Hace algún tiempo conversando con un profesional especialista en violencia intrafamiliar, nos comentaba que en la mayoría de casos cuando hay un hombre jefe de hogar que golpea incesantemente a su mujer y a sus hijos, se está ante el caso de un perturbado psicológico, que de seguro sufrió violencia cuando era niño y que en casos hasta pudo sufrir abuso sexual.
Recordé lo anterior al leer las noticias sobre la denuncia que la esposa de un conocido dirigente político hizo, ante los medios de comunicación, por sufrir maltrato en forma permanente.
Casualmente este conocido dirigente también amenazó, hace unos meses, con golpear a un bloguero salvadoreño que padece discapacidad y se encuentra postrado en una silla de ruedas.
Es muy fácil sentirse macho golpeando mujeres y amenazando personas que por su condición física no pueden defenderse. Por lo general se trata de casos de personas agresivas que todo lo resuelven, gritando, golpeando o a balazos. Algunos de ellos se han amparado en la impunidad que ha reinado en el país, se han escudado en sus capitales, influencias y propiedades para sentirse por encima de la ley.
Por ello este conocido dirigente político no tuvo inconveniente en amenazar hasta la misma abogada que atendió el caso de su esposa. Muchos se creen poderosos, con gran influencia y han estado acostumbrados a resolver sus problemas con una llamada telefónica de amenaza.
Pero estas personas no son lo suficientemente hombres para reconocer sus errores, creen que al igual que en la edad media, la violencia en el hogar es un asunto privado que no incumbe a la sociedad, a las leyes de familia y a la ley penal. Por ello terminan sorprendidos cuando sus víctimas hacen la denuncia y recurren a la legalidad existente.
Estos machos son los que lloran como niños cuando los jueces los mandan a la cárcel. Entonces se enferman repentinamente y van a los hospitales privados para evadir las rejas. Estos machitos no soportarían ni medio día en Mariona o en Zacatraz.
La violencia intrafamiliar es un problema generalizado en nuestro país, se manifiesta de distintas maneras en cientos de miles de hogares salvadoreños. No es un problema de las derechas o las izquierdas, en ambas formas de pensamiento podemos encontrar casos graves de violencia. Tampoco es un problema de clases sociales, la violencia la encontramos en todos los niveles económicos y también entre familias de profesionales universitarios.
Es un problema de inexistencia de valores, de una cultura machista y de violencia que nos han inculcado a lo largo de la historia de diferentes maneras. Ahora son los medios masivos de comunicación los que en muchos casos transmiten antivalores.
Este caso, que ahora vemos en las noticias, nos indica cuanto nos falta por recorrer para ser una sociedad diferente y sana que pueda abrirse al desarrollo.
Ayutuxtepeque, martes, 18 de enero de 2011.
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