Edwin Valero boxeador, machista y asesino
Para muchos era un heroe, tenía una trayectoria impresionante de victorias, un record irrepetible, 18 victorias en el primer round, campeón del mundo en su categoría, un tatuaje de la bandera venezolana con una imagen del presidente Chavez y la leyenda «Venezuela de verdad», un auténtico patriota dirían algunos.
Pero era solo imagen, alcohólico y drogadicto, con historial de violencia doméstica, reiteradamente había propinado agresiones físicas a su hermana y a su madre, tuvo varios episodios de riñas en bares, golpeó a su esposa traumatizándola al punto que una costilla rota le perforó un pulmón; fue llevado a la carcel varias veces por estas agresines, amenazó a los doctores de un hospital para que no denunciaran una de tantas golpizas a su joven esposa.
Las autoridades lo capturaban pero lo dejaban en libertad a instancias de los propios agredidos que retiraban cargos y achacaban el problema a sus vicios, ante lo cual el gobierno venezolano le ofreció ayuda siquiatrica y tratamientos de desintoxicación, incluso comenzaría un tratamiento en Cuba, pero la realidad es que las autoridades lo trataron con excesiva benevolencia.
El sábado 17 de abril de 2010, A eso de las 11 de la noche, la pareja llegó al Hotel Intercontinental de la ciudad venezolana de Valencia en el estado de Carabobo y estuvieron conversando en el Lobby del hotel tranquilamente antes de subir a su cuarto, al día siguiente saldrían para el aeropuerto de Maiqetía, en donde el boxeador saldría para Cuba para ingresar a un tratamiento de desintoxicación.
Eran las 5:30 de la mañana del domingo 18 de abril, cuando Edwin Valero bajó al lobby del hotel Intercontinental Valencia con las manos ensangrentadas y le dijo a uno de los guardias de seguridad con toda tranquilidad: “Maté a mi esposa. Está allá arriba”.
En la habitación se encontraba el cuerpo sin vida la joven con la garganta abierta, se avisó a la policía, lo capturaron y en los interrogatorios iniciales, declaró que no recordaba los detalles de porqué la había matado, aparentemente estaba intoxicado de drogas y alcohol, fué capturado e internado en una prisión a la espera de juicio.
En la madrugada del lunes 19 de abril, Edwin Valero, incapaz de enfrentarse a lo que había hecho, se ahorcó con su propia ropa en la celda en la que estaba confinado, cerrando así un capítulo de violencia, drogas, machismo y permisividad de las autoridades.
Ahora los medios opositores a Chavez fustigan al gobierno Venezolano por otorgarle privilegios a un seguidor del presidente Venezolano, intentarán ligar el régiman al hecho.
Lo cierto es que el tipo gozó de privilegios excesivos y las autoridades se hicieron de la «vista gorda» con sus desmanes, sus mismos agredidos lo perdonaron una y otra vez por alguna especie de amor enfermizo o por francas amenazas, posiblemente lo dejaron seguir así mas por ser una estrella del Boxeo y por vivir en una sociedad eminentemente machista que por ser un acérrimo defensor del régimen; «el machismo mata» reza un popular dicho y nuestras sociedades latinoamericanas en general resultan ser muy tolerantes con esta lacra social, con la violencia de género y eso no es exclusivo de Venezuela o de un régimen en particular, es endémico en toda nuestra región y aún mas allá de nuestra región en buena parte del mundo, casi podemos ubicar al machismo en términos globales.
Está claro para todos que el machismo tiene como principal producto la violencia de género, por eso es un mal, una enfermedad, una amenaza, una aberración de la naturaleza humana que debe ser erradicada del planeta, pero lo seguimos alimentando día tras día con nuestras actitudes, con nuestras ideas y con nuestras acciones.
Sus frutos son el dolor y la tragedia, no permitamos que siga floreciendo.
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