Pues bien después de cuidarme según yo fui uno de los desafortunados con el incierto diagnóstico de paciente sospechoso de Covid 19, todo comenzó el 13 de junio ese sábado por la noche tuve fiebre con dolor de cuerpo, dolor de cabeza y diarrea que continuó todo el domingo, el lunes en la mañana fui a la comunal donde me dieron esa semana de incapacidad con medicamentos, la semana siguiente persistieron los síntomas por lo que el siguiente lunes fui de nuevo donde me volvieron a incapacitar. El jueves 16 ya tenía cansancio por lo que me decidí ir al Hospital Médico Quirúrgico (HMQ), el médico que me atendió consideró prudente ingresarme, pues la enfermedad iba evolucionando hacia la gravedad, fui internado el viernes por la mañana, la enfermera me colocó catéter y comenzó a proporcionarme los primeros medicamentos: Anticoagulante, esteroides, antibióticos, alergénicos, antiretrovirales. El lugar donde estuve lo llaman sala de distress respiratorio, es un cuarto que se encuentra frente al parqueo del HMQ, es una sala grande en el que habían ya cuatro pacientes ingresados, a mi costado izquierdo dos señoras una de ellas en franca agonía, la otra una señora mayor de unos 93 años, con reservorio de oxígeno, también se veía bastante mal, a mi costado derecho dos hombre uno de ellos de unos 54 años, no podía levantarse y de cuando se quejaba de dolor, casi no comía, el último más joven con insuficiencia renal, todos con sospecha de Covid 19, esa misma madrugada del sábado falleció la primera mujer, en la tarde de ese mismo día llevaron a otro paciente joven, venía grave y lo iban a entubar, en la noche durante el procedimiento el paciente falleció, la abuelita murió el domingo. Posteriormente fueron ingresados dos pacientes nuevos, uno de ellos un tipo bastante sencillo le colocaron el catéter y el oxígeno pues estaba saturando abajo de los 90, luego al segundo señor que era mayor y de otra condición social, ambos se mostraban bastantes renuentes, se quitaban el oxigeno, el menor incluso se arrancó el catéter, andaba con pamper y se paseaba por todo el cuarto, nuevamente le colocaron el sello y el oxigeno, el que no tardo en quitárselo de nuevo, posteriormente lo amarraron a la camilla por su propia protección, se soltó arrancándose por tercera vez el catéter y nuevamente lo amarraron se mantuvo algo tranquilo, el otro señor se quejaba y también se quitaba el reservorio de oxigeno a pesar de su baja saturación. El lunes por la mañana el primero se volvió a soltar, se envolvió en una sábana y se fue a perder dentro del HMQ, el segundo señor se vistió salió por la puerta al parqueo y de allí a la calle, no se dieron cuenta los vigilantes, como a las dos horas regresaron al que se había ido al hospital lo prepararon y luego se lo llevaron a otro sitio, ese lunes llegó otra señora junto al señor que se quejaba del dolor eramos los que quedábamos, el martes vaciaron el cuarto yo fui el último en salir, me trasladaron al Hospital La Ceiba, antiguo hotel siesta.
Trabajo en un hospital especializado de la red que trata a pacientes de cierto tipo de enfermedad y quienes reciben tratamientos penosos, es obvio que fue mi fuente de contagio un jefe me confirmó que unos seis pacientes habían dado positivo a Covid 19 de los cuales incluso algunos ya fallecieron, yo ví a muchos de ellos y a pesar de los cuidado personal pues caí con la enfermedad, el impacto de cambiar de roll, de estar de un lado de la cama a estar en la cama es duro, aunque mi experiencia hospitalaria me ayudo para lidiar a lo que vendría. Lo primero que me propuse fue no importunar al personal de salud con preguntas de ¿cuando voy a estar bien?, ¿cuando me darán el alta?, esas situaciones no dependen del médico, si no de uno mismo, es decir de como responda mi propio cuerpo, todos tenemos singularidades unos se levantan más pronto, otros tardan más incluso los hay que no lo logran, otra disposición que tuve a bien seguir fue el ser obediente, seguir las indicaciones del personal de salud. La lucha iba a ser ver un nuevo día, cada día que pasaba era una pequeña batalla ganada de una larga guerra por la recuperación, mis expectativas serían lo más realistas posible, no dar por sentado nada, sabía que podría ir mejorando o incluso empeorar, dejé que quienes se preocuparan por mi salud fueran los médico y enfermeras, mi única preocupación era estar lo más cómodo posible dentro de las circunstancias. La hospitalización resulta muy angustiante, sobre todo cuando no se tiene certeza de como puede evolucionar la enfermedad, por lo que uno de las primeras cosas que se debe manejar es el temor, el miedo puesto que si este se sale de control puede provocar toda una serie de reacciones como la angustia, el estrés, pánico, ansiedad, fobias etc. Hay cosas que se pueden hacer o modificar, pero también situaciones que están fuera de nuestro control, si uno se orienta hacia el pasado a lo que pasó, lo que no sucedió, lo que pude hacer, lo que no hice, esto me lleva rumbo a la tristeza y de ahí un paso a la depresión. Por el contrario si me enfoco en el futuro, en lo que puede pasar, lo que puede suceder o no, me llena de incertidumbre y esto me puede hacer caer en la ansiedad con todas sus consecuencias y puesto que no existe una máquina del tiempo que me lleve hacia atrás para cambiar o modificar el pasado y por lo mismo tampoco para ir al futuro, lograr el equilibro es ubicarse en el ahora, el momento que vivo, desde esa posición si puedo hacer algo, mucho o poco no importa, vivir el día a día genera un equilibro, una estabilidad.
Muchas personas suelen ser muy melindrosos con la alimentación, al principio comencé a comer sin apetito, me había modificado el gusto, en un momento pensé que era por tanto medicamento, ahora pienso que era otro síntoma del padecimiento, la comida resulto no ser tan mala como imaginaba, la mayor parte del tiempo comía con hambre y en la mayoría de las veces dejé el plato limpio. En este lugar el inconveniente fue que prácticamente solo nos daban dos tiempos de comida, una vez nos llevaron desayuno. Había llevado pocas cosas personales, cepillo, chancletas, el celular pero sin cargador, esto me obligó al principio racionar el uso del mismo, hasta que finalmente se agotó la batería.
El martes me llevaron al Hospital de la Ceiba, originalmente este hospital estaba destinado a ser un centro de cuidados paliativos, donde internar a pacientes en sus últimas fases de vida para darle la atención adecuada. Por ahora se utiliza para tratar pacientes covid 19, relativamente estables. Me ubicaron en el lobby donde tenían a los pacientes más delicados, me acostaron en una camilla, la incomodidad de ese lugar es que no tiene baños, por lo que para las necesidades utilizábamos “patos” o “pichiches” en ese lugar había más personal y lo mejor es que pude cargar el teléfono me prestaron un cargador, pude nuevamente comunicarme con la familia y los conocidos, aunque siempre racionando el uso del móvil para no agotar la bateria, al siguiente me bajaron a un cuarto del hospital.
El cuarto es de dos camas con un baño, estas camas no son de hospital y están nuevas, no les han quitado el forro de plástico todavía, conseguí dos almohadas, la idea es que el paciente este relativamente estable para realizar sus tareas, limpiar el cuarto, cambiar la ropa de cama, el personal solo entra por momentos para auscultar al paciente o para darle medicamentos, en ocasiones pedían que uno saliera a la puerta del cuarto para tomar los signos vitales, lo demás del tiempo lo dejan a uno tranquilo, la alimentación mejoró, nos llevaban los tres tiempos, era muy variada, no se repetían los platos sino al tiempo. El paciente que estaba en el cuarto lo habían vuelto a subir al lobby por su baja saturación, por lo que los primeros días estuve solo. Había aire acondicionado en realidad fue un descanso llegar ahí. Un día colocaron dos cadenas para sujetar tambos de oxígeno.
Cuando no hay dolor, ni fiebre, ni diarrea u otro malestar con lo único que hay que pelear es con el aburrimiento pero eso resulta más fácil, un día mi sobrino me envió un paquete en el que venía un cargador, posteriormente me hicieron llegar el cargador original de mi teléfono, por lo que pude utilizarlo de manera completa, mi hermano mayor me había enviado un libro, pero tengo problemas de visión, la letra pequeña me cuesta leerla, sin embargo en el celular es diferente, tengo gran cantidad de libros en formato epub, los cuales pueden ser configurados al gusto de uno, tengo lo que considero