Jaime Richart (especial para ARGENPRESS.info)
By BetotroniK
Dicen que las comparaciones son odiosas, pero la atmósfera capitalista sólo respira a través de ellas. Véase, si no, qué son las encuestas, las cuentas, los sondeos, la estadística…
Pues bien, lo de Fukushima clama al cielo. Pero hace saltar todas las alarmas sobre la estupidez humana y sobre lo poco que cabe esperar de su inteligencia, cuando no se trata de hacer obras gigantescas a menudo sin más fundamento que desafiar a la gravedad o a la propia necedad.
Lo de Chernóbil podrá calificarse como se quiera, máxime teniendo en cuenta que el accidente se produjo bajo un régimen totalitario y oscurantista; lo que releva a los países capitalistas de cualquier obligación de ser condescendientes hacia los responsables comunistas que, como todos sabemos, son el mismísimo diablo. Pero ¿y lo de Fukushima? Según nos van dosificando las noticias sobre el cataclismo, los niveles de radiactividad están alcanzando a los de la otra central ucraniana maldita. Pero ahora no es un gobierno demoníaco que oculta o miente (es un decir). Ahora son, por un lado, un gobierno exultantemente democrático, y, por otro, una multinacional, que, como todo el mundo sabe, son de lo más transparente, de lo más honrado, de lo más creíble y de lo más inteligente.
Las comparaciones son odiosas, decía al principio. Pero, resulta que en el capitalismo el factor principal de su "éxito" es el contraste. Quiere decirse que los que poseen gozan, porque en su psique o en su fuero interno se comparan con los que no poseen, y eso les potencia el goce. Y luego, porque todos sus logros en cuestión de baraterías y conquistas al binomio espacio-tiempo, como en el aportaciones para la máxima comodidad, el capitalismo los sitúa a niveles de una infantil comparación con otros sistemas.
Y en lo que concierne a este asunto, tomando como referencia tanto a Chernóbil como a Fukushima, a las que se las compara constantemente, se pone de manifiesto que el ser humano, tenga el régimen que tenga, no tiene mucho que echarse en cara el uno al otro en materia de estulticia y mala fe. Pero Chernóbil estaba en una estepa, y sin embargo la central japonesa está en una región densamente poblada, junto a la costa de cuya pesca depende la alimentación de los japoneses y está a 240 kilómetros de la mayor ciudad del mundo. Lo de Chernóbil tenía precedentes, pero habían ocurrido en EEUU (Windscale -1957/nivel 5 y Three Mile Island -1979/nivel 5), que los comunistas debieron ignorar. Mientras que cuando se construyó Fukushima, había una buena retahíla detrás: los yanquis mencionados, Chernóbil (1986/nivel 7), Tomsk (1993/nivel 4) y Tokaimura (1999/nivel 4).
El caso es que lo de Fukushima me pone enfermo. Porque es, por todo lo dicho, doblemente inmoral y no tiene atenuante alguna. El gobierno japonés y los gobiernos de los países que, contumaces, siguen empeñados, por cortesía del lobby nuclear, en mantener en sus territorios esos artefactos, van a acabar poco a poco con la vida sobre le planeta antes de que otra clase de locos acaben con ella de repente