¿ES POSIBLE EN ESTE CONTEXTO HISTÓRICO DE CORRUPCIÓN ESTRUCTURAL UNA UNIVERSIDAD ESTATAL DISTINTA? 2a. Parte
Por: Francisco Quintanilla
Así como se planteaba la pregunta si es posible un mundo distinto con las personas y mujeres que se tiene, es válido preguntarse ¿es posible una universidad distinta con el tipo de personas que forman parte de ella?, personas que para dolor de la historia humana, desde 1992 con la llamada firma de los acuerdos de paz en El Salvador, en lugar de exigir y contribuir a la construcción de una universidad con mayor capacidad académico – científico y comprometida con la liberación progresiva de la humanidad, en lugar de haber desarrollado una mayor dinámica de trabajo académico – científico, fue desarrollando un estilo de vida universitario que es la antítesis de la ciencia, de la academia y de la moral, donde todo lo que huele a investigación científica real comprometida y a la búsqueda de soluciones a los grandes problemas nacionales y a comprometerse con la vida, con la verdad y con la justicia social, es rechazado de raíz.
Y es rechazado de raíz porque la producción científica real, la creación tecnológica, y comprometerse con la vida, la verdad y la justicia social, exige de suyo un estilo de vida disciplinado y comprometido, exige un estilo de trabajo donde se aproveche al máximo el tiempo, haciendo de la universidad una institución más eficaz y con mayor conciencia de cuál es su papel frente a los grandes problemas que la inmensa mayoría ya no sólo de este país padece, sino que padecen la mayoría empobrecida de este mundo; este estilo de vida confronta radicalmente con un estilo de vida laboral acomodado y de espaldas a la realidad que comenzó a fortalecerse sobre todo desde 1992 y que prevalece y se ha fortalecido lamentablemente hasta estos días.
La corrupción estructural, expresada en la corrupción institucional exige un estilo de vida laboral individual y grupal, este estilo de vida laboral no sólo es distinto sino opuesto radicalmente al estilo de vida que exige la producción científica real comprometida y tecnológica, que debería producirse en una universidad que se identifica teóricamente con el bienestar y con la liberación de la inmensa mayoría de este país y de este mundo, superando toda pretensión positivista, que hace de la ciencia un ensayo para medir, reduciéndola a un ejercicio contométrico.
La corrupción como el estilo de trabajo y proceder universitario que se ha ido consolidando en la UES e instituciones similares, exige además de un trabajo a desgano, acrítico y a creativo, una forma de proceder que beneficie a los que tiene el poder universitario, basado en la conspiración y en la compra, la extorción y la distorsión de voluntades y de realidades que se traduzcan en votos y en la manutención del poder, pero también exige de los de abajo un trabajo sólo para pasar el rato, y en un dejar hacer y en un dejar pasar, mientras lo que hagan no afecte a los que tienen el poder universitario, y mientras a cada trabajador, a cada profesor le permitan hacer lo que quiere y no se metan con él, incluso trabajar para otras instituciones en el tiempo que le deben a la universidad, y cobrar en esas instituciones por el trabajo que realizan y cobrar en la UES por el trabajo que no realizan.
Esta forma del quehacer universitario ostentado por los que tienen el poder, es potenciado y fortalecido conscientemente por buena parte del sector estudiantil organizado que algunos beneficios personales espera recibir, e inconscientemente por buena parte de la población estudiantil que sólo vota por votar sin saber por qué vota, ni para qué vota, ni por quién vota o por qué movimiento vota.
Así como Roque Dalton escribió que con la masacre de 1932 los salvadoreños habíamos nacidos medio muertos, sostengo que con la firma de los mal llamados Acuerdos de paz de 1992, los salvadoreños y salvadoreñas, las nuevas generaciones, incluidos las actuales generaciones de estudiantes universitarios, nacieron totalmente muertas, y las antiguas generaciones contribuimos a esta masacre y mortandad; somos desde entonces cadáveres sociales, que no resistimos a toda embestida de la corrupción estructural que los poderes oscuros nos plantean.
Al interior de la corporación universitaria cohabitan toda una gran población que sólo viven por vivir, no sienten pasión por conocer su pasado ni inmediato ni mucho menos lejano, no siente pasión por comprometerse con la vida, por comprometerse con los ideales más caros de la generaciones pasadas que donaron sus vidas todo en aras de construir un país mejor, más justo, más humano.
Es una población, que en su mayoría se han convertido en una especie de cadáver social individual y grupalmente, que al haber perdido su conciencia, y su voluntad de construir o de participar en la construcción de una universidad que esté a la altura de los tiempos, facilita que los que tiene el poder y los que lo detentan continúen haciendo de la universidad un medio para lograr satisfacer sus propósitos más nefastos, y no un medio para llegar con ciencia, con tectología y con conciencia a los más empobrecidos.
El sujeto, que la historia ha demostrado que ha sido el más abanderado de los procesos de cambio revolucionario, como son los jóvenes, a quien Rubén Darío en uno de sus poemas se refería como juventud divino tesoro, ha caído en un proceso de envejecimiento, que ya no tiene ideales, ni mucho menos ideales revolucionarios, se han convertido en una generación de jóvenes estudiantes que no conocen ni reconocen una de las grandes virtudes que El che Guevara exigía a todo persona y a todo estudiante que se considerara como un revolucionario: que la revolución se lleva en el corazón para morir por ella y no en la boca para vivir de ella, y que lo que él hizo con el fusil el estudiante tendría que hacerlo con la palabra, con una palabra revolucionaria, por lo que se doblegan ante cualquier ofrecimiento que algún sujeto con verbo revolucionario y que aspira a ser Rector, Decano o cualquier otra autoridad les plantee, vendiendo fácilmente su dignidad y su integridad que en el pasado inmediato o lejano, fue en los jóvenes estudiantes, la piedra angular de su fortaleza y de sus acciones.
Para Fernando Savater, filósofo y poeta español, la juventud es “el suplemento vitamínico de la anemia social”; la juventud estudiantil ha dejado de ser por múltiples factores, tal suplemento vitamínico de la anémica rutina universitaria, que cada vez se aleja aún más de la dinámica y problemática nacional e internacional, sigue enclaustrada en sí misma, fingiendo hacer ciencia, que es una ciencia sin conciencia.
Como puede verse en este contexto de corrupción globalizada hasta las fuerzas que por su energía y dinamismo, siempre se habían considerado como las fuerzas más vivas y revolucionarias, han renunciado a tal dinamismo, en concreto las fuerzas estudiantiles, quienes deberían ser los paladines de la transformación real de la UES, han y continúan combatiendo en las últimas dos décadas la corrupción con el instrumento de la corrupción misma, quedando inermes de convicciones revolucionarias para combatir la corrupción en todas sus formas de expresión y realización.
Algunas sociedades u organizaciones estudiantiles han cambiado de forma, han cambiado de antifaz, pero su esencia está teñida de un continuismo aparentemente combativo, siguen haciendo lo mismo que las organizaciones estudiantiles que el pasado reciente confrontaron.
Y los votantes estudiantiles desorientados por sus líderes estudiantiles lejos de comportarse como colectivos, se comportan como masas, a cual ganado corriendo sin dirección y sin rumbo.
Se tiene además autoridades, llámese Rector, Vicerrector, Decano, Vicedecano, que ya no son de la estirpe y que tampoco tienen el talante de Rectores tales como el Dr. Carlos Llerena, el Dr. Napoleón Rodríguez Ruiz, el Dr. Fabio Castillo Figueroa, la Dra. María Isabel Rodríguez.
La capacidad académica, científica, y su solvencia moral, como su reconocimiento a nivel nacional e internacional, llevaba a que estas autoridades universitarias además de tener la claridad de cuál debería ser la ruta por la cual debería ser conducida la universidad, tenían el talante de conducirse por las vías del compromiso, no con la universidad misma sino por medio de ésta, con las mayorías empobrecidas.
Ya de este tipo de estirpe rectoral, no existen por ahora al interior de la universidad. Los recientes Rectores y los aspirantes a la Rectoría, Vicerrectorías, decanaturas, etc., ya no tiene la capacidad científica, académica, solvencia moral, no tienen reconocimiento nacional ni internacional, como tampoco el talante que conduzca a la universidad por mejores derroteros. La habilidad que han desarrollado unos más que otros es la conspiración para llegar al poder, y para mantenerlo. Renunciaron hace rato al debate académico y lo sustituyeron por la conspiración.
La conspiración es un proceso mutuo y dinámico entre conspiradores y entre conspiradores y conspirados.
En este proceso mutuo de conspiraciones, las capacidades académicas y científicas salen sobrando, lo que interesa que los allegados y seguidores de uno u otro movimiento, tengan fundamentalmente esa capacidad de conspirar, de meter zancadilla a granel, porque si no conspira los otros lo harán contra él.
Esto ha llevado, que ya estando en el poder universitario, el arte de definir el perfil y elegir quienes ocuparan los puestos mal llamados al interior de la universidad, de confianza, su elección, que más bien es una selección, pasa por que tengan no capacidades académicas, sino el arte de conspirar contra los que piensan diferente en el sentido crítico y creador. Bajo este camino, el deterioro de la naturaleza, de la esencia de la universidad, se hace y se ha hecho más acelerado.
Concluirá…
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