La insurgencia del siglo XXI

Cifras en un mundo posible


13 de abril: de golpe mediático a victoria popular

Medios, Capitalismo y Estado.
Una de las cosas que he ido aprendiendo poco a poco es que medios y capitalismo son inherentes, que de uno no se puede hablar sin hablar del otro, que son consubstanciales, que se corresponden como dos piezas de un mismo engranaje. Estos medios que conocemos son las herramientas con las cuales el capitalismo construye su evidencia, la superficie, lo que salta a la vista y nos invade. Posiblemente sin -estos- medios el capitalismo no existiría, como no existiría, tampoco, el Estado. Medios, Capitalismo y Estado son la tríada histórica que permitió la configuración del mundo moderno hoy en crisis terminal. De modo que lo que afecta a los medios, y cuando digo que los afecta me refiero sobre todo a su crisis de legitimidad, es lo mismo que afecta al capitalismo como un todo, y por supuesto, al Estado. En definitiva, lo que está en crisis es el sistema-mundo para decirlo con Wallerstein. No podemos separar la crisis de legitimidad del capitalismo, de la crisis de los medios y del Estado. Lo que hoy discutimos es la suerte del mundo y, claro está del sistema que se debate entre continuar por el desbarrancadero, o enrumbarse definitivamente hacia un destino mejor, para decirlo parafraseando las palabras que empleara en un momento definitivo de crisis y fractura el comandante Chávez, un 4 de febrero.
La tríada de la que estoy hablando ha perdido toda legitimidad, y hoy se enfrentan en la arena mundial (conflicto que se expresa en todas las escalas, incluyendo por supuesto y sobretodo en la cotidiana), dos contendores: el capital trasnacional (despuntando de entre las ruinas de los Estados-nación), y- digámoslo así pero sólo por un momento- los «movimientos sociales». Hoy me van quedando pocas dudas de que los llamados movimientos sociales se erosionan lentamente, se desdibujan en un accionar fútil, al mismo tiempo que observo la emergencia de otro factor de poder, aún silencioso, pero rotundo: la acción concreta comunitaria, territorializada, que hace política abajo, en tenso diálogo o fracturando las relaciones con el estado, pugnando por trazar las redes socio-productivas que diseñarán desde «las bases» el estado popular, el estado comunal. Territorio y producción social van de la mano, pero se enfrentan con violencia al capital trasnacional, desterritorializado y productor de la riqueza de la que se apropian las élites, privilegio fuera de toda razón que defenderán a costa de lo que sea.

Los nuevos «Movimientos Sociales»
Para resumir tenemos a las trasnacionales contra las comunidades organizadas que juntas y movilizadas pueden dar la imagen -pero sólo la imagen- de aquellos movimientos sociales.
La expresión «movimientos sociales» responde a la retórica de los medios, a los sujetos objetivados por los medios, y por lo tanto resultan presas fáciles de la desmovilización: digeridas, son banalizados, como está sucediendo con facebook y la twittermanía, por no hablar de las «revoluciones de colores» o de los «movimientos estudiantiles». Cuando son honestos, resultan meramente reactivos y tienden a desaparecer antes que a fortalecerse. Por lo demás ¿qué hacer tras la movilización, la cual no afecta en lo más mínimo las estructuras del capital, dado que son meramente epidérmicas? Los que más cerca llegaron pensando sobre la oportunidad histórica de estos movimientos, anunciaron como último recurso una suerte de epifanía, un pentecostés que conduciría a la revelación del socialismo, a una misteriosa acción misteriosamente concertada.
En realidad, los movimientos sociales cayeron en la trampa de los medios (es decir en las del Capital y en las del Estado -que en muchos casos los deglute en sus entrañas burocráticas-), pero su declive -¡ojo!- no coincide con ningún reimpulso del capital, ni, por otro lado, con la desesperanza, sino con la evidencia de que las formas masivas de la política, la economía y la comunicación, están siendo desbancadas por la emergencia de otras formas, esencialmente fascistas, expresión de lo que Eduardo Alvarez Puga llama la «tiranía neoliberal». Contra esa expresión es que la acción popular concreta, repito, no las movilizaciones prestas a ser digeridas por los medios, sino las formas de la política, la economía y la comunicación populares, se enfrentan a las trasnacionales, construyendo un mundo donde caben todos los mundos, con una sintaxis que pone énfasis en las relaciones, en la construcción cotidiana, lenta y progresiva, al ritmo de la tierra y las necesidades, evidentemente con otra lógica, con otro ritmo, no el del capital, que resulta como ya sabemos, desalmado e inhumano.

