El caso de Ciro Cruz dirigiendo en estado de embriaguez una plenaria legislativa es una demostración de los niveles de descomposición a los que puede llegar un funcionario público cuando no tiene controles. La inmunidad del legislador, que se ha convertido en impunidad, deja de ser un factor para el buen desarrollo de la labor del diputado y se convierte en un muro que lo protege ante estos deplorables actos.
Pero es igualmente condenable la actitud del Presidente del Primer Órgano del Estado, Diputado Sigfrido Reyes, cuando sale en defensa del ebrio con el ridículo argumento de la medicación. En el fondo lo que vemos es una actitud de “espíritu de cuerpo” con la cual todos se defienden. Esto es más grave aún, pues con esta declaración, el hecho deja de ser un acto de un funcionario, para convertirse en una acción que denota la descomposición del Primer Órgano del Estado.
Sigfrido Reyes pudo haberse abstenido de dar esa declaración señalando que estaba a la espera de la investigación que hiciera la Comisión de Ética. De esta forma no hubiera atacado a su colega pero se hubiera distanciado de su deplorable conducta. Pero era necesario salir en su defensa, “hoy por ti, mañana por mí”. De esta forma se convirtió en cómplice de este acontecimiento.
También llama la atención el silencio de las dos fracciones legislativas: la del bolo y la del defensor. En esta situación el silencio se vuelve también cómplice. Por ética, ambas fracciones deberían diferenciarse y distanciarse publicamente de lo sucedido. Deberían solicitar a la Comisión de Ética una investigación seria y proporcionar las condiciones para que esta se efectúe sin presiones.
Hasta hoy el Tribunal de Ética Gubernamental solo ha servido para sancionar a funcionarios menores porque se roban un rollo de papel higiénico, pero nunca han actuado contra los grandes y poderosos que se encuentran en la cúspide del poder.
En definitiva, tenemos los diputados que nos merecemos, ellos han llegado con el voto ciudadano. Muchos de ellos el pueblo los volverá a elegir, solo baste recordar el caso del diputado pistolero, que lleva varias reelecciones después de los célebres sucesos. Que para colmos es del mismo partido de Ciro.
Lo sucedido refleja también la falta de valores en que ha caído nuestra sociedad. Mientras esta ausencia continúe tendremos esta clase de funcionarios. Es lamentable pero es la realidad. Si no revertimos esta situación, que comienza por la educación, nuestras instituciones continuarán deteriorándose.
Ayutuxtepeque, jueves, 15 de diciembre de 2011.
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