La privatización de los centros penales es una propuesta que encontramos con mayor frecuencia en los planteamientos de varias gremiales empresariales. Así como se privatizó la banca, y muchos de los servicios que brinda el Estado ¿porqué no privatizar también – aunque sea en parte – el sistema de cárceles? En una sociedad de libre mercado todo puede ser reducido mercancía intercambiable, el crimen y la delincuencia también pueden entrar en la bolsa de valores y convertirse en un negocio rentable.
En nuestro país, al igual que en casi todo el mundo, las cárceles están llenas. El número de privados de libertad es varias veces mayor al de hace un par de décadas. Los reos son una población de alto crecimiento. Construir una cárcel para rentarla al Estado es como tener un hotel que pasaría lleno los 365 días del año ¡Un negocio redondo! Los presos son un estrato de mercado en permanente crecimiento.
La inversión extranjera vendría a llenar este sector de mercado. Los EUA tienen privatizado una buena parte de su sistema carcelario, allí hay mucha experiencia en desarrollar estos modelos de negocios. Es casi seguro que hay muchos inversionistas locales en disposición de hacer alianzas estratégicas para crear empresas de capital mixto. El Asocio para el Crecimiento sería una gran oportunidad.
Nuestras sociedades han abandonado la filosofía de la readaptación del delincuente, lo importante es separar al delincuente de la sociedad, aislarlo para no verlo más. En El Salvador las cárceles son verdaderos contenedores donde viven hacinados decenas de miles de reos. Nadie es rehabilitado.
En este nuevo concepto de aislar sin rehabilitar, la privatización tiene cabida.
Se podrían construir cárceles de cinco estrellas para los delincuentes de cuello blanco, para los capos de la droga y los jefes del alto crimen organizado. Ellos podrían pagar una renta mensual por ciertas comodidades como aire acondicionado, televisión a colores de pantalla 3D, camas ergonómicas y otros utilitarios. Se podrían construir celdas suites y hasta celdas presidenciales.
Somos uno de los países más violentos del mundo, tenemos un alto grado de desintegración familiar pues “exportamos” nuestra población económicamente activa a los países desarrollados, nuestros niveles educativos están abajo del promedio de Latinoamérica. Todas estas desventajas cambiarían su signo negativo para convertirse en grandes oportunidades de negocio para este nuevo sector de la economía.
Imaginemos como subirían las acciones en la bolsa de valores de las empresas dueñas de las cárceles, con las cifras a la alza de los asesinatos diarios, las extorciones, los secuestros y otros delitos. Los inversionistas harían fila para depositar sus recursos en estos rubros bursátiles.
El sufrimiento de la población por el auge de la delincuencia pasaría a ser un daño colateral. En todo caso, también otros rubros de la economía generan ese tipo de daño. La crisis económica mundial y local ha generado miles de pérdidas de empleos y mayor endeudamiento de las familias, pero son los daños necesarios para aumentar la ganancia bancaria.
Incluso, podríamos destinar un departamento pequeño de nuestro país, Cabañas por ejemplo y convertirlo en una gran cárcel ¡Una Mega Penitenciaría! Allí podríamos tener reos de otros países. Los delincuentes serían condenados en los Estados Unidos, o los países europeos y vendrían a El Salvador a purgar su condena en este Mega Penal. Florecería además el turismo, pues los familiares de los reos extranjeros vendrían al país a visitar a sus parientes. Podrían construirse hoteles para albergarlos en las cercanías del Mega Penal. Esta sería una forma muy creativa de insertarnos en la economía globalizada.
La imaginación puede seguir volando ante todas las oportunidades de negocio que se nos pueden presentar. Pero es preferible, dejar hasta acá este comentario que pretende mezclar el humor y la ironía.
Ayutuxtepeque, viernes, 02 de diciembre de 2011.
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