Tomado de El escéptico digital
Ricardo Antonio García Cuadra
En los últimos años se ha venido popularizando en los medios de difusión el próximo fin del mundo el 21 de diciembre del 2012. Esta tendencia proveniente de las Iglesias protestantes de Estados Unidos agarra su impulso con los sucesos trágicos del 11 de septiembre del 2002. La histeria colectiva del fin de este mundo no solo ha infectado a los tradicionales grupos religiosos sino que también a un sector catastrofista de la comunidad científica. Hemos vistos documentales donde nos advierten que Yellowstone en Estados Unidos es un volcán inmenso que ya está en su ciclo natural de explosión, hasta la probabilidad próxima de un meteorito como el que destruyó los dinosaurios hace 65 millones de años. Antes de analizar las implicaciones de esta histeria para el futuro de la especie humana, es importante ver los precedentes de este tipo de fenómenos recurrentes en la historia de la humanidad.
Según los evangelios, Jesús anuncio su segunda venida y según San Pablo no pasaría de su generación, es por ello que el cristianismo primitivo fue un movimiento apocalíptico por excelencia, el pueblo judío era el elegido en el bando correcto en Megido, escenario real en la geografía del medio oriente, donde Jesucristo lucharía la última batalla contra el anticristo. Al ver que el Mesías no regresaba a su segunda cita con la humanidad, manifestaron que Dios mandó el espíritu santo en su lugar en forma de paloma, lo cual inspiró a la Iglesia católica. No obstante el mensaje apocalíptico siguió recurrente en la historia, uno de los casos más famosos, fue cuando el pánico invadió a Europa el 20 de febrero de 1524, unos astrólogos al ver la conjunción de Mercurio, Venus, Martes, Júpiter y Saturno, predijeron un diluvio universal como el bíblico. Más de 20,000 personas desesperadas haciendo arcas, vendiendo sus pertenencias y acaparando comida. El Conde Von Iggleheim construyó un arca espectacular para recibir con garbo el fin del mundo. Pero cuando el calendario se tragó a la fecha de la predicción, el día llegó y no pasó nada, el terror de las masas se transformó en ira, los que habían vendido todo se sintieron estafados. Las turbas destruyeron propiedades y negocios, al Conde antes mencionado lo lincharon y cientos de personas murieron por la estampida de la turba.
Pero el mejor “laboratorio social” de versiones apocalípticas de la religión es los Estados Unidos. Harod Bloom, crítico literario, llama al fenómeno religioso estadounidense la “Religión Americana”, una simbiosis de espiritualidad, apocalipsis y nacionalismo. El “Big Bang” de la corriente apocalíptica en Estados Unidos fue el caso de William Miller, quién declaró que el juicio final sería el 3 de abril de 1843. Meses después que Miller hiciera esta declaración, en el año 1833, hubo una lluvia de meteoritos que iluminó el cielo nocturno, hecho que reforzó la profecía de Miller en las masas. Pero al llegar el día y no cumplirse la profecía, el movimiento millerista se dividió en varios macro grupos. Cada uno de estos grupos tiene hoy gran influencia en los Estados Unidos. De estos milleristas desilusionados, se formó “La Iglesia Adventista del séptimo día”, la cual cuenta con más de 14 millones de adeptos. Pero uno de los seguidores de Miller, Charles Taze Russel, pudo retrasar la fecha del Juicio Final hasta el año 1874. Pero cuando la fecha llegó otra vez para “testear” la predicción, el astuto Charles convenció a sus seguidores que sería una nueva fecha en 1914. Estos son lo que hoy se llaman los testigos de Jehová, que cuentan con más de 6 millones de fieles en Estados Unidos.
Por su alta recurrencia histórica, no es posible en este sucinto articulo hablar de todas las profecías del Fin del mundo. La actual histeria del año 2012 presenta lo que llamaríamos una “pareidolia intelectual”. La pareidolia es un fenómeno psicológico que se caracteriza por el uso de la imaginación humana para ver formas y señales en la naturaleza; como por ejemplo, ver formas en nubes que se hacen en el cielo. Esta misma imaginación se activa al ser estimulado el prejuicio de los creyentes con lenguaje simbólico. La pareidolia mental de los creyentes impulsa a sus prejuicios cognitivos a coleccionar coincidencias estadísticas naturales de los fenómenos sociales, para promocionar de esa manera sus creencias apocalípticas. Vemos como invaden la red con cadenas de presentaciones donde exponen datos estadísticos inconexos como seudopruebas de sus advertencias evangélicas. También observamos como los cuartetos de Nostradamus han sido interpretados de muchas formas según la época y la moda; la más reciente es la predicción del ataque a las torres gemelas, pero veremos si encaja mejor en otra futura acción. Esta histeria colectiva algunos canales internacionales de TV lo han nombrado el efecto Nostradamus.
Lo más preocupante de esta patología social es que estimula el fundamentalismo religioso, que por siglos ha vivido y hasta siente gozo espiritual con solo pensar en el fin de los tiempos. Los fundamentalistas religiosos en Estados Unidos tienen un poder económico respetable y han comenzado de previo su propio Armagedón. Una iglesia evangélica en Florida hace unos días llamó a celebrar el aniversario de los ataques del 9/11 quemando el “Corán”, libro sagrado de los musulmanes. Dicha iglesia pareciese que quiere ver cumplirse la profecía del 2012. Esta actitud de profecía autocumplida de las iglesias fundamentalistas norteamericanas es lo que las ha llevado hasta a apoyar al sionismo judío, pues la reconstrucción de su templo en Jerusalén es una condición de cumplimiento de la profecía que tanto desean.
Ya no son los astrólogos del renacimiento, ni los Miller del siglo XIX, son diferentes pero con el mismo mensaje y más tecnología. Ya no se está jugando con fuego sino con el poder del átomo y las armas bacteriológicas. Esta situación es lo que Sam Harris llama una “emergencia intelectual” en el mundo de hoy, pues saber que el 33% de los ciudadanos de una nación poderosa como los Estados Unidos están esperando con ansias la venida de Jesús junto con su Armagedón en el término de sus vidas; esta creencia contiene en sí el riesgo de autocumplirse en manos de los líderes fundamentalista ricos y con poder político. Es de urgencia llamar a un “armisticio interreligioso” donde el compromiso sería la tolerancia de respetar con tino “sagrado” las creencias del otro; lo cual sí sería un “milagro”, pues la religiones del Dios revelado no admiten competencia y piden en exclusiva la verdad absoluta, mientras tildan a las otras religiones de falsas.
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