En el operativo militar en el que murió Antonio Ezequiel Cárdenas Guillén conocido por “Tony Tormenta” participaron 660 infantes de marina, tres helicópteros y 17 vehículos. Los habitantes de Ciudad Matamoros fueron testigos de tres horas de intensos combates con armas largas y de grueso calibre, en que fueron detonadas más de 300 granadas por parte de los miembros del cártel del Golfo. Cuando Tony se sintió rodeado solicitó ayuda a sus subalternos, en ese momento salieron hacia Matamoros más de 80 camionetas repletas de hombres armados para defender a su jefe. En el camino les avisaron que ya había sido abatido y optaron por dispersarse.
Para descubrir el paradero de Tony Tormenta, fue necesario un intenso trabajo de inteligencia durante seis meses por parte de los marinos. Se les había escapado en dos ocasiones. Durante el enfrentamiento final cinco integrantes de la marina mexicana perdieron la vida. Con este golpe el cártel del golfo queda temporalmente dañado, pero es cosa de algún tiempo para que se recuperen si no se toman las medidas necesarias.
Esta es una pequeña muestra del inmenso poder que ha adquirido el crimen organizado en nuestra región. Aun los ejércitos tienen dificultades para combatir estos grupos. Además ha quedado demostrado que las operaciones puramente militares son insuficientes y generan respuestas de mayor violencia por parte de las organizaciones criminales.
La clave del poder de estos grupos es la enorme rentabilidad económica que obtienen. El “negocio” del narcotráfico genera miles de millones de dólares en ganancias. Hasta se habla de un supuesto afecto benéfico que tales inyecciones de dinero provocan en las economías locales de los países de la región. Mientras esto sea un buen negocio habrá crimen organizado con poder, aunque se les reprima con alguna eficiencia.
Con miles de millones en sus arcas no hay policías que los capturen, ni jueces que los condenen, ni hay cárceles que los retengan por mucho tiempo. Pueden morir diez, pero hay cien para ocupar sus puestos. Con dinero se puede comprar todo tipo de armas en el mercado negro. La casi totalidad de las armas decomisadas a los narcotraficantes son de procedencia norteamericana.
Ahora se reconoce el fracaso de las políticas tradicionales de combate al narcotráfico y crimen organizado. Los hechos son contundentes, nuestros países se han hundido en una espiral de sangre y violencia como costo para sostener el vicio de la droga en el mercado estadounidense. Ahora se descubre que no basta la sola represión, que para combatirlo se necesita una estrategia con altos niveles de integralidad.
Ahora se reconoce que es necesario atacar la ganancia que genera el crimen organizado. Si se logra golpear los beneficios económicos a los criminales, se le saca el agua al pez. Esto obliga a un cambio radical de las actuales políticas, no solo delincuenciales, también deben ser abarcadas las fiscales, comerciales y financieras. Se necesita transparentar totalmente la actividad económica y la acción del Estado. Cualquier rincón oscuro que quede en la economía será usado por el crimen organizado para lavar su dinero y volverlo limpio.
Esto no será fácil, hay grupos de poder económico que también temen a la transparencia. Históricamente siempre han ocultado sus ganancias y las formas en que invierten sus recursos. El problema es que si lo siguen haciendo abren los portones al crimen organizado. Oponerse a transparentar la economía es hacerle un gran favor al narcotráfico que necesita de todos los pasadizos oscuros para ocultar y luego limpiar sus enormes ganancias.
Hay muchos casos de personas pobres que de pronto los vemos en carros de lujo, con grandes mansiones y aparecen como dueños de muchas empresas. Todos se preguntan ¿De donde obtuvo el dinero? En la actualidad no hay forma legal de averiguarlo. Estas empresas mal habidas con dineros sucios no tiene como objetivo la ganancia, si no el lavado de dinero, por ello se convierten en competencia desleal de empresas sanas, dañando a los verdaderos empresarios.
Transparentar la economía implica cambiar viejos hábitos y adoptar una nueva cultura. Esto es lo difícil. La mejor prueba de las dificultades que se enfrentarán es la oposición a brindar una declaración patrimonial, que ya se hace en la mayoría de países de América Latina. En El Salvador muchos se rasgan las vestiduras ante esta propuesta, sin tomar en cuenta las graves implicaciones de esta conducta.
Ayutuxtepeque, viernes, 12 de noviembre de 2010.
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