El centro capitalino de muchas ciudades latinoamericanas constituye no solo un espacio comercial, sino que además es el centro neurálgico de la vida cultural, artística, intelectual, y bohemia de la nación, algunas ciudades suramericanas tienen famosos centros históricos que son lugares de visita obligados para cualquier turista nacional o extranjero.
Sin necesidad de ir tan lejos, uno puede visitar San José, Costa Rica y se da cuenta de que en realidad la ciudad capital de los Ticos no es el champerío lleno de gallinas en medio de palmeras y cocinas de leña ahumando a los transeuntes que Steven Spielberg nos presentaba en la película Jurasic Park, sino que es una urbe bien estructurada con una zona peatonal llena de restaurantes, cafés al aire libre, comercios, museos, teatros, que le confieren el estado de ser una ciudad llena de movimiento comercial y de vida cultural.
Las ventas populares o callejeras están restringidas a los mercados y zonas creadas especialmente para ello, de tal manera que la circulación por las peatonales de San José, es además de segura, fluída y agradable.
A manera de paréntesis debemos mencionar que en relación a la imagen con que el “cine” norteamericano «mira» a nuestros pueblos latinoamericanos, nos daría tema para un post completo, ya que por poner otro ejemplo: Todos estarán de acuerdo de que así como es falsa la imagen de San José en la afamada película de Spielberg también es falso que los guerrilleros salvadoreños pelearon la guerra civil a caballo, y peor, en una capital Salvadoreña que parecía sacada de las imágenes de la revolución mexicana, como lo presenta Oliver Stone en su pelicula “Salvador”, que ni tuvo la gentileza o mas bien el conocimiento necesario para poner el nombre verdadero de nuestro pais.
Pero volviendo al tema que nos interesa, a raiz de los últimos incidentes protagonizados por supuestos vendedores callejeros y fuerzas del Cuerpo de Agentes Metropolitanos (CAM) apoyados por la Policía Nacional Civil que culminaron con la destrucción de los vitrales del Teatro Nacional, Palacio Nacional, saqueo de varios negocios y destrucción de semáforos y otros inmuebles.
Debemos poner en primer lugar los antecedentes históricos que nos han llevado a tener uno de los peores centros capitalinos, quizá del mundo entero.
En nuestro país el centro capitalino contaba con los elementos para poder ser considerada una zona viva de comercio y cultura, pero desde finales de la década de los setenta, los grandes consorcios económicos aparecieron con el denominado “Centro Comercial “o “Mall” que vino a cambiar el concepto urbano de la población y como resultado o mas bien como daño colateral de esta tendencia se llegó a la degradación del Centro Capitalino como eje del comercio, entretenimiento y cultura ciudadana.
El Arquitecto salvadoreño Jorge Regazzoli, escribió un interesante artículo titulado: “Los centros comerciales y su impacto en la ciudad”, en los que expone claramente la visión consumista y segregadora de la estructura urbana de las ciudades, siguiendo el patrón estadounidense de “ciudad expandida” que se enfoca en crear entornos sub-urbanos alejados de la ciudad en los que el “Mall” se convierte en el cenro neurálgico del comercio y la distracción popular.
Esto favorece a las empresas constructoras e inmobiliarias que normalmente conforman grupos empresariales que cubren desde la compra y venta de terrenos hasta la administración de los grandes “Malls” que usufructan a los diversos comercios el alquiler o “venta” de espacios para sus instalaciones, almacenes, restaurantes, tiendas, etc.
Se vende entre la población el concepto y la idea de que los Centros Comerciales son lugares seguros, limpios, cercanos y… públicos… aunque en realidad no lo son para todo el mundo.
De esta manera la gente, que es vista por los grandes consorcios como potencial “Consumidor” emigra hacia los Malls, abandonando al Centro Capitalino, quedándo este a la deriva y degradándose poco a poco hasta convertirse en lo que tenemos hoy como Centro, Histérico…perdón…Histórico de San Salvador,
Este abandono del centro capitalino derivó en la mutación de la zona que no perdió su posición como lugar de vida comercial, pero que con la invasión y asentamiento de la venta ambulante a raíz de la peatonización de ciertos sectores de la ciudad, proceso que se inició durante las gestiones de Napoleón Duarte como alcalde, que en un afan de crear una zona peatonal similar a las de las famosas urbes suramericanas, sin el debido control sobre el comercio informal convirtieron al centro de San Salvador en un enorme mercado callejero sin reglas ni controles.
Las condiciones de pobreza y desempleo, así como lo insuficiente que desde siempre ha resultado el salario mínimo legal en nuestro pais, para cubrir las necesidades básicas de una familia promedio, llevaron a que buena parte de la población optara por el comercio informal como medio alternativo de subsistencia, incrementando exponencialmente el número de puestos callejeros e inundando prácticamente todo lugar disponible en el centro histórico con la consiguiente degradación de la zona.
A esto se le sumó una perenne campaña mediática de desprestigio al centro capitalino, como lugar feo, sucio y peligroso; de hecho lo era pero no en los niveles que se presentaba, que buscaba mover al consumidor hacia los incipientes y grandes Centros Comerciales que se convirtieron en las nuevas «zonas vivas» de la capital.
De esta manera el Centro de San Salvador se convirtió desde los últimos tiempos de la presidencia de Napoleón Duarte en un oscuro y nada recomendable lugar, nido de negocios de dudosa reputación, muchas veces al margen de toda ley.
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