Las elecciones generales celebradas en Honduras, se realizaron en un clima de tensa calma. En las últimas semanas casi la totalidad de los medios de comunicación cerraron filas a favor del proceso electoral, presentándolo como la salida a la crisis, que desde el golpe de Estado, ha vivido Honduras. El pueblo hondureño fue saturado de información positiva en torno a las elecciones. Para los medios de comunicación votar era un acto de unidad de todos los hondureños. Hablaban que Honduras ha sido injustamente aislada de la comunidad internacional, pero que los catrachos demostrarían al mundo que solos pueden salir adelante.
En una situación similar a los procesos electorales que vivió El Salvador durante la guerra en los años ochenta del siglo pasado, en que las elecciones se anteponían a la necesidad de una solución política negociada; ahora en Honduras las elecciones se anteponen a la necesidad de la restitución del gobierno de Zelaya, electo democráticamente hace cuatro años.
La figura de Hugo Chávez era omnipresente en todos los medios de comunicación. Al igual que en las recién pasadas elecciones en El Salvador, presentaban a Chávez como el causante de los males en Honduras, Zelaya quiso entregarle el país, pero todos los hondureños se oponen. A diferencia de El Salvador en que la imagen de Chávez se vinculaba a un candidato en contienda, en el caso hondureño, esta imagen se vincula con Zelaya, que estaba fuera de la contienda electoral.
En el plano estrictamente logístico, las elecciones se celebraron sin grandes contratiempos. La apretura de las urnas se retrazó en algunos casos, hasta 45 minutos (está dentro de lo aceptable). En algunas urnas del interior del país hicieron falta materiales. Pero en general, el dispositivo logístico funcionó. El sistema de conteo rápido de votos estaba organizado a partir de una red de celulares y había expertos que han trabajado con Naciones Unidas y del IFE en el mando de esta operación. Este sistema en general también funcionó, aunque no en los tiempos en que estaba diseñado, produciéndose retrazo en el primer anuncio, que estaba programado para dos horas después del cierre de las urnas (¡Vaya ingenuidad!).
La participación de los votantes hondureños fue masiva. El índice de abstencionismo es ligeramente inferior al de las últimas elecciones. No se reportaron problemas para que los ciudadanos ejercieran el sufragio.
El punto ahora es ¿Cuál debe ser la posición ante estas elecciones?
Como consecuencia de las elecciones hay un Presidente Electo. Por tanto, una deslegitimación total del evento electoral, deslegitima a quien será el Jefe del Estado durante los próximos cuatro años.
Pero no se puede ocultar la situación especial en que estas elecciones se desarrollaron. Por ello la clave de una correcta posición política está en trascender el evento electoral. Sobre este simplemente hay que reconocer que se realizó, que hay un resultado, que el pueblo hondureño, en medio de condiciones difíciles tomó una decisión (equivocada o no). La clave está en cual será la actitud del Presidente Electo, de la clase política, los grupos de poder económicos y militares de Honduras para enfrentar la crisis.
El problema de fondo es que de poco sirve elegir en forma democrática a un gobernante, que luego los poderes fácticos deciden si gobierna o lo sacan del poder según su conveniencia. El gobernante electo tendrá sobre su cabeza la “espada de Damocles” de la posibilidad de otro golpe de Estado si no gobierna a conveniencia de esto grupos de poder.
La restitución de Manuel Zelaya en la Presidencia de la República es una tarea pendiente. Si esta no se cumple, la anticultura golpista cobra fuerza. Es necesario previo a cualquier proceso de diálogo que inicie el Presidente electo que esto se resuelva de manera clara. Muchos pueden alegar que a estas alturas una restitución de Zelaya es un hecho mas simbólico que real, probablemente tienen razón, pero las democracias necesitan de símbolos para su fortalecimiento.
Manuel Zelaya debe ser restituido y debe concluir el período para el cual fue electo. Solo él debe entregar la Banda Presidencial al nuevo Presidente, si es que este quiere empezar con buen pie su gestión presidencial. Si Porfirio Lobo recibe la banda de manos de un presidente de facto, este acto deslegitima su rol y su calidad.
El golpe de Estado hondureño, que cayó como un rayo en seco, nos demuestra la debilidad de las instituciones democráticas en ese país. No se puede construir democracia sin instituciones fuertes. Mientras esta situación no se supere el riesgo de nuevos golpes de Estado es una posibilidad.
El diálogo entre los diversos sectores de la vida política, social y económica de Honduras tiene sentido únicamente si el objetivo es el fortalecimiento de las Instituciones que le dan sentido a la democracia y se promueve el desarrollo del Estado de Derecho. Este debería ser el eje central de un llamado que el Presidente Electo está obligado a hacer.
Uno de los riesgos, es que el diálogo se limite a repartir algunas posiciones del Estado entre los partidos perdedores para dar una imagen de unidad nacional. De esta forma hay un simple reparto de pastel que evade los problemas de fondo antes expuestos.
Finalmente, es importante resaltar que la solución de la crisis de Honduras, corresponde fundamentalmente a los hondureños. La comunidad internacional puede jugar un importante rol de acompañamiento, vigilancia o apoyo este proceso, pero no puede sustituir a los actores nacionales en las decisiones que deben tomar.
San Salvador, lunes, 30 de noviembre de 2009.
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