Sacrilegio político en el siglo XXI

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Por: Francisco Quintanilla

Desde que los sofistas en la época griega daban sus discursos en alguna esquina de alguna ciudad populosa para vender el conocimiento, haciendo del arte del discurso su mejor herramienta para convencer a su audiencia de que lo que decían tenía el denominador de ser un conocimiento verdadero, aunque fuese falso, se instaló la categoría de discurso sofista, para referirse a todos aquellos que utilizan el arte del discurso elocuente para  sugestionar y “convencer” a los que les escuchan que lo que dicen no sólo es verdad sino que es el reflejo de su alta moral y de su compromiso humano con los humanos.

Este arte sofistico, es muy bien utilizado por los políticos del mundo actual, del cual los políticos de El Salvador no son la excepción, quienes teniendo la capacidad de no avergonzarse ante sus continuas ensartas de mentiras, se presentan constantemente  en forma directa o indirecta ante la población con el rosto del prototipo o arquetipo de la moralidad que la población salvadoreña necesita.

A inicios de la última década del siglo XX la población salvadoreña con ideas e ideales de izquierda experimentó el impacto de un grupo de sofistas que lograron engañar muy hábilmente  durante muchos años de la décadas del 70 y del 80 a todos los que creían en la revolución, de tal forma que cuando el FMLN se convierte en partido político y participa por primera vez en elecciones para diputados, varios de los elegidos para diputados por parte de este partido sacaron a la luz su verdadero rostro, su rostro no sólo de sofistas sino de traidores, entre ellos se encuentran: Guadalupe Martínez y sobre todo Joaquín Villalobos quien quedará registrado con el mayor sofista y traidor de la historia revolucionaria en El Salvador.

Estos desencantos que fue padeciendo el pueblo salvadoreño, las mayorías populares, continuaron presentándose en los años posteriores con personajes como Facundo Guardado, que al igual que los anteriores, vendió por unos dólares más sus convicciones y traicionó a los que creyeron en él.

Ahora bien hay un denominador común en todos estos sofistas, que además de ser traidores, después de su traición han quedado muertos como políticos, como revolucionarios  y como personas ante la conciencia de los salvadoreños y en los archivos de la historia, con mucho dinero pero muertos socialmente.

Pero las insatisfacciones, traumas y lesiones a las aspiraciones y esperanzas más sentidas de los salvadoreños han continuado hoy a finales de la primera década de este siglo XXI, que no sólo se ha caracterizado por los grandes desastres “naturales”, sino que también por las traiciones políticas, que más que políticas son traiciones humanas, son traiciones a la dignidad humana. Esta traición, que probablemente quede registrada en el siglo XXI como la más grande y la más lesiva para la esperanza de un pueblo salvadoreño que continúa padeciendo el yugo de la desesperanza encarnado en las políticas neoliberales globalizadas, es la traición del sofista y  SACRILEGO Mauricio Fúnes.

Este señor a lo largo de su trayectoria como periodista construyó y vendió una imagen, su imagen de alguien que hacía su trabajo como periodista entregado a las causas populares, así como Joaquín Villalobos lo hizo desde la guerra revolucionaria; con esta imagen construida sofísticamente a lo largo de muchos años logró embaucar no sólo al FMLN como partido político sino que también a todo un pueblo que ha padecido  y continua padeciendo el escarnio de los que tiene el poder económico a nivel nacional como internacional.

Mauricio Fúnes es un gran sofista porque fue capaz con su discurso como periodista y como candidato presidencial, hacer creer a propios y extraños que su comportamiento está en consonancia con su discurso, es decir, que en él existía una unidad entre lo que pensaba, lo que decía y lo que hacía. Fue capaz de vender la idea de que esta unidad de pensamiento, palabra y acción era un reflejo fiel de su compromiso con la verdad, la justicia y la libertad, pero que en la actualidad bastaron diez meses de su gestión presidencial para que quedara evidenciado que tal unidad no era más que un disfraz de la ruptura que hay en él de su pensamiento, con su palabra y con su acción; una ruptura que pone al descubierto que en Fúnes hay una separación total entre ética y palabra públicamente comprometida y empeñada con el pueblo salvadoreño.

Mauricio Fúnes además de ser sofista se convierte en un sacrílego,  ya que su inmoralidad ha llegado tan lejos que con tal de alcanzar y conservar su imagen como un estadista bien preparado y comprometido con la verdad y la justicia, ha hecho uso de la imagen de un personaje humano, el más sagrado para el pueblo salvadoreño: Monseñor Oscar Arnulfo Romero.

Desde su actividad proselitista, sabía perfectamente que invocar a Monseñor Romero y al pensamiento y vida de éste como el horizonte de su gobierno, implicaría arrastrar detrás de la imagen de Monseñor como pastor a su pueblo, a su rebaño para obtener el voto que necesitaba para llegar a la silla presidencial. De hecho este propósito lo logró poniendo en práctica la famosa sentencia de Maquiavelo: EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS.

Pero veamos como el accionar sofista y  de sacrilegio del actual Presidente de El Salvador va  quedando abruptamente al descubierto, para lo cual hagamos una comparación entre la forma de actuar de Fúnes y de Monseñor Romero.

Mientras Monseñor fue capaz de escuchar el sentir y sufrir de las mayorías empobrecidas, el Presidente Fúnes sólo los oye pero no los escucha; mientras Monseñor era una persona humilde estando su conciencia siempre en apertura a los avatares de su pueblo, el Presidente es un jactancioso, prepotente y petulante, su conciencia siempre está cerrada a los clamores de este pueblo; mientras Monseñor tuvo la capacidad y la valentía de enfrentar y confrontar los poderes estructurales del pecado, el Presidente Fúnes no sólo no los confronta sino que su accionar está a favor de esos poderes oscuros teñidos de muerte; mientras Monseñor siempre creyó que para que un proyecto de Nación funcione y dé frutos, debe basarse en la verdad, en la justicia y a favor de las mayorías populares, el presidente cree con su accionar a favor de las familias adineradas  como la Salume, la Cáceres de este país y de las trasnacionales, que un proyecto debe de estar basado en la mentira, en la corrupción con ropaje de verdad.

En mi pueblo tiene un dicho popular que dice que el escupe hacia arriba en la cara le cae; este saber popular, ilustra con mucha precisión el caso del Presidente Fúnes.

Hagamos referencia a dos de sus afirmaciones principales en su campaña proselitista y en su discurso presidencial: una de ellas fue que “no le temblaría el pulso para perseguir y castigar a los corruptos” y la otra era la referida a las grandes disparidades entre enriquecidos y empobrecidos: “o todos en cama o todos en el suelo”. Si se analiza la primera afirmación a la luz de lo que el mismo presidente afirmó en la tercera semana de marzo de este año que él no metería  a la cárcel a los corruptos, se ve fácilmente  que sus compromisos con las familias adineradas que lo están patrocinando le han hecho olvidar fácilmente uno de sus compromisos principales con todos aquellos que votamos por la esperanza y por el cambio; con respecto a la segunda afirmación, a casi 10 meses después de la toma del poder presidencial, si bien es cierto que en dicho tiempo es imposible contribuir a superar la pobreza, también es cierto que su accionar da luces que los ricos no sólo seguirán durmiendo en la cama, sino en una cama más cómoda y los pobres seguirán durmiendo en el suelo.

A pesar de todo esto, Fúnes sigue siendo astuto para tratar de mantener la imagen de un gran estadista comprometido con las mayorías populares, astucia que se combina con la habilidad de maniobrar con los blandengues diputados de la flamante Asamblea Legislativa, de tal forma que por ejemplo, en el caso de que había propuesto el Órgano legislativo de anular el cargo básico que se les paga a las trasnacionales de telefonía por un servicio que la población no recibe, logró Fúnes que buena parte de los asambleístas cambiaran de posición logrando nada más una reducción pequeña, Fúnes de nuevo se olvidó de uno de sus compromisos  y de uno de sus horizontes teóricos de su campaña proselitista y de su discurso de la toma del poder presidencial, de ser un gobierno a favor de las mayorías populares y del fortalecimiento de la clase media.

La práctica del actual Presidente de El Salvador, es una práctica negadora del pueblo y afirmadora de la lógica del dominio del gran capital. Esta práctica  en la medida que niega al pueblo y atenta contra su dignidad, simultáneamente atenta contra la memoria, la vida y el sacrificio de Monseñor Romero; a Fúnes o ya se le olvidó o nunca  lo entendió de que acá en El Salvador el pueblo y Monseñor Romero son la misma cosa, son la misma persona, de tal forma que cuando Fúnes con sus políticas funestas  atenta y detenta la dignidad y las aspiraciones de las mayorías populares, atenta contra las aspiraciones y  sueños de Monseñor.

No hay mejor forma de matar la memoria de Monseñor Romero que matar las esperanzas del pueblo salvadoreño, las esperanzas de las mayorías empobrecidas; parece entonces que el Presidente de El Salvador está maniobrando en este sendero, pero con la capacidad de que “regalando” migajas  a los más necesitados, va haciéndoles creer, al igual que el anterior Presidente Saca que está trabajado por ellos y para ellos.

Monseñor Romero en una de sus tantas homilías señaló y cuestionó que las personas  y sobre todo los más poderosos no debían idolatrar ni  a las riquezas ni al dinero dejando  u olvidando el bienestar de la persona humana, ante esto sería interesante saber con cuánto dinero contaba  Fúnes  en su cuenta bancaría antes de iniciar la Presidencia y con cuánto dinero finalizará cuando termine su periodo presidencial, porque tal como se va viendo su accionar en nada varía su comportamiento con respecto a los cuatro Presidentes de El Salvador que le precedieron; sería bueno ver a un Fúnes realmente sintiendo el hambre de los pobres y alejándose del encanto de la riqueza y del dinero que dado su posición, los ricos y las trasnacionales le han puesto a su disposición, para que no los enfrente, no los persiga y nos los encarcele.

Mauricio Fúnes en síntesis, bajo el paraguas de ser el Presidente de todos los salvadoreños, justifica  y niega en una forma sofisticada, que ya se apartó de sus compromisos de campaña, convirtiéndose no  en un funcionario que enfrenta y confronta las estructuras de la corrupción, como lo hizo cuando era periodista, sino en un sujeto ambicioso de poder y de riqueza, alejándose cada vez más del camino de los marginados y de los excluidos y acercándose cada vez más al sendero de los empobrecedores, de los oligarcas nacionales y transnacionales; no sería extraño pues que desde su vista al Presidente de EEUU, sea recompensado en un futuro con premio nobel de la paz por servirle a los designios del imperio más anti – vida que ha existido en la historia de la humanidad: el Estadounidense, al igual que el Presidente de Costa Rica Oscar Arias.

Mauricio Fúnes se ha convertido en un presidente pesetero en dos sentidos: en primer lugar porque desde que recibe los tres millones de dólares de Sr. Salume y ser ubicado  su residencia en una gran mansión, fácilmente se ha dejado encantar por la riqueza; en segundo lugar, porque la única diferencia entre él y el ex presidente Saca, es que mientras el segundo “otorgaba” cierta cantidad de dinero o de semillas mejoradas  a los más necesitados, el actual presidente “regala” un poquito más, pero no está dispuesto a enfrentar, confrontar y cuestionar las estructuras del mal y de la maldad.  

Para cerrar esta reflexión, hay que recordarle al Presidente Fúnes, que la historia y la vida siempre dan una segunda oportunidad, ojala, que las celebraciones del martirio y memoria de Monseñor Romero, no le sirvan para seguirse aprovechando de la imagen del salvadoreño más universal, sino que le sirvan, como punto de inflexión, para que haga un alto en el camino que hasta ahora ha transitado y retome su compromiso con el pueblo salvadoreño y con las mayorías empobrecidas, dicho de otra forma, parafraseando un pensamiento y palabras de Monseñor, “ya es tiempo Sr. Presidente que recupere su conciencia y antes de escuchar los encantos del dinero y de la riqueza, escuche los dictados de su conciencia”.

Santa Ana, 24 de marzo de 2010

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