por esa reestructuración. Los bancos alemanes están expuestos por sobre todo a España (210 mil millones de dólares) y a Irlanda (170 mil millones).
La amenaza de salir del euro, por parte de Grecia, constituye una extorsión a Alemania para persuadirla a que habilite la reestructuración. Pero un retiro de Grecia sería acompañado por Irlanda, en primer lugar, y por Portugal y España.
El retorno a sus antiguas monedas les permitiría devaluarlas y reconquistar una competencia en el mercado mundial, incluido el turismo. La extorsión salta a la vista, porque la desintegración de la zona euro produciría una cadena de devaluaciones en perjuicio de Alemania, cuyo euro sería el viejo marco con otro nombre, que se revalorizaría a extremos que afectarían en forma decisiva su capacidad de competencia industrial en el mercado mundial -lo cual haría las delicias de Japón y Estados Unidos, aunque menos, contradictoriamente, de China, que se equipa en las fábricas germanas. Alemania ha pasado de gendarme a rehén, que ahora tiembla ante la pequeña Grecia.
La ruptura de este verdadero nudo gordiano de la crisis no lo pueden producir las cifras de endeudamiento ni las recomendaciones de los especialistas. Lo harán las crisis políticas y, por sobre, todo las rebeliones populares. Lo importante es que estas rebeliones se verán obligadas a clarificar sus objetivos políticos, esto para no ser instrumentadas, a la larga, por una falta de dirección, por las tendencias a la desintegración del euro que beneficiaría a los rivales de Alemania, por un lado, o por un reforzamiento del protectorado alemán sobre la periferia de Europa, por el otro.
Los límites
Los espacios de este artículo no alcanzan para entrar en el corazón de todo el asunto: Estados Unidos y Japón -con China en la órbita. Pero la emisión de dólares para financiar el rescate capitalista, cerca de tres billones, ha fracasado para reanimar el crédito o la economía, ni hablar de que no ha resuelto el derrumbe hipotecario ni la desocupación.
Los bancos guardan los dólares emitidos en las cuentas remuneradas de la Reserva Federal o alimentan la especulación mundial, la cual se desarrolla sobre una economía mundial abrumada por deudas provocadas por la especulación mundial. Antes de Estados unidos, lo mismo había hecho Japón -de aquí el vertiginoso aumento de los precios de las materias primas y el auge de la especulación inmobiliaria en los países a los que no había llegado en la fase anterior.
Si se corta este chorro, sin embargo, se arriesga una depresión mundial. Por eso la Reserva Federal ha dicho que seguirá financiando a tasas del 0,5%, aun cuando deje de comprar bonos del Tesoro norteamericano -del cual ha acumulado 1,5 billones de dólares, por lo que se ha transformado en el principal acreedor de su propio Estado. La consecuencia de esto será una mayor devaluación del dólar y la potenciación de los procesos de especulación y, en última instancia, de quiebras ‘a la griega’. La devaluación de la moneda quita al Estado la capacidad de crear deuda pública, o sea financiarse. La contrapartida de esto es la apreciación del oro, que no es solamente una materia prima para la industria sino, más que nada, dinero -o sea una reserva de valor y el equivalente que permite el intercambio general de las mercancías.
En los comentarios de los principales observadores de asuntos financieros y económicos aparece, con frecuencia cada vez mayor, la conclusión de que las operaciones de rescate mundial del capitalismo colisionan con los "límites políticos". Se refieren a las crisis estatales, a los choques entre Estados y, por sobre todas las cosas, a la resistencia popular. Los problemas vienen con su propia solución.
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