El general Maximiliano Hernandez Martinez dictador que gobernó con mano de hierro, a El Salvador (1931-1944) entre algunas de sus gracia decía que practicaba la teosofía, por algo es que entre la población se le conocía con el sobrenombre del «brujo», escribe Roque Dalton en su libro Las historias prohibidas del Pulgarcito:
» El hijo del General Martínez, el menor, el más querido, enfermó de apendicitis. El General se negó a ponerlo en manos de un médico-cirujano y comenzó a tratarlo personalmente con las ‘Aguas Azules’ ( que eran aguas naturales puestas a asolear en grandes botellas de colores en el patio de la Casa Presidencial ). El proceso de la apendicitis se profundizó, vino la peritonitis y el niño murió entre espantosos dolores. El General Martínez dijo únicamente que había que resignarse, que si ‘ los médicos invisibles’ no habían querido salvar a su hijo, no había por qué interponerse en los inextricables designios de la naturaleza.
Estamos hablando de mediados del siglo pasado, época que a pesar de ser el siglo de las luces, en algunos lugares más parecía luz de candil o en el peor de los casos de «raja de ocote», por lo que se le puede perdonar al «brujo» su ignorancia o estupidez, sin embargo a pleno siglo XXI (y lo pongo en números romanos para resaltarlo más), tales ideas a parte de absurdas, lamentablemente gozan de rebosante salud (solo para recordar ver Homeopatía, curas milagrosas del cáncer, aura).
Este día precisamente en el diario La Prensa Gráfica, aparece una denuncia de la Asociación Atlacat vivo positivo, una organización que vela por los derechos de las personas infectadas por el VIH, donde denuncia y cito textualmente:
Atlacatl denunció que el supuesto “medicamento milagroso” llamado En-Gadi, producido por Júpiter de Jabes, engaña a la gente al asegurar que fortalece las defensas, con lo que cura el VIH.
En la investigación de este medio de información, entrevista a su promotor quien se «se presenta como pastor evangélico de la iglesia Apóstoles y Profetas, y que tiene una iglesia en la comunidad La Cuchilla, San Salvador». dicho sujeto _menciona la noticia_ tiene cinco años de comercializar el producto, cobrando $5 por frasco.
Al cuestionarlo sobre la carencia de registro sanitario y de base científica para ofrecer la cura de una enfermedad que la medicina mundial, por el momento, no ha descubierto, el hombre se defiende con el argumento que “para Dios no hay nada imposible”, pues ha curado a varias personas.
La enfermedad del VIH en sus primeras épocas se consideró una enfermedad mortal. En los países subdesarrollados como el nuestro el promedio de vida después que pasaba a la fase del síndrome de insuficiencia adquirida (SIDA) era de menos de 3 años, (5 años en los países más desarrollados), gracias al desarrollo de las ciencias farmacológicas los tratamientos actuales; si bien no curan la enfermedad, prácticamente la han llevado de ser mortal a una enfermedad crónica, que con una adecuada adherencia al tratamiento, permite a su portador llevar prácticamente una vida normal como cualquier ser humano.
El acceso al medicamento esta disponible tanto para los cotizantes del Seguro Social (el inseguro disocial, decía alguien) y la red de salud pública, por lo que la falta del tratamiento en una persona infectada solo puede darse por dos causas ignorancia o estupidez (como le pasó a nuestro generalísimo) y precisamente la irresponsabilidad de estas personas que se lucran vendiendo fantasía pueden caer incluso dentro del delito, prometer algo imposible de obtener (la cura del HIV tomando brebajes de zacate, grama o vaya a saber que) por el contrario, el incauto no conduce su tratamiento adecuadamente, cuando este se lleva de manera irregular dejando largos periodos sin tomarlo, se corre el riesgo que el virus se vuelva resistente al medicamento, complicando innecesariamente la vida del paciente, ojalá que las autoridades tomen carta en este asunto.