Requiem æternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis
Dale señor el eterno descanso
Conocí a Juan José Martel por medio de unos parientes que ya habían hecho amistad con él y su familia, conformábamos un grupo de amigos que nos relacionamos porque nuestros respectivos hijos eran miembros de una asociación o grupo infanto-juvenil que nos llevó a interactuar muchas veces en el marco del grupo como padres de familia y poco a poco consolidar una amistad que a lo largo de los años ha trascendido barreras y distancias.
– ¡Prepárate para 20 adultos y 20 niños! , le decíamos a quienes cometían el error de invitarnos a departir y llevar algunos amigos.
Así en distintos lugares y con distinta gente, reuníamos vehículos, comida, a veces hasta tiendas de campaña y partíamos en caravana a donde nos llamara la aventura y la amistad.
En estas tertulias, gozábamos con las ocurrencias e ingeniosos dichos que Juan prodigaba sin miseria, platicábamos de política, de religión, de libros, de filosofía y en medio de chistes, bromas y sabias palabras, nos pasábamos hasta altas horas de la noche en agradable compañía, junto a él, su esposa Hortensia y su hijo Raul, no tuve el privilegio de conocer en persona a su hija, Marce, que es una joven doctora en medicina.
Su conocimiento siempre fue casi enciclopédico en una enorme variedad de temas, lo mismo su ingenio, era capaz de encontrar una nota hilarante de cualquier situación, pero estaba atento y era el primero en actuar en caso de que alguien tuviera una necesidad o se encontrara en problemas.
Cuando comencé el blog, allá por el año 2005, se interesó por el asunto y lo invité a colaborar, fue así como iniciamos, casi al mismo tiempo a escribir «tonteras» por diversión, en muchos de sus post demostraba su conocimiento o su creatividad, algunos eran hilarantes, otros serios, profundos, unos eran simplemente absurdos y otros, muy educativos, cuando escribía sobre algún tema polémico o controversial, lo atacaba desde todos los ángulos, sin sectarismos, ni sesgos, tenía esa calidad de espectador ajeno, que está sobre la ideología y presenta todas las caras de los hechos, cuando tomaba partido por algo lo defendía con sólidos argumentos, acompañados a veces de despiadado, pero inteligente sarcasmo.
Compartimos viajes, fiestas, comidas, cumpleaños, «noches cultas», noches de karaoke, en las que cantaba aquella divertida canción de Pedro Infante «La Bartola», veíamos películas, algunas veces en su casa, que fue punto de reunión para el grupo de amigos que fue creciendo y decreciendo como todos los grupos que nacen de forma espontánea.
Juan, siempre nos compartió anécdotas de su azarosa pero fascinante vida política, algunas hilarantes, otras muy duras, pero siempre bajo su perspectiva optimista, con un humor bizarro a veces o tan sutil que no alcanzábamos a comprender si estaba hablando en serio o en broma.
Mi cuñada me decía que cuando lo veía por televisión tan formal, ecuánime y profundo, no podía creer que ese mismo respetable y serio señor de la televisión, fuera tan jocoso y alegre en la intimidad, porque el buen humor lo llevó siempre a flor de piel, burlándose sobre todo de sí mismo en cuanto tenía oportunidad.
Llevaba una «bitácora de viaje», es decir un registro de apuntes del acontecer político, social, cultural e histórico del país, un registro que inició parece que en los años setenta y recopilaban nuestra historia desde su perspectiva, día con día.
Por ejemplo, ahí se encuentran registros y detalles de la planificación de la «ofensiva final» del 89 y algunas cosas más que pude ver maravillado en esas páginas que recopiló en varios tomos encuadernados cuidadosamente, un verdadero tesoro histórico.
Fue actor y a veces protagonista de muchos de los hechos que marcaron la historia de nuestro país, mientras deambuló por los movimientos sociales y políticos de El Salvador, fue hecho prisionero varias veces, torturado, perseguido, exilado y regresó al país en cuanto pudo.
Pero de su vida como político salvadoreño hablarán otros, destacando lo notable que fue, yo lo puedo hacer desde el punto de vista del maravilloso ser humano que tuvimos la dicha de conocer y querer, imperfecto como todos los humanos, pero con un gran corazón y espíritu de servicio, cosa que nadie que lo haya conocido en persona, me podrá refutar.
Su humor era inagotable, por ejemplo cuando nos contó que luego de que el Centro Democrático Unido (Hoy CD), después de tener varios diputados en la Asamblea Legislativa, le estaba yendo de la patada en la elección siguiente (2003) y Juan José que era miembro del Tribunal Supremo Electoral (TSE) tenía acceso a las cifras de votación antes que nadie y recibía constantemente llamadas de Ruben Zamora, que se encontraba sumamente afligido preguntándole por los resultados y luego de varias llamadas la conversación fue la siguiente:
Ruben Z.: – ¿Aló? ¿Juan?
Juan M.: – Si, dime Ruben
Ruben Z.: – ¿Como vamos, ya subimos?
Juan M.: – Este, déjame ver… ¿Están contigo Héctor, el sapo (Jorge Villacorta) y Oscar?
Ruben Z.: Si, aquí estamos todos
Juan M.: – Bueno, agárrense de las manos y hagan cadena de oración.
Ruben Z.: – ¡Hijo de….! ¡Estoy hablando en serio!
Y como esta hay muchas historias, más que merecen ser contadas, quizá más adelante.
Durante el encierro por la pandemia, perdimos un poco de contacto, pero hablamos varias veces y esperábamos tener la oportunidad de encontrarnos nuevamente al pasar la crisis, el año pasado estuvo en los funerales de mi padre y en el breve tiempo que pudimos platicar, retomamos nuestras conversaciones como si el tiempo no hubiera pasado, prometiéndonos reunirnos en cuando hubiera tiempo y condiciones, lamentablemente esto ya no se pudo dar.
Cuando supimos de su enfermedad nos afligimos mucho pues sabíamos que su estado de salud estaba algo comprometido y seguimos los pormenores de su hospitalización, esperando y orando porque se recuperara y saliera adelante, pero Dios tiene sus propios designios y lo llamó, seguramente para mediar en algún conflicto con su corte celestial o con su oposición política en el Averno, pues los enfrentamientos entre partes se dan en todos lados.
Nos queda toda la enseñanza que brindaba sin egoísmo y con mucha alegría en aquellas largas noches de tertulia, de las que a veces salían muy buenos post para el blog, o simplemente nos quedaban como perlas de conocimiento que atesoramos con orgullo y con mucho agradecimiento.
Juan, nosotros, tus amigos, esperamos que emprendas este viaje a la eternidad con el optimismo y el buen humor de siempre, será muy duro no acompañarte por el protocolo, pero estaremos siempre pendientes de guardar el tiempo que nos toca y mantener viva tu memoria y apoyar a tu familia en estos duros momentos.
Hasta siempre Juan José Martel, amigo, hermano.
Mientras buscaba en el archivo de fotografías, encontré varias que no quise publicar porque eran muy cómicas, pues este post pretendía ser serio, solemne y mientras las mirábamos, mi esposa me decía, ese es el Juan José que conocimos, alegre hasta el relajo y se nos hacía un nudo en la garganta al recordar esos buenos momentos que vamos a atesorar con cariño para él y su familia.
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