Este día en mi cuenta de twitter me enteré de una perturbadora noticia que comenzó a viralizarse, sobre el cierre de esta histórica institución fundada por Monseñor Arturo Rivera y Damas en abril de 1983 y dirigida magistralmente por la Dra. María Julia Hernandez hasta su fallecimiento acaecido el 30 de marzo de 2007, quien como lo escribía hunna en su oportunidad «Fue durante su vida una incansable luchadora por los derechos humanos y la justicia en el Salvador» .
En los años de la dictadura militar el abuso de los derechos humanos era institucional, los organismos de seguridad eran precisamente los encargados de reprimir, torturar, asesinar a cualquier opositor al gobierno del momento con la cantinela de proteger al país de «la agresión del comunismo internacional», estudiantes, religiosos, sindicalistas y cualquier persona que se atreviera a denunciar estas atrocidades se volvía blanco de los escuadrones de la muerte, en este contexto surge la voz de los sin voz, Monseñor Romero se levantó para denunciar estas atrocidades y creó los medios para hacerlo, el periódico orientación, la radio YSAX, y naturalmente su púlpito en la catedral de San Salvador; el régimen genocida fue incapaz de callar esta voz y actuó con el odio que conocía muy bien, el 24 de marzo sin pretenderlo hizo de Romero un Martir y un Santo.
Monseñor Arturo Rivera y Damas como ya se mencionaba recogiendo la antorcha de la denuncia creó Tutela Legal del Arzobispado institución que documentó en los años más duros de la guerra el horror de la represión institucional, visibilizó la magnitud del genocidio. Recuerdo que en los años de la guerra, dentro de la universidad nos tocó desarrollar el tema de la tortura, para poder documentarla fuimos a la Comisión de Derechos Humanos no gubernamental y al Arzobispado a Tutela Legal, en ese sitio nos atendió la Dra. María Julia quien nos proporcionó varias denuncias recabadas en distintas fechas sobre asesinatos, desaparecimientos, torturas etc, con la encarecida solicitud de proteger la identidad de los denunciantes, de pronto los fríos números de las estadísticas adquirieron un sentido distinto, cada caso resultaba ser una historia protagonizada por seres humanos con sus afanes esperanzas, lucha social, solidaridad, pero también una historia de horror, una historia de persecución, torturas, desaparecimientos y muertes. Tal es la fuerza de cada archivo recopilado por esta institución que terminó siendo un dedo acusador hacia estos criminales impunes. Con el aumento de la represión y los cateos que se realizaban en aquella época en las colonias, tuve que tomar la dolorosa decisión de quemar dichas copias.
Resulta inquietante que esta medida imprevista por parte del actual arzobispado de San Salvador y que según las primeras noticias indican que los empleados al llegar a su lugar de trabajo se encontraron con que ya habían cambiado las cerradura, con la obvia intensión de evitar retirar cualquier material, esto ocurra en momento en que la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia ha aceptado un recurso contra la amnistía del gobierno y en ello se teme por el destino final de este importante archivo histórico de denuncias, también en esto reside la denuncia de la población, que esos archivos no desaparezcan, no queremos que una visión inquisitorial de la iglesia actual borre de tajo parte importante y vital de nuestra memoria histórica.
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