Integrantes del Grupo de Teatro Tecolote, del Municipio de Tecoluca, Comunidad San Carlos Lempa, intercambio entre el Comité Anastasio Aquino y el CC. Tecolote, en el Festival de la Familia, organizados por ASTAC
MECANISMOS DE CAMBIO CULTURAL E INSTRUMENTOS DE DIFUSIÓN DE LA CULTURA SALVADOREÑA.
Por: Álvaro Sermeño.
(Antropólogo, miembro de la Asociación Salvadoreña de Trabajadores del Arte y la Cultura ASTAC).
Los cambios culturales son respuesta de la praxis intrínseca en la cultura, cada acción es parte del proceso evolutivo simbólicos que los seres humanos hemos atribuido a la relación con nuestro entorno, y construido, así mismos, en un sistema simbólico que le denominamos cultura, y esto, nos ha construido a sí mismos en entes culturales. En El Salvador, esto cambios, corresponden a las necesidades de relacionarnos con nuestro entorno, igualmente en la relación con las estructuras del ejercicio del poder, especialmente, en su aplicación socioeconómica desigual, cabe decir, que las expresiones culturales se han transmitido de generación en generación, lo cual ha provocado en las tradiciones y los cambios históricos sociales, económicos y políticos en la sociedad salvadoreña en nuevas manifestaciones culturales que reflejan las contradicciones históricas de la lucha de contrarios.
Los diferentes sucesos políticos dados en la historia nacional son los componentes que han ido nutriendo y constituyendo el referente histórico para desarrollar aspectos que le identifican al salvadoreño y salvadoreña en su diario vivir. Uno de estos aspectos fundamentales está cimentado en la Memoria Histórica. Ésta responde a los intereses de clase, y en su accionar se nutre de lo histórico colectivo de los grupos sociales que la representan.
En su accionar los cambios de concepción política, y la lucha intrínseca es parte del mecanismo de los cambios, provocan en ella la recuperación del registro de las mentes que recuerdan los hechos acaecidos y le transfieren en la sociedad el valor interpretativo ideológico, de esta manera, se difunde de una generación a otra, los acontecimientos vividos y registrados por la memoria colectiva.
La cultura en sus valores identitarios se va conformando en nuevas prácticas rituales, que le transfieren nuevas interpretaciones simbólicas, y les denotan una visión de cambio, a partir de los hechos que son recordados y transmitidos de una generación a una nueva. Los instrumentos de difusión se consolidan en la misma sociedad salvadoreña, donde el accionar organizativo de las comunidades va fortaleciendo la historia que muchos casos se poetiza con los mitos, leyendas fábulas y anécdotas, entre otras tradiciones orales que la van reconstruyendo en historia oral testimonio.
La oralitura es una manifestación de lo contado, es el juego del testimonio vivido, que registra con hechos y expresiones mágicas verbales de la metáfora y las va decostruyendo en nuevas formas de historias mágicas contadas, que la alimentan con el fin de recordar, enaltecer y reivindicar la figura de sus héroes. Así la imagen mágica religiosa, política de un mons. Romero, o de muchos otros personajes nacionales que han marcado la historia nacional, el cual juega parte integral, e incluso universal de lo identitario culturalmente hablando; de lo testimonial, que le cubre de un halo sacro en la memoria colectiva de los salvadoreños.
Ahora bien, cómo la cultura, o las expresiones y representaciones culturales se transforman en instrumentos de difusión de la cultura misma, éstas se manifiestan, a través de la ideología, los valores simbólicos representados en el imaginario colectivo que encierra cada elemento de la cultura salvadoreña, lo podemos concebir en el mundo de las ideas profundas, Los mitos, las leyendas, los cuentos, en si, todas las narraciones convertidas en las tradiciones culturales intangibles que son transmitidas de generación en generación. Lo mismo sucede en la cultura material, las artes populares, representadas en las artesanías, la manufactura de lo elaborado por las manos proletarias del artesanado, en los tejidos, bordados o en lo meramente culinario, expresado en las decoraciones y el gusto estético profundo del color, de las formas y de los contenidos que encierra el fetiche, el objeto magnetizado en lo áulico y lo hierático.
Entre muchas manifestaciones materiales de la cultura, para lo cual vemos como el salvadoreño hace uso de los espacios físicos de la vivienda, de la calles, de los parques, entre otros, que a menudo se convierten en mercados, en lugares transeúntes, pero el uso de los espacios, así como del paisaje cultural responden a las necesidades de subsistencias, que se transforman en referentes culturales identitarios. Si no basta ver para que nos sirven un parque en un pueblo ene le interior del país, que uso se le da a lo usado y que al final se transforma en algo utilitario de uso doméstico
Pero en que momento la cultura se transforma, esta se transforma de acuerdo a la práctica cotidiana de los seres humanos que la aplican a su diario vivir, ante todo, la cultura se transforma a sí misma en un todo complejo, por tanto el ser humano ante sus necesidades de subsistencia transforma lo económico, en la aplicación de valores identitarios que le sufragan sus necesidades de adquisición, consumo y eficacia de sus bienes materiales culturales, las relaciones sociales de producción abona al resultado económico, estas con la aplicación del trabajo va a transformar las relaciones sociales de producción.
En la medida que se transmiten de generación en generación estos modelos de producir los bienes, la cultura se trasformará en una nueva con valores que le permiten articular al interior de la misma sociedad de la cual responde. En El Salvador la producción de bienes materiales en el campo de la cultura responde a la práctica cotidiana de interrelacionarnos entre hombres y mujeres y de las diferentes edades, generaciones, y como estos conocimientos se trasfieren de una generación a la otra es parte del dilema de cómo se aplica una carga significativa de la cultura tanto material como espiritual intangible.
Las expresiones intangibles de la cultura como es el lenguaje en su fundamento en los valores simbólicos que encontramos en los relatos, mitos, leyendas, y demás accionar que la población alimenta con los valores identitarios religiosos, donde se expresa una cosmovisión del mundo en que se vive,
Y entonces para que sirven estas prácticas culturales, y es simple, sirven para controlar en el ser humano las necesidades e incertidumbres de cómo enfrentar la realidad que no controlamos y le adjudicamos una carga ideológica inexistente en una mente suprema, a cada necesidad de enfrentarla y superarla, nos abocamos para que dominemos nuestra psiquis, la cultura salvadoreña está cargada de significación en sus mitos y costumbres, los cuales se transmiten de una generación a otra.
Con las olas de emigración hacia otra tierra, especialmente a los Estados Unidos, donde el prototipo del salvadoreño se enfrenta a la otredad por cubrir las necesidades básicas de subsistencias, en tal frecuencia el concepto cultural de familia se ha alterado o cambiado, así los salvadoreños incorporan nuevas prácticas y costumbres ajenas a nuestra salvadoreñidad. la familia ha pasado de ser una familia simple a una ampliada para enfrentar la crisis económica que golpea los bolsillos de los salvadoreños proletarios, que pasa vivir a una neo localidad, y esto, viene a transmutar el concepto de culturas salvadoreñas, y como resultado un proceso de aculturación por un lado y enculturación en otro, no cabe duda que la alteridad en los valores culturales de los salvadoreños le asigna nuevos esquemas y valores sígnicos representativos en el imaginario colectivo. Los hechos culturales que eran inexistentes en la generación anterior o de la que precedían pasan a formar parte de las nuevas formas interpretativas simbólicas de las nuevas, esto lo vemos con mayor fuerza en la población migrante que nos trae nuevas significaciones simbólicas. Esto lo evidenciamos con la dolarización, las nuevas generaciones ya están acostumbradas a esta moneda extranjera, y la nacional moneda dejó de circular; pero, el Colón como moneda y sus diseños de imágenes graficas nacionales aún la recuerdan con nostalgia algunos de la generación anterior, pero en las nuevas, no les significa nada más que lo pasado inmediato, de lo simple curioso, en muchos casos “de lo bonito de esa vieja moneda” que no se le valora como identidad nacional, sino como simple pasado.
Los cambios culturales, se van integrando en la medida que las necesidades básicas se alteran, los mitos se rejuvenecen, vemos una siguanaba transformada en descarnada, o la carreta chillona en el bus negro de Izalco, pero como lo plantean otros quizás en el fondo las leyendas y mitos son respuesta a lo vivido. Posiblemente el mito de “la Carreta Chillona” sea el reflejo de la memoria de las matanzas en la región occidental salvadoreña de 1932, donde la carreta era el vehículo para recoger cadáveres de los cientos y miles de masacrados indiscriminadamente, tan sólo por el hecho de ser indios y comunistas. Por tanto, cada acción cultural, es reflejo de las necesidades cotidianas de la sociedad a la cual pertenece, y considerar a la cultura como un accionar dinámico o dialéctico es parte de la comprensión científica social de interpretarla como historia simbólica construida a través de la oralidad y las manifestaciones culturales cotidianas por los pueblos.
Solo basta mencionar como los hechos culturales nos identifican con nuestras vivencialidades, en metáforas, símiles y decodificantes simbólicos que nos narran en su interior los hechos históricos transformados y narrados en mitos.
De esta manera, se transmiten los valores culturales de una generación a otra, como piezas de un ajedrez que se combinan así mismas, en nuevas jugadas irrepetibles, pero que las reglas del juego, determinan las formas de expresión de la cultura salvadoreña, la cual va cambiándose, entretejiéndose ante la necesidad de expresarse en la población misma.
Somos los salvadoreños y salvadoreñas que transformamos a nuestra sociedad, con nuestros problemas sociales políticos e históricos que heredamos una sociedad segada y la entregamos a las nuevas generaciones, esto, va depender de cómo la hagamos heredar con las problemáticas de siempre, que se han hecho tradiciones o formas religiosas o rituales que debemos cambiar para poder potenciar nuestra sociedad como entes transformadores. Así, la cultura salvadoreña expresará en sus mitos la magia de la vida, de ser entes dinámicos que buscamos en la cotidianeidad lo más mínimo que es la vida misma, con dignidad y entrega, con actitudes de compartir y legar una sociedad diferente a la que encontramos y nos tocó vivir en ella, pero que de alguna manera, podemos heredarla a otras generaciones venideras, aspectos que les permita transformarla, y que no solamente se interpreten las trágicas escenas de la guerra civil salvadoreña recién pasada, o de la ola desenfrenada de delincuencia, violencia social, de pandillas y problemáticas intrafamiliares frutos de un sistema de exclusión, olvido, de amnesia histórica, sino el de decodificar y sistematizar propositivamente, en nuestras memorias históricas una nueva manera de interpretar la vida en su cosmovisión compleja, tanto social, cultural, moral, deportiva, religiosa, artística estética creadora, entre otras formas de la conciencia social, por ende, culturalmente hablando holística e integradora.
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