Una buena parte de la nación está indignada, los medios dan cobertura a diario en programas de opinión, noticias, videos, notas de prensa y mas, en las redes sociales las muestras de repudio abundan, los memes de desprecio infinito circulan y todos parecen ofendidos por lo terrible de la noticia.
Corrupción en el fútbol salvadoreño.
¡Inaudito!
¡Vergüenza!
¡Crucifíquenlos!
Todos saltamos como guerreros de la decencia y la probidad en contra de los “amaños en el futbol salvadoreño”, pero se nos olvida que mucha de la responsabilidad recae en nosotros mismos como sociedad que hemos permitido la pérdida de valores y el florecimiento de la corrupción.
Somos ganado pastoreable y muchos corruptos lo saben, por eso en la asamblea, en las alcaldía se mantienen los políticos de siempre, unos mas y otros menos, pero la mayoría corruptos salvo escasas y honrosas excepciones que no están exentos de duda.
Hemos dejado que la cultura de la facilidad nos domine, nos gusta el dinero fácil, los privilegios fáciles, la admiración fácil y esto es a cambio de nada, pero en realidad todo esto no es gratis, tenemos que pagarlo cometiendo delitos, sobornando, intimidando, amenazando, engañando.
Vemos como surgen de la nada verdaderas fortunas en manos de gente con muy poco mérito o con capacidades mas bien mediocres, pero que por extraños sortilegios tienen la fortuna de contar con fondos que parecen inacabables y admiramos a estos sujetos.
Rendimos culto a la “animalada”, es decir a la suma de antivalores que nos colocan adelante de los demás por nuestra astucia, audacia y falta de escrúpulos.
Nos dejamos sorprender por charlatanes y embaucadores, que predican a los cuatro vientos en nombre de la integridad y honradez, de este modo llegan todo tipo de alimañas a puestos con el poder para manejar fondos públicos o privado-colectivos y al momento de destaparse la olla de corrupción nos mesamos los cabellos y rasgamos nuestras vestiduras, indignados, asombrados y nos consideramos engañados, pero en el momento de elegirlos no cuestionamos nada de lo que nos ofrecían.
Pero siempre el dedo acusador señala al corrupto, pero porque ha sido descubierto, mientras sabemos que existen otros mucho peores que pasan impunes por las instituciones, incluso ayudamos a elegirlos.
El fútbol nacional solo es el reflejo de nuestra propia sociedad y pasado el escándalo, todo volverá a seguir como antes sin que se hayan siquiera movido los cimientos del enorme edificio de corrupción que hemos venido alimentando año tras año.
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