El paquete de reformas fiscales que el gobierno a puesto a consideración de distintos sectores de la vida nacional será un tema relevante del debate político y económico de esta semana. Personalmente no conozco todo el paquete, pero a partir de lo que han dicho los medios de comunicación, tanto en noticias como en entrevistas, podemos dar una opinión general sobre el mismo.
Me ha llamado la atención que un tema fundamental para los grupos empresariales es el aumento de los impuestos. Este tema domina su discurso y el mensaje central tiene signo opositor. No están de acuerdo que cuando hay crisis económica se aumenten los impuestos. Consideran que de hacerlo en estos momentos, aumentamos las posibilidades que la recesión económica dure más tiempo. Argumentan además, que no es conveniente golpear más aún a los empresarios que ya sufren bastante con los efectos de la crisis.
Pero en nuestro país, los empresarios siempre se han opuesto a que aumenten los impuestos, especialmente los que pagan ellos. Para ellos nunca es buena época para hacerlo. Cuando el ex Presidente Saca propuso el primer paquete de medidas económicas, al inicio de su gobierno, era una época de vacas gordas, la economía estaba creciendo y los empresarios tenían grandes ganancias. Pero lloraron como niños. Dijeron que cuando hay crecimiento económico no hay que aumentar impuestos para no frenar el desarrollo. Cuando supieron que Saca tenía en estudio un segundo paquete de medidas fiscales, de inmediato presionaron para que despidieran al Ministro de Hacienda y lo lograron.
Pero además debemos evaluar cuales son los artículos de consumo que van a sufrir aumento de impuestos. Se trata de las bebidas alcohólicas, el tabaco, las bebidas carbonatadas y artículos suntuarios. Es decir son productos dañinos para la salud o de lujo. Pero en su discurso, los empresarios parecieran que están defendiendo la leche y la tortilla del pueblo. Estos productos dañinos a la salud y suntuarios, en todas partes del mundo pagan impuestos altísimos, tanto para contribuir a reducir su consumo, pagar el daño social que ocasiona su consumo y porque no son considerados de primera necesidad.
Detrás de esos productos nocivos o de caché, están grandes transnacionales que se lucran con su consumo. A las grandes empresas de tabaco a nivel mundial no les interesa que millones de personas mueran de cáncer o de otras enfermedades pulmonares cada año, por consumir el cigarrillo. No se necesita tener mucho seso para imaginar los grandes daños sociales, familiares y económicos que causa el abuso en el consumo de bebidas alcohólicas. Mucha de la violencia intrafamiliar que sucede en nuestro país tiene a la base padres alcohólicos. Por ello la propuesta del gobierno de aumentar los tributos por el consumo de estos debería causar la aprobación y el aplauso unánime de los empresarios.
Todo aumento de impuestos afecta siempre a algunos sectores. Por ello uno de los temas centrales es quienes pagarán la cuenta. Durante los veinte años de administración arenera, se modernizó por completo el sistema de recaudación tributaria, lo cual es positivo, pues hizo llegar más recursos al Estado en forma más eficiente. Pero tuvo un gran defecto, se concentró casi toda la recaudación en dos impuestos: el IVA y la renta. Es decir que se cargó sobre los consumidores y sobre el sector de clase media hacia abajo, el costo de sostener el Estado y sus programas. Como todos sabemos el IVA se aplica parejo a todos, se paga lo mismo que compremos leche, guaro o un auto de lujo. La renta se carga sobre el salario de la clase media, mientras los grandes empresarios ocultan sus ganancias para no pagar. Esto ha provocado injusticias.
Ahora con estas reformas fiscales, al poner aumentos diferenciados de impuestos a estos productos se comienza a corregir esta situación de inequidad.
La otra parte importante de las reformas fiscales consiste en una serie de propuestas para reformar distintos cuerpos legales vinculados con la tributación. El objeto es frenar lo más posible la evasión, la elusión y el contrabando. Este ha sido siempre el eje central del discurso empresarial cuando se habla de aumentar impuestos. Ellos dicen que primero hay que cerrar los portillos donde se fuga el dinero público. Ahora el gobierno les ha tomado la palabra con estas reformas y la reacción de los empresarios es de gran susto. Algunos hasta se han atrevido a argumentar en privado que frenar el contrabando y la evasión en momentos de crisis es peligroso para la economía, pues estas son formas de capitalización de las empresas.
Es del dominio público como grandes empresarios dedicados al comercio en grande evaden y eluden impuestos, mientras a los pequeños contrabandistas de queso los exhiben en todos los medios de comunicación. Esto debe pararse, la ley debe ser pareja para todos, para ello se necesitan reformas a las leyes.
En nuestro país proponer reformas fiscales, por tímidas o racionales que sean es una labor de alto riesgo. Algunos sostienen que la verdadera revolución posible en América Latina es de tipo fiscal. Nuestros empresarios tienen poco desarrollado el sentimiento y el valor de la solidaridad y excesivamente desarrollado el concepto de la mayor ganancia posible sin importar costos. Para ellos el impuesto es una limosna que generosamente se da para que los pobres no se mueran pues los necesitan como empleados en sus empresas. Se sienten que son los dueños del Estado pues ellos lo financian.
Hay empresarios que consideran que los gobiernos no tienen ni derecho de proponer reformas fiscales, pues es jugar con dinero ajeno. El dinero público es de los empresarios, por tanto ellos son los únicos que pueden decidir cuanto tributan, cómo lo hacen y para que debe usarse el dinero. Este es uno de los mitos que debemos romper aprovechando el debate que se abrirá sobre la reforma fiscal.
Ayutuxtepeque, martes, 27 de octubre de 2009.
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