Los futuros que vienen – David de Ugarte. Parte 2

Cap. 1 – El capitalismo que iba a venir

1.2 La promesa de la globalización

La promesa de las redes distribuidas

Red-Distribuida1 De todos los eslóganes ciberpunks de los noventa seguramente el más ambiguo y por lo mismo el más potente sea el del grupo español: «Bajo toda arquitectura de información se esconde una estructura de poder».

La tesis que sintetizaba[6] iba mucho más allá de la desconfianza o el rechazo ante la centralización de la información personal y el creciente poder censor de la llamada propiedad intelectual.

Usando la estructura de las redes de comunicación como metáfora de la estructura de poder, los ciberpunks españoles explicaban las características de las formas políticas y mediáticas como expresión de las propiedades sociales de las tres topologías básicas de una red: centralizada, descentralizada y distribuida. A la época de las comunicaciones centralizadas -el correo de postas correspondían el periódico local, el club de la revolución francesa, el estado absoluto y la república jacobina. Mientras que a la revolución del telégrafo debíamos el sistema mediático contemporáneo (agencias, periódicos nacionales, ediciones locales), los partidos y sindicatos de masas implantados en el territorio, la interconexión de las bolsas, la empresa multinacional y el estado democrático federal.

¿Qué traería un mundo basado en redes de comunicación distribuidas como Internet? El fin del poder de filtro sobre la información y el estallido de las grandes agendas públicas nacionales en universos de agendas comunitarias. En una palabra, el fin del encuadramiento nacional de la conversación social y, al alimón, el de las trabas al comercio de inmateriales. Pero también el fin de la propiedad intelectual, de la empresa autoritaria, de los incentivos basados exclusivamente en el salario y hasta del sistema educativo al uso.

comunica_distrib Recordar que bajo toda arquitectura de información se escondía una estructura de poder suponía dotar de sentido político a la explosión del uso social de Internet que comenzaba en la segunda mitad de los noventa. El futuro se convierte entonces en un mito poderoso y temible, manejado por veinteañeros y liderado por hackers y nerds que hasta un minuto antes no hubieran podido aspirar más que a un trabajo por debajo de su cualificación.

El futuro influye más en el presente que el pasado decía otro eslogan del grupo ciberpunk en aquellos años. La burguesía que tradicionalmente había despreciado los valores del hacker empieza a sentirse azorada por las grandiosas expectativas de un futuro cibernético. Expectativas infladas, y un total desconocimiento de la cibercultura y lo que representaba, se convirtieron en la fórmula de una especulación ansiosa y descontrolada: La burbuja puntocom. Páginas web que compraban cadenas consolidadas de medios, portales de proveedores que salían a bolsa… el despropósito parecía no tener fin. Hasta que el NASDAQ comenzó a caer entre ayes y maldiciones, demostrada la imposibilidad de monetarizar aquellas inversiones desaforadas.

bubble dot com Los inversores clamaban contra la misma estructura de la red y su neutralidad, que impulsaba una oferta prácticamente ilimitada a la que los usuarios podían acceder en igualdad de condiciones sin tener en cuenta el capital inicial de los promotores de un sitio u otro. De hecho la mayoría del tráfico empieza pronto a dispersarse por una pléyade de páginas personales y blogs que, casi de modo orgánico, imponen una cultura de la gratuidad.

Los valores de la ética hacker, que habían dado lugar años atrás al movimiento de derechos civiles en la red y al -entonces todavía minoritario, pero creciente- movimiento del software libre, se trasladan a la generación de contenidos. La blogosfera materializa el sueño de un gran medio de comunicación distribuido y hasta los periódicos -que en un principio se sienten amenazados comienzan a abrir bitácoras para sus periodistas y opinadores habituales.

Marzp_2004_madrid La emergencia de la blogsfera no hará esperar sus consecuencias políticas. Manila en 2001, Madrid en 2004 o París en 2005[7] son la piedra de toque de un nuevo tipo de movilización de masas que no necesita de partidos, nace de la deliberación espontánea en Internet y se moviliza usando teléfonos móviles que calcan en sus agendas el punto fino de la red social real.

Bajo la arquitectura distribuida de las nuevas formas de comunicación se escondía una estructura nueva de poder basada en la deliberación más que en la decisión, en la agregación espontánea de acciones individuales antes que en la votación colectiva. Se teoriza entonces la plurarquía[8] y lo que Juan Urrutia había llamado, en un ensayo de 2001[9], la lógica de la abundancia.

Mientras, las revoluciones de colores -en menor medida en Serbia, mucho más en Ucrania consagran al blog y a las comunicaciones distribuidas de bajo coste como forma de organización política en sí, como estructura civil paralela y coadyuvante de unos partidos de oposición que de por si hubieran sido incapaces de unirse en una alternativa electoral.

Es el momento álgido de la promesa de las redes distribuidas, un mundo donde el poder de filtro de las élites se desmorona ante una sociedad que, de alguna manera, al virtualizar su conversación, se independiza de la capacidad disciplinaria y homogeneizadora de los media y el estado.

redes_sociales En apenas una década, las redes distribuidas habían impuesto modos alternativos de generar y distribuir información, productos culturales y conocimiento técnico; su extensión social había abierto paso a nuevas formas nuevas formas de movilización y estas habían a su vez generado terremotos políticos.

Parecía inminente un impacto económico profundo y, de hecho, desde finales de los noventa las industrias ligadas a la llamada propiedad intelectual (software, audiovisual, farmacéuticas, etc.) venían anticipando los desastres que -para ellas- se avecinaban y proponiendo leyes dique contra el cambio sociotecnológico.

La unión de redes distribuidas y globalización, la globalización de los pequeños, parecía imparable. Nos sentíamos en el albor de un nuevo sistema, lo llamábamos el capitalismo que viene.


[6] Desarrollada en «El poder de las redes», David de Ugarte en Ediciones El Cobre, 2007.

[7] El presidente Estrada de Filipinas se ve obligado a dimitir en 2001 tras la formación de una ciberturba masiva en las calles de Manila madurada en foros y páginas personales y autoconvocada mediante teléfonos móviles. El 13 de marzo de 2004, en la víspera electoral, miles de personas salen a las calles en Madrid y poco después en toda España para protestar contra la manipulación electoral de la información sobre el atentado yihadista de dos días antes. En noviembre de 2005 una serie de acciones de la policía en los barrios marginales parisinos acaban en el levantamiento masivo del banlieu y en la quema de miles de coches durante días. Véase «El poder de las redes», David de Ugarte en Ediciones El Cobre, 2007.

[8] Término usado por primera vez por los ensayistas suecos Alexander Bard y Jan Soderqvist para definir el sistema de decisión colectiva de la netocracia. Según estos autores en plurarquía «todo actor individual decide sobre sí mismo, pero carece de la capacidad y de la oportunidad para decidir sobre cualquiera de los demás actores» por ello «hace imposible manterner la noción fundamental de democracia, donde la mayoría decide sobre la minoría cuando se producen diferencias de opinión». Véase: «Netocracy: The New Power Elite and Life After Capitalism» por Alexander Bard y Jan Soderqvis en Reuters-Pearson, 2002.

[9] Redes de personas, Internet y la lógica de la abundancia: un paseo por la nueva economía por Juan Urrutia en Ekonomiaz: Revista vasca de economía, ISSN 0213-3865, Nº. 46, 2001, pags. 182-201

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