Por: Francisco Quintanilla
Entender el fracaso del FMLN y específicamente de la cúpula que lo mal dirige, no puede remitirse su valoración únicamente a lo que ocurrió en las elecciones recién pasadas en El Salvador, sino que es necesario e ineludible remitirse a la década de los treinta del siglo XX, desde la fundación del Partido Comunista Salvadoreño (PCS).
En la evolución del Partido Comunista y sobre todo con la llegada a su seno del obrero, Salvador Cayetano Carpio en 1945 y su elección como Secretario General de dicho partido en 1964, comienza Cayetano Carpio a señalar que el PCS estaba constituido sobre todo por pequeños burguesas, es decir, por miembros de clase media: profesionales y estudiantes universitarios, y que, lo que menos existían eran miembros de la clase obrera y de su aliada principal, la campesina, que eran según Cayetano Carpio, fundamentado en la teoría marxista leninista, la clase revolucionaria por excelencia.
Pero aparte de señalar este defecto, que en su base constituía, desde ya, una deformación revolucionaria, señalaba, que el PCS era una estructura que rechazaba, que la vía por excelencia para llegar al poder era la armada, y que prefería el dialogo y actuar en el campo de las reglas y leyes implantadas por los que tenían el poder económico, político y militar, en lugar de entender que ninguna revolución puede hacerse por medio del diálogo ni en el campo de la legalidad, sino en el campo de lo ilegal y mediante la lucha armada.
Esta caracterización de dicho partido, llevaron a Cayetano Capio, a decepcionarse del PCS, y a tomar la decisión de abandonar sus filas e impulsar la creación a inicios de la década de los 70 del siglo XX, de las Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Martí (FPL).
La creación de las FPL, así como su horizonte y su metodología de abordaje de la realidad social, económica, política y militar, estuvo guiada al menos mientras fue parte de ellas Cayetano Carpio, es decir, el Comandante Marcial, por la teoría revolucionaria Marxista Leninista.
Esta teoría orientó al Comandante Marcial a concebir: primero de que las FPL deberían estar constituidas fundamentalmente de elementos surgidos de las clases revolucionarias por excelencia, la obrera, y segundo de que sólo la vía armada, es la vía por la cual se llega a la toma del poder para impulsar los cambios estructurales en una determinada sociedad, y que si se le daba cabida a la vía del dialogo-negociación debería ser nada más una vía complementaria a la vía político-militar, y no a la inversa, como lo sostenía, la dirigencia del PCS, o como lo sostendría años posteriores, la Comandancia General del FMLN, a excepción del Comandante Marcial.
Por esta razón, el Comandante Marcial, constituía la piedra en el zapato, que más que piedra era una tremenda roca, que impedía, en la década de los 80, a los demás miembros de la comandancia general del FMLN e incluso buena parte de la dirigencia de las FPL, lograr sus propósitos mediante una estrategia antirrevolucionaria.
Eliminado el Comandante Marcial el 12 de abril de 1983, bajo el escenario creado por los demás miembros de la comandancia general del FMLN y de buena parte de la dirigencia de las FPL, de un supuesto suicidio, por haber sido cómplice del asesinato de la Comandante Ana María (Mélida Anaya Montes), se quitaba del camino, esa enorme roca revolucionaria, que constituía el principal estorbo para negociar a nivel internacional y nacional, la sustitución de la estrategia político-militar por la del dialogo-negociación, que les permitiera convertirse en partido político y con esta herramienta y desde esta trinchera “luchar” para llegar al poder.
La Comandancia General del FMLN y la dirigencia de las FPL, celebraron con mucho ímpetu y algarabía, la muerte, la desaparición física, del Comandante de estirpe obrera, a tal grado, que desde 1983 para acá, se han pretendido obviar y borrar de la memoria histórica revolucionaria del pueblo salvadoreña, la existencia de Marcial, de Salvador Cayetano Carpio y de su legado revolucionario.
Pero en el proceso dialéctico, de confrontación entre el olvido y el recuerdo, entre el odio y el amor, en esa lucha, entre más se intente olvidar y odiar a alguien, sobre todo de la estirpe del Comandante Marcial, más se recuerda, más se quiere, más se le necesita, hoy más que nunca.
La marea, pronto está sacando a la superficie y a la costa de la historia revolucionaria salvadoreña el legado de Marcial; legado desde el cual se puede ineludiblemente evaluar el proceder y accionar de la actual dirigencia del FMLN.
Las dos grandes críticas que Marcial señaló con mucha fuerza revolucionaria, primero al PCS, y después al FMLN e incluso a su propia creación de las FPL, de que estaban constituido en su mayoría de pequeños burgueses y no de la clase revolucionaria y que admitían que el dialogo-negociación fuera la estrategia central a la cual debería supeditarse la estrategia político militar, se han convertido en la marea inquisidora de los dirigentes del autollamado partido de izquierda.
Hoy esas críticas, resuenan como grandes turbulencias, que desde las entrañas, señalan con el dedo inquisidor, a todos aquellos que lo cuestionaron y lo condenaron como desviado ideológico, a todos esos miembros de la Comandancia General, hoy cúpula dirigente del partido político del FMLN, como los responsables mayores de haber, no sólo de utilizar para beneficio personal el sufrimiento y la entrega revolucionaria de muchos que cayeron en combate en aras de un sueño, como era ver un país realmente libre, justo y soberano, sino también de ser la imagen invertida de lo que es y debe ser un revolucionario, además, de ser y de padecer de la máxima desviación ideológica y política, y de ser ellos la imagen viva de lo que acusaron al Comandante Marcial; traicionaron con su forma de proceder, actuar y vivir, a la revolución, a la patria, al pueblo sufrido y esperanzado.
Llegaron al poder político, por medio de la vía electoral, cuyo antecedente fue la vía del dialogo-negociación. Llegaron para enriquecerse, para convertirse en la viva imagen de lo que supuestamente combatieron en las décadas de los 60, 70 y 80, unos burgueses más; burgueses con caite, pero al fin burgueses.
El haber pasado del escenario político militar al de la vía electoral, el haber pasado de las montañas a los curules de la Asamblea Legislativa, o a las oficinas de la Casa Presidencial, o a las de algún Ministerio, el haber pasado de aguantar hambre a los hoteles cinco estrellas, los anonadó, no en el sentido religioso del despojo, sino en el sentido, de que se dejaron deslumbrar y encantar por las mieles de las comodidades del capitalismo neoliberal.
Los máximos dueños del gran capital internacional en conjugación con los burgueses y acaudalados de El Salvador, en el campo político, utilizando la estrategia de las comodidades capitalista y del dinero, derrotaron fácilmente a los que encandilaron la bandera y la antorcha de la revolución en las décadas de los 60, 70 y 80. De hecho, en este escenario, derrotarlos fue más fácil, ya que en su antesala, está su condición de ser pequeños burgueses. Aquellos que acusaron al Comandante Marcial de desviado ideológico, resulta que la marea de la historia salvadoreña los reveló, poniéndolos al descubierto como los que realmente eran los desviados ideológicos.
La derrota del FMLN, en las elecciones recién pasadas en El Salvador, no sólo fue una derrota de este partido (esto sería poco), sino que es un tremendo indicador, del daño que la cúpula del FMLN le ha hecho al proceso revolucionario, al concepto de izquierda, a la utopía revolucionaria que el pueblo mayoritario albergaba como el máximo y divino tesoro en su conciencia, a sus esperanzas, a la credibilidad que la imagen ideal de un partido de izquierda y de un revolucionario generaba en la conciencia popular. Hoy por más que haga el actual Vicepresidente de la República en su último año de gobierno, el daño anteriormente señalado, ya está hecho.
Al ver el pueblo salvadoreño, que el partido que se autodenominaba como revolucionario, así como su cúpula, en la práctica, mostraron y continúan mostrando que no hacen la diferencia de los partidos de derecha, que son y siguen siendo más de los mismo. Este tremendo golpe o impacto ha causado grietas y heridas enormes en el pueblo salvadoreño, que será muy difícil que sanen a corto plazo, pasaran no sé cuánto tiempo, años o décadas, para mal de este pueblo, para que él, vuelva a creer en una estirpe de movimientos y personas que se denominen revolucionarios.
Este daño, causado al pueblo salvadoreño y al concepto de izquierda, sobre todo por la alta dirigencia del actual FMLN, si bien es cierto, es muy probable que no sea irreversible, si es cierto, que es y será muy complicado y difícil de superar. El pueblo ha quedado profundamente desencantado, no sólo con la forma de gobernar plagado de muchas deficiencias, incapacidades y corrupciones, sino también con el estilo de vida de los excomandantes guerrilleros, que en nada refleja la forma de vida de un auténtico revolucionario, sino por el contrario de auténticos acaudalados, burgueses.
Incluso este daño causado, me atrevería a decir, que rebasa las fronteras de la historia nacional y se extiende a la historia de los procesos y movimientos revolucionarios latinoamericanos.
La derecha ni lenta ni perezosa ya comenzó y continuará sacando raja política a estas desviaciones ideológicas y políticas, que siendo más radical, no son desviaciones, porque esto supone que los que se desviaron algún día anduvieron por el camino correcto y predicaron con la acción, con la praxis, lo que predicaron con la palabra; al revisar muy a fondo y sin fanatismos, lo que pasó al interior del llamado Frente Histórico, resulta que quienes realmente se rompieron en el frente de batalla fueron en su mayoría de los mandos medios para abajo, la alta dirigencia en su mayoría, estos veían las batallas desde lejos, ya sea residiendo en el país o con frecuencia fuera de éste.
Autodenominarse guerrillero, marxista o comunista era y es relativamente fácil, pero serlo es sumamente difícil. La categoría de marxista o comunista es tan profundamente exigente como es la categoría de cristiano.
Así como es fácil o relativamente fácil, autodenominarse marxista, comunista o cristiano, también no es nada fácil ser marxista, comunista o cristiano. Como dice el saber popular, “del dicho al hecho hay mucho trecho” o “el papel aguanta con todo”. Lo que no aguanta con todo es la praxis, la acción. Es en la praxis, en los frutos de la acción, donde se debe demostrar no sólo así mismo, sino también a los demás que se es lo que se dice que se es. Sin caer en una concepción maniquea, entre el ser o no ser, no hay medias tintas, o se es o no se es.
La alta dirigencia del FMLN actual, su discurso fue y es con frecuencia revolucionario, marxista, pero su praxis ha reflejado la antítesis de ese discurso, es decir, ha sido la configuración y confirmación de lo opuesto a ello, han sido hasta ahora, además de reaccionarios en algunos casos y reformistas en otros casos, grandes acaudalados.
Habría que hacer una investigación profunda y exhaustiva sobre el impacto negativo que ha tenido la forma de gobernar del FMLN en sus dos gobiernos presidenciales y el estilo de vida antirrevolucionarios que ha tenido su cúpula y sus gobernantes, en el concepto de izquierda que tenía la población salvadoreña que soñaba con una sociedad radicalmente distinta a la que se tiene, en sus utopías revolucionarias y en los procesos revolucionarios acá en El Salvador y en América Latina.
Por lo pronto, no queda otra, que los que creemos todavía en utopías revolucionarias, seguir trabajando a paso y fuego lento, en la construcción de un nuevo sujeto de la historia que exprese y represente con dignidad todas las aspiraciones revolucionarias de este pueblo y de revolucionarios como Salvador Cayetano Carpio, y como muchos reales revolucionarios que cayeron en combate, soñando por la construcción de una patria libre, soberana y con justicia social. Esta es una enorme, sumamente difícil e ingente tarea que no se puede ni se debe postergar más.
San Salvador, Centroamérica, 11 de abril de 2018.