La clase política salvadoreña tiene en nuestro país una gran masa aliada: los indiferentes. Muchos de nuestros políticos no solo se mantienen en el poder gracias a los grupos fanatizados y la clientela política, también la indiferencia de millones de ciudadanos contribuye a ello. El que no participa o no vota, deja el espacio para los otros. Si la mitad son indiferentes, los fanáticos y la clientela valen el doble, pues se convierten en el cien por ciento. Así de simple.
Nuestra estructura legal en materia electoral está diseñada para que los que no voten, no existan. Si solo el veinticinco por ciento de los ciudadanos inscritos en el Registro Electoral votaran en una elección, ellos son los que decidirán las autoridades que tendremos. El setenta y cinco por ciento restante tendrá que soportar las autoridades que no eligieron. Así de simple.
Nuestra clase política no se preocupa por los que no votan. Se preocupan por sus adeptos y la relación de estos con los adeptos de los otros partidos. Para poner un ejemplo: el número de diputados que gana el Partido de Conciliación Nacional (PCN) no dependen solo de sus votos, depende fundamentalmente de la relación con los que no votan y los votos de los otros. El PCN tiene mucha habilidad para la matemática electoral y por ello obtiene los diputados más baratos en cuanto a votos.
Solo la participación masiva puede volver nula una elección. Según el Código Electoral en su Artículo 325 señala: “Las elecciones a que se refiere este Código serán declaradas nulas por el Tribunal en los casos siguientes:… 4) Cuando los votos nulos y abstenciones calificadas como tales en el Artículo 253 de este Código, superen a la totalidad de los votos válidos en la elección de que se trate.”
Para tener una idea de lo que se trata, explico lo siguiente: en la última elección (2009) de la alcaldía de San Salvador, se contabilizaron casi 174 000 votos válidos (los que obtuvieron todos los partidos políticos juntos.), de un total aproximado de 294,000 ciudadanos que tienen DUI para votar en la capital. Esto significa que aproximadamente 120,000 ciudadanos no votaron. ARENA ganó esa alcaldía con 86,569 votos. Lo primero que se observa es que los que no votaron son mucho más que los que votaron por el partido ganador. Lo segundo es el alto porcentaje de abstencionismo electoral que ronda el 40%.
A nuestra clase política este 40% de ausencia no les preocupa. No van a las urnas por tanto no existen. Pero si ese porcentaje de ciudadanos se hubiera hecho presente en los centros de votación y hubiera marcado con una “X” toda la papeleta, anulando así su voto, entonces sí hubiera puesto en que pensar a nuestros políticos. A pesar que con un 40% no se puede anular una elección, pero el número es tan alto y falta poco para llegar a la meta legal.
Anular una elección es un caso extremo, además no es fácil de lograr. En lo particular pienso que hay otras formas más efectivas que podrían en jaque a nuestra clase política que espero exponer en otros comentarios. Pero con estas ideas espero abrir un debate reflexivo.
El año pasado, efectué una investigación para una institución salvadoreña sobre la Modernización de nuestro Sistema Político y Electoral. En este trabajo expuse doce reformas fundamentales que pueden hacerse a nuestro sistema electoral sin necesidad de modificar la Constitución de la República. Por lo cual hacerlas solo es cuestión de voluntad política. Estas reformas que analicé en el estudio antes citado han sido tomadas de las innumerables propuestas que organizaciones de la sociedad civil han hecho en los últimos 17 años, sin ser escuchados.
Este 28 de mayo se dio un paso importante que puede romper con la indiferencia. El movimiento cívico Despierta El Salvador Ya, puede convertirse en una forma novedosa de expresión cívica política. Con este tipo de esfuerzos se puede hacer realidad el slogan de una campaña que decía: Nace la esperanza, viene el cambio. Esperemos que este 28 de mayo haya comenzado a nacer la esperanza.
Ayutuxtepeque, lunes, 30 de mayo de 2011.
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