La memoria histórica debe ser parte integral de un pueblo, por lo tanto se debe asegurar su preservación y difusión, garantizar la accesibilidad de su estudio y análisis por todo aquel que lo desee.
Los años del conflicto armado fueron oscuros y crueles, la guerra sacó lo peor de todos nosotros y es necesario aceptar que ambos bandos cometieron atropellos terribles contra gente inocente.
Es cierto que el ejército salvadoreño, las fuerzas represivas de la Policía de Hacienda y Guardia Nacional y las otras fuerzas paramilitares fueron especialmente malignas y criminales, con delitos que alcanzan el estado de crímenes de lesa humanidad, pero igualmente, aunque en forma mas aislada y posiblemente menos masiva, la guerrilla también cometió crímenes perversos amparándose en el estado de guerra que imperaba, no se puede hablar de justos y pecadores, resultando pérfido querer medir el nivel de infamia por la cantidad o por la abominación de dichos crímenes.
Cada bando maximiza los crímenes del contrario y justifica los propios, los seguidores y detractores hacen lo mismo, presentando el martirio y exaltando a las víctimas de su enemigo, pero ocultando y minimizando a las víctimas causadas por sus propias acciones.
Monseñor Romero se encuentra atorado entre intereses contrarios, presentado como insidioso instigador de la rebelión por unos fanáticos causante de su propia muerte por quienes defendía la libertad o como un auténtico líder revolucionario por los fanáticos del otro bando, dejando en el olvido su mensaje eminentemente pastoral, el cual jamás justificó la violencia, viniendo de donde viniera, pero que ante las masivas acciones criminales del ejército no tuvo más remedio que denunciarlas en toda su magnitud, al punto que esa vivencia pastoral le costó la vida.
Al terminar el conflicto se optó por un mutuo, cómplice y abyecto pacto de silencio y simulación de olvido, pero no de perdón y la lucha siguió transitando en nuestro diario vivir, esta vez, por la vía política, haciendo imposible todo intento de reconciliación, puesto que bajo el argumento de “no abrir viejas heridas”, nunca se hizo autocrítica de la guerra, ninguno de los bandos aceptó sus culpas ni perdonó las de su enemigo.
Por esta razón es muy bueno que se comience a revisar este capítulo con ojos juveniles, sin temor a la podredumbre que se encontrará y he visto con agrado que algunos de los jóvenes blogueros escriben sobre las impresiones que vivieron en los días finales de la guerra, siendo unos niños durante eventos como la ofensiva de 1989, de la que hay diferentes versiones dependiendo del lugar y circunstancias en donde les tocó sufrir estos hechos.
Vemos también el intento desde sectores de la derecha por presentar su versión de los hechos, por medio de una serie de películas “documentales” dirigidas por Gerardo Muyshondt, sobre el período del conflicto, que a pesar de su clamor de imparcialidad, salta a la vista el sesgo de dicha producción, pero a pesar de la descalificación como registro histórico válido, resulta siempre un trabajo que presenta una particular versión documental, que debe ser visto y analizado.
El historiador tiene que revisar con absoluta imparcialidad, todas las versiones de los hechos para separar el sesgo y la intencionalidad del evento puro, tratando de separar el verdadero hecho de la contaminación por ideología o por intereses, este trabajo está pendiente en nuestro país, en nuestra sociedad, por lo que es muy bueno que se comiencen a generar y divulgar los diferentes testimonios, aunque tengan una interpretación oblicua hacia determinada tendencia política o ideológica. De esta manera contaremos con el material necesario para escribir la verdadera historia de nuestra nación.
Recomendado:
http://losblogs.elfaro.net/cumbiarengue/2014/11/1989-parte-i.html
http://losblogs.elfaro.net/cumbiarengue/2014/11/1989-parte-ii.html
http://psicoloquio.net/2014/09/22/trauma-psicosocial-de-una-generacion-a-otra/