En 1979, los domingos por la mañana uno se levantaba un poco tarde y prendía la radio, sintonizada en la YSAX y comenzaba a escuchar la homilía dominical de Monseñor Romero, salía a comprar el pan francés o los huevos para el desayuno y no se perdía nada de su mensaje pastoral, pues en las casas vecinas se podía escuchar por las radios sintonizadas todas en la misma estación a “la voz de os sin voz”, denunciando atropellos desde donde viniesen, llamando a la paz, al amor, a la reconciliación, afligido por su pueblo.
Muy pocos líderes religiosos, políticos, militares o populares han tenido tal arraigo en un pueblo entero y su mensaje era tan contundente que sus enemigos realmente le tenían tanto miedo que decidieron matarlo, y para hacerlo utilizaron a su instrumento más macabro, me refiero al Mayor Roberto Dabuisson, fundador del partido ARENA y sospechoso de muchos asesinatos más.
Creyeron aquello de que “muerto el perro se acaba la rabia”, pero no contaban con la fuerza de su prédica y aunque no haya dicho por su boca, aquella famosa profecía de que “si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño”, su figura realmente resucitó en el pueblo, que mantuvo vigente su recuerdo, sus homilías, sus obras, su vida entera.
A sus enemigos no les queda más que tragarse el odio de cara al pueblo, porque no es bueno para los votos y tratan de limpiarle las manos de su sangre al asesino que preparó el plan para asesinarlo, “pero el color de asesinos no borrarán de sus caras”.
Monseñor vive en el pueblo Salvadoreño, mientras el otro, depende de unos cuantos fanáticos neo nazis que lo veneran tanto como al otro desquiciado asesino famoso de los años 30, el General Maximiliano Martínez.
La voz de monseñor Romero nunca será silenciada y su mensaje sigue tan vigente como entonces, a pesar del uso político que TODOS le han querido dar.
San Romero de América, siempre estarás en el corazón de tu pueblo.