El Estado de la Felicidad

Jaime Richart (especial para ARGENPRESS.info)
Recopilado y arreglado por BetotroniK

estadodebienestar La sociedad mundial que pesa y mide (no sólo los gobernantes) ha tirado por la borda el Estado del Bienestar, que, por cierto, tampoco ha alcanzado nunca a todos, y menos por igual.

Parecía que ese estado de ensueño era “la meta” y no había quién conceptualmente la superase. Pero resulta que el 2011 se perfila como el Estado de Felicidad aunque tampoco llegue a todos los que se sienten desgraciados por razones morales. Con este año que empieza mañana, llega la Felicidad para quien la quiera. Porque la felicidad no depende más que de cada cual y del ánimo que uno a sí mismo se genere.

El Estado de Felicidad no depende nadie, ni son los otros los que nos lo procuran. Los demás tienen muy poco que ver con él y con nuestro bienestar. Aviado va quien crea que su bienestar ha de llegar desde fuera, que su felicidad se la han de suministrar los demás: la pareja, los hijos, el jefe, los compañeros de trabajo, los amigos o la oficina de desempleo… y en último o primer término, el dinero. Todo depende de nosotros. Yo recuerdo haber oído de niño a mi madre hablar de unas amigas suyas que en plenos bombardeos de Valencia en el año 38 (donde y cuando yo nací) la juerga que se corrían era monumental. Es cierto que los nervios influían en aquel estado de gracia, pero el talante y la propensión a tomarse la vida como algo relativo y no demasiado serio influye decisivamente en nuestra existencia y desde luego en nuestra suerte.

Sin desdeñar, por supuesto, la necesidad del dinero al menos para satisfacer las necesidades básicas, lo cierto es que se han hecho artificialmente imprescindibles muchas necesidades que antes no lo eran. Pero no hemos de perder jamás de vista el hecho de que si miles de millones de personas en el mundo son adictas al coche, al móvil, a la televisión y a las copas del fin de semana, otros miles de millones en el mundo carecen de todo eso. Ni hemos de obviar que otros millones, pudiendo tenerlo, renuncian a todo eso voluntariamente porque ven en la vida sencilla y en el elevado pensamiento las condiciones más favorables para no padecer en su existencia los embates de la voluntad de otros. Hay infinidad de dichos y proverbios que nos recuerdan que no es más feliz quien más tiene sino quien menos necesita. Y esta sociedad, tanto en el plano colectivo como en el individual está pidiendo a gritos un golpe de timón de los conceptos generales de la existencia material y metafísica.

La clave, pues, de un Estado de Felicidad está en hacer borrón y cuenta nueva de los valores materiales que la sociedad encanallada occidental viene sembrando a lo largo de casi cien años, y pensar en vivir lo más posible ajenos a ellos. No valen lo que nos dicen que valen, y el valor que les asignemos sabemos por experiencia que es sumamente pasajero y de poca monta.

Rescatemos, pues, la Felicidad, una palabra y un sentimiento que hace una década ha sido desplazada por el placer, por la materialidad del momento y por un materialismo apabullante y necio.

El año 2011 ha de ser el año de la Felicidad aunque el mundo sea venga abajo. Sólo depende de nosotros. La mejor, y quizá única, manera de enfrentarnos al capitalismo es despreciando sus muchos, tontos y miserables señuelos. Ya que de la política, de la economía y del poder no podemos esperar cambios que no sean para peor, cambiemos nosotros: ni siquiera el día antes de morir es tarde para empezar a vivir de nuevo…

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