Fuente: Yahoo Noticias
Un sueldo básico y vitalicio para todos los ciudadanos europeos y de por vida. Suiza votará en breve si implanta esa renta básica y el debate sobre esa posibilidad se ha iniciado en el resto de Europa. Más de 280.000 europeos han firmado para elevar al Parlamento Europeo una iniciativa legislativa ciudadana para que se vote su implantación en la Unión Europea. Es una cantidad insuficiente para poner en marcha una iniciativa popular, pero los promotores lo consideran un primer paso relevante.
La idea viene de lejos y genera mucha polémica, pero se va extendiendo por los confines del Viejo Continente fruto de la larga crisis, de los elevados niveles de paro y exclusión y de las crecientes desigualdades sociales. Lo que se reclama es una «renta básica incondicional», un salario vitalicio para todos los ciudadanos, trabajen o no, que les cubra sus necesidades mínimas. La nueva paga unificaría todas las demás prestaciones sociales que reciben los ciudadanos.
El número de firmantes de la Iniciativa Ciudadana Europea (ECI) para impulsar esta medida se ha quedado lejos del millón exigido por la Comisión Europea, pero los organizadores lo consideran un éxito y aseguran que la campaña ha servido para movilizar a la ciudadanía y situar el tema en la agenda política y social.
Además, en algunos países como Bulgaria, Eslovenia, Croacia, Bélgica, Holanda y Estonia se ha superado la cuota de firmas exigida, según este movimiento. Curiosamente en los países más afectados por la crisis, como Grecia, Portugal y España, la idea no ha calado tanto aunque ya tiene fervientes seguidores.
Es realmente una idea que hace pocos años hubiese sido tachada de utopía, o tildada de iniciativa igualitaria de corte comunista. Ahora, puede decirse que forma parte de los retos intelectuales y sociales de una nueva era, caracterizada por un mundo globalizado, una economía tecnologizada, productividad altísima, paro elevado y desigualdades crecientes.
No parece sin embargo fácil que algo similar pueda implantarse en Europa, sobre todo teniendo en cuenta la diversidad social y económica de los países del Viejo Continente. Suiza puede considerarse un caso especial, ya que es un país de elevadísimo nivel de renta y donde ya inmigración está bastante controlada.
Desde la derecha, los detractores de esta renta básica la consideran arriesgada para cualquier país, sobre todo si es rico y tiene fronteras abiertas. Desde la izquierda tradicional se aboga por la extensión de un salario mínimo que no está implantando en todos los países y que tienda a converger, pero rechazan una medida que podría acabar con los incentivos para que los jóvenes aprendan un trabajo o estudien.
En países como España, con un paro que ronda el 26% de la población activa y niveles altos de exclusión social, una medida similar ha sido reclamada por Izquierda Unida. Existen ya subsidios de larga duración para ciertos colectivos en riesgo de exclusión, como parados de larga duración y sin recursos o con edad elevada, pero la tendencia es más bien ir reduciéndolos.
Ni siquiera hay acuerdo en Europa sobre cuánto se tiene que pagar como mínimo a una persona por trabajar. Los salarios mínimos divergen de forma sustancial. España a pesar de ser la quinta economía de la Unión Europea y la cuarta de la eurozona, acaba de congelar ese salario mínimo y fija una remuneración de 645 euros, que es un 60% inferior al del Reino Unido.
España forma parte del llamado Grupo 2, en el que se encuentran también Eslovenia (784 euros al mes con 12 pagas), Malta (697 euros) o Portugal (566 euros), y cuyos sueldos mínimos están a una enorme distancia de los del Grupo 1 (Luxemburgo, con 1.874 euros al mes con 12 pagas; Bélgica, con 1.502 euros; Holanda, con 1.478; Irlanda, con 1.462; Francia, con 1.430; y el Reino Unido, con 1.190 euros), donde el salario mínimo obligatorio más bajo es casi el doble del español, según datos de la Comisión Europea correspondientes a julio de 2013.
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