Cuando Douglas Moreno asumió la Dirección General de Centros Penales, llevaba la ilusión de un nuevo sistema carcelario, más humano, menos represivo, que buscara la readaptación del delincuente para que pueda retornar transformado a nuestra sociedad. Ello explica las medidas que inicialmente implementó, que los medios de comunicación calificaron de blandas y que favorecían a los delincuentes.
Aunque estos señalamientos mediáticos eran fundamentalmente ciertos, había en el fondo la búsqueda de una nueva forma de ver las cosas, de reconocer las causas sociales y económicas que han generado la delincuencia. Pero la realidad le demostró al Director de Centros Penales que las cosas no eran tan sencillas como se imaginaba.
Las medidas que de buena fe tomó inicialmente el Director, fueron aprovechadas por los delincuentes y las pandillas para operar con más eficiencia y libertad desde los centros penales. Aumentaron las extorsiones que se hacían desde los reclusorios, desde allí se ordenaban múltiples crímenes. Las cárceles, que ya eran los centros desde los cuales se conducía la estrategia delincuencial, ahora funcionaban con más facilidades.
Todo ello obligó a un cambio de rumbo. Poco a poco se han venido implementado una serie de medidas que han ido cerrando el cerco de operaciones de la delincuencia desde las cárceles. Se fue descubriendo que había verdaderas redes de crimen organizado que se encargaban de proveer de sistemas de comunicación a los delincuentes. Había estructuras que les proveían de información sobre las medidas que tomarían las autoridades carcelarias. Esta red delincuencial atravesaba vigilantes, profesores de las escuelas, sistema de salud, sistema de alimentación, el colmo es que incluso involucraba a religiosos que llegaban a predicar la palabra de Cristo.
Las anteriores administraciones de centros penales habían ignorado en forma deliberada la existencia de esta red que servía de logística y apoyo a los delincuentes encarcelados. Las acciones solamente se tomaban contra las visitas de los reos que aparecían como los únicos integrantes de esta estructura criminal, que sin negar que servían de “mulas y correos”, no eran ni la única ni la principal estructura logística y de comunicación.
Ahora gracias a la labor profesional y seria del actual director y su equipo de trabajo se ha logrado ir conociendo su existencia y se han venido tomando las medidas para desmantelarlas. Estas acciones han tenido menos impacto noticioso, los medios de comunicación han centrado toda su atención en lo benéfico de la presencia de la Fuerza Armada en los centros penales. La labor del ejército es positiva e importante, pero no es aislada. Es parte de un plan más integral que busca cerrar totalmente el cerco a la acción delincuencial que surge desde el sistema carcelario.
Con las medidas anunciadas en los últimos días, como la limitación de las visitas a dos personas por reo, la reducción de los horarios de visita, la prohibición del ingreso de menores, la prohibición de llevar comida de afuera, prohibir aparatos eléctricos como televisión, limitar las conexiones de energía eléctrica, etc. Aunque duras son absolutamente necesarias.
Este no es momento de medidas blandas ni de paños tibios, es un momento de actuar con firmeza y con la dureza necesaria. Es el momento de enviar un mensaje claro a las pandillas y al crimen organizado que el Estado está dispuesto, en el marco de la legalidad, a utilizar todos los recursos necesarios para combatirlos. Ahora es un momento en que debe prevalecer lo represivo, ello es lo fundamental y urgente. Lo cual no descarta la necesidad de las medidas preventivas y de readaptación, pero teniendo claro cual es la prioridad en este momento.
Es seguro que contra estas medidas se alzarán voces como la del Procurador de Derechos Humanos. Será lógico y es su rol. Tampoco se trata de acallarlo o de acusarlo de ser protector de las pandillas. No debemos olvidar que la democracia es un juego de pesos y contrapesos, la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos ha sido diseñada para ser un contrapeso, necesario en la institucionalidad democrática. Comprender su rol es tan importante como apoyar las medidas del Director de Centros Penales y del Gabinete de Seguridad.
Considero que las medidas tomadas por el gobierno en las últimas semanas son muy claras sobre la ruta de acción frente a la delincuencia. Estas tendrán amplio apoyo de la población en la medida en que se perciba que el esfuerzo es serio, sostenido y que hay estrategia. Muchos hemos comenzado a pensar que por fin nos estamos moviendo en el camino correcto.
Ayutuxtepeque, martes, 14 de septiembre de 2010.
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