A mediados de octubre de este año una noticia llamó la atención de todo el mundo, de San Pedro Sula, una de las ciudades más violentas del mundo, un enorme grupo de hondureños anunció que se marchaban en caravana para los Estados Unidos, esto activó unas cuantas alarmas mediáticas y entre el debate de que si era cierto o no, partió la primer caravana con familias enteras, con niños de brazos y llevando simplemente hatillos de ropa, en medio de un enorme despliegue publicitario
Inmediatamente surgieron las teorías conspiratorias desde que Daniel Ortega estaba «financiando» detrás de estas caravanas para desviar la atención mediática de la terrible represión que ha desatado en Nicaragua, otros decían que era un plan del propio presidente de los Estados Unidos para darle fuerza a sus argumentos en las elecciones legislativas del 6 de noviembre, pocos días después, una segunda caravana salió de Honduras y luego otra más, desde El Salvador recientemente han salido dos caravanas de menor envergadura y se hablaba de una tercera que saldría este día, en este caso los «organizadores» según el gobierno podrían ser gente de «derecha», interesados en desprestigiar al gobierno del FMLN, en una guerra de acusaciones y contra acusaciones en la que uno ya no sabe a quien creer.
De lo que casi nadie se acuerda, es que la migración masiva no es algo nuevo en nuestras tierras, durante varias décadas, cientos de centroamericanos han salido a diario rumbo al país del norte a buscar una mejor vida o por lo menos trabajo para llevar el pan a sus familias, debido a que en sus propias tierras no hay oportunidades de laborar para casi nadie y encima viven bajo el asedio y la extorsión de las maras, que se han vuelto un verdadero estado criminal que les controla todos los aspectos de sus vidas, incluso definen el futuro de sus hijos y resistirles solo les puede significar muerte o esclavitud.
Todas estas salidas diarias de centroamericanos eran a título personal, en pequeños grupos de 10 o más, liderados por un «coyote» que supuestamente tiene los contactos y medios para pasar a su grupo por los peligros del viaje, por cantidades redondas de dinero que van desde siete mil dólares a más, quedando muchas veces engañados y a merced de los carteles del narcotráfico que secuestran y piden rescates a las familias, violan y esclavizan sexualmente a las mujeres o simplemente asalta y asesinan a los inmigrantes al amparo de la más nefasta impunidad.
Las caravanas han roto parte de este esquema de terror, al ir en multitud han pasado por las zonas más peligrosas de México sin que los hayan atacado, ni asaltado pero a la vez, generando un drama de miseria y emergencia humanitaria que ha conmovido al mundo entero.
Pretender que la gente ha sido «pagada» para hacer este viaje y así desprestigiar un gobierno es realmente un absurdo, hay familias con niños de brazos que pasan hambre, sol, fatiga, frío, intemperie y enfermedades en este viaje, en condiciones aún más duras que las que sufren los inmigrantes tradicionales.
En la caravana va el rostro más profundo de la miseria centroamericana, gente que no tiene absolutamente nada que perder y si mucho que ganar, lo que incluso podría ser quedarse en México, pero que alentados por el avance de la caravana no cejan en el esfuerzo de llegar a las fronteras estadounidenses, en donde Donald Trump les espera con la Guardia Nacional desplegada cual hueste romana dispuesta a la masacre, a quienes ha ordenado disparar si las masas de inmigrantes llegan violentamente queriendo entrar por las puertas del país de sus sueños, mientras despotrica contra lo que llama una invasión de indeseables, criminales y terroristas.
En nuestro país se han organizado varias caravanas, más pequeñas que la hondureña y partieron con el mismo destino, el gobierno les brindó alguna protección en su viaje hasta la frontera y las instituciones de protección de la niñez trataron de disuadirlos de llevar niños, pero eran las familias completas que iban en la caravana, algunos decidieron regresarse al constatar que lo prometido no era lo que estaban viviendo y antes de aventurarse más allá en un viaje que puede ser sin retorno y sin final feliz, pero la mayoría sigue adelante, dentro de esto se resalta el trágico caso de un niño de seis meses que padecía una varicela bastante complicada y que fue tratada por el sistema de salud Mexicano pero que a pesar de que el gobierno le otorgó para su familia una visa humanitaria de parte del estado mexicano aparentemente fue desestimada por su padre decidió seguir marchando con la caravana rumbo a un destino cada vez más incierto.
El drama humanitario que representan estas caravanas va mucho más allá de la simple politiquería, las oposiciones de los gobiernos tanto de derecha como de izquierda lo están usando con fines asquerosamente electorales, pero la realidad de Centroamérica es esa, miseria e inseguridad que obliga a la gente a emigrar como sucede en los países africanos asolados por las hambrunas y cruentas guerras tribales, nosotros nos estamos enfrentando a la misma miseria y desesperación en nuestra gente, que los lleva a tomar una decisión fruto de la angustia, impotencia e incertidumbre por el presente y por el futuro.
Las propuestas lanzadas por los diferentes candidatos presidenciales en El Salvador se limitan a ser acusaciones cruzadas entre ellos, nadie quiere dar una respuesta sincera ni de asumir su responsabilidad en esta tragedia, el drama no es en absoluto nuevo, solo que hoy es masivo y mediático, esta es en realidad la única cosa buena que han generado las caravanas, poner en vitrina y en la consciencia de todos el grave problema de exclusión, marginación, pobreza e inseguridad que afrontan miles de compatriotas y de hermanos centroamericanos