Las movilizaciones Populares en Honduras
Pero quién duda de la importancia que tuvieron las movilizaciones populares el 12 y el 13 de abril de 2002, en alianza con el ejército, apoyo definitivo para dar al traste con la breve dictadura que asomaba sus dientes con furia. No decir lo que hay que decir del apoyo del Ejército es no mirar esos acontecimientos a la luz actual del golpe en Honduras. En ese país, el pueblo se ha movilizado como nunca, y es ejemplo de tenacidad para el mundo. Hoy mismo la resistencia denuncia la inminente masacre de los campesinos del Bajo Aguán, «quienes quieren hacer cumplir los acuerdos alcanzados con Manuel Zelaya, ya que les da derecho a trabajar la tierra sin tener que ser explotados por los terratenientes, frente a la dictadura, que espera echar para atrás la reforma agraria impulsada por Zelaya y devolver las tierras a los terratenientes, que las mantuvieron improductivas para especular con el precio del suelo antes de la reforma». La larga historia latinoamericana, que es la de los pobres frente al capitalismo. El poder civil (en una exrepública bananera hoy asiento de los capitales golondrinas de las maquilas amparadas por la base militar de Palmerola) es una entelequia.

La Clave Venezolana.
De modo que la clave venezolana se inclina a favor del ejército, bastión de legitimidad del Estado tradicionalmente concebido. Pero incluso, ni el ejército nuestro puede ser ya el mismo, y es por ello que las milicias y las diversas estrategias cívico militares exploran formas inéditas de alianza, incomprensibles para los sectores más recalcitrantes de la oligarquía, y aún militares, hoy bastante neutralizados.
Mientras…, en el compás histórico de la crisis, nos debemos llamar a la construcción de una alternativa al capitalismo. Y esa alternativa es también comunicacional. Los medios diseñados por las formas de comunicación del capital han perdido hoy, como ya lo dije al principio, legitimidad; y como hemos visto, los agónicos movimientos sociales fueron fácilmente absorbidos por la retórica mediática, y a los altos niveles de movilización le siguieron los bajos o nulos niveles de organización para la acción concreta, territorializada, la acción directa contra el capital y la explotación. Y eso es precisamente lo que nos toca. La construcción cotidiana y a pie de la política. Trabajo concreto en las comunidades, construcción de economía alternativa, redes productivas autónomas y autogestionarias. Nuestra universidad con Proyecto, es fundamental para ese trabajo. No hay otra universidad nacional que lo tenga en sus planes, ninguna además lo ha hecho antes, ni lo intentó siquiera. No está de más decir que no lo harán y que su tiempo de justificación ideológica de las operaciones del capital en nuestros países subdesarrollados ya pasó, y hoy son lo que vemos, parodias, remedos, espantajos.

Conclusiones
Para concluir, lo que sucedió entre el 11 y el 13 de abril fue la conjunción y estallido de tres elementos, insisto, el Estado, los Medios y el Capital, que revelan la compleja violencia de la actual transición. Mas sin embargo, lo que viene es desconocido y sin embargo (albañiles y víctimas) lo estamos construyendo y sufriendo, sólo que deberíamos estar más conscientes de ello. De los tres sobreviven sus caricaturas, algunas monstruosas.
Nosotros debemos estar atentos a las metamorfosis, a los desenmascaramientos, pero sin duda que nuestro papel más exigente es otro: la construcción del socialismo, del estado comunal, de las redes de medios comunitarios, de la economía a escala local, de los mercados populares y las redes de productores. Las asociaciones y organizaciones de sujetos colectivos anuncian las formas del nuevo estado, de la «nueva institucionalidad», nueva pero ya en pugna con las formas de la burocracia, la corrupción y el clientelismo que parasitan en las estructuras del viejo Estado, que se resiste a morir. Los medios comunitarios deben irrigar, hilar, tejer estas nuevas relaciones. El estado trasnacional por su parte, optará, como ya lo estamos viendo, por la violencia masiva, y hasta se suicide optando por la guerra nuclear, confirmando a escala planetaria el razonamiento de Hinkelammert: «todo asesinato es un suicidio». El lobo de la destrucción total nos acecha.
El capitalismo parece decir «conmigo o nada».
Nos toca, no obstante la tozuda esperanza, sobrevivir a la locura, al desquiciamiento del capital, construyendo poco a poco, con alegría tenaz, la patria grande socialista.

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