Este viernes 24 de mayo, en el periódico Mexicano «La Jornada» publica una noticia (Lista de víctimas evidencia nexos del ejército salvadoreño con paramilitares) que viene a confirmar lo que siempre se supo, los actos de terrorismo de estado desarrollados por las fuerzas armadas de El Salvador, antes de los acuerdos de paz. Durante décadas y particularmente desde el golpe de estado del General Maximiliano Martinez, la oligarquía cafetalera Salvadoreña y el ejercito mantuvieron una simbiosis, el poder político quedó en manos de los militares mientras que la oligarquía quedaba en libertad de usufructuar al país sus riquezas naturales con la mayor de las impunidades. El naciente capitalismo criollo, se caracterizó por un salvaje canibalismo que explotó la mano de obra de la manera más despiadada, por ello siempre hubo movimientos sociales que por temporadas entraban en grandes períodos de tensión social y era aquí donde entraba la función de la fuerza armada y de los antiguos cuerpos de seguridad: policía nacional, guardia nacional, policía de hacienda, cuerpos paramilitares como ORDEN (un movimiento dirigido por el ejercito para el control territorial, precursores de los escuadrones de la muerte) para mantener el estado de cosas y reprimir las aspiraciones de democracia y libertad.
En los años 70 la vía electoral para cambiar los modelos de opresión de los gobernantes y de la explotación salvaje por la vía democrática se le fueron cerrando los espacios con los continuos fraudes electorales desarrollados por el partido de gobierno de ese entonces, el PCN dirigido por los militares, esto llevo a la agudización del conflicto social, con el aparecimiento de los primeros focos guerrilleros: las Fpl y el Erp compuesto por ex miembros del Pc(Partido Comunista) desencantados por la línea de prudencia que estos últimos desarrollaron.
La guerra civil Salvadoreña se caracterizó por el alto número de victimas que tuvo, pero particularmente de civiles, durante muchos años los diversos gobiernos derechistas practicaron la doctrina de la seguridad nacional que fue la norma de todas las dictaduras en latinoamerica, con diferentes grados de brutalidad, solo recordemos en Guatemala donde se han dado los primeros pasos para castigar a algunos responsable de masacres (como Rios Montt), o en Chile, Argentina, Brasil, el llamado Cono Sur donde se desarrollo la llamada Operación Condor que también nos alcanzó a los centroamericanos en la escuela de las americas donde militares del cono sur y norteamericanos enseñaron las técnicas de tortura y control social.
En El Salvador hubo una deliberada política institucional de violación de los derechos humanos, con matanzas, persecuciones, desapariciones forzadas, asesinatos selectivos de periodistas, sindicalistas, el asesinato de Monseñor Romero, el padre Rutilio Grande, los padres jesuitas, monjas y en fin un largo calvario de víctimas. Siempre estos asesinos cobardes negaron estas muertes, el Diario de Hoy, lo mismo que hoy en día destilaba odio ante todo lo que olía aunque sea de lejos a izquierda, mucho de las personas que eran señalados por sus editoriales acusándolos de comunistas, terminaban asesinados o desaparecidos, y por otro lado encubría toda esta barbarie, así como otros medios de comunicación de esa época.
La importancia de este documento, el libro amarillo, de ser verificado su autenticidad sería una verdadera oportunidad para desenmascarar la miseria que durante años nos han tenido oculta aquellos que se ven señalado por el indice acusador de sus victimas, también sería un duro golpe para aquellos que han ocultado la verdad durante tanto tiempo.
Valga aclarar y reconocer que el Ejercito actual no es ni la sombra de lo que fue antes de los Acuerdos de Paz, se puede considerar que fueron los que más fielmente han respetado y cumplido dichos mandamientos, pero eso no debe dar pie para olvidar la antigua doctrina de la seguridad nacional, de ello dependerá que no se vuelva a repetir, lamentablemente la memoria de muchos es tan estrecha, muchas veces vemos a verdaderos enajenados en las redes sociales lamentar la desaparición de estos cuerpos genocidas.
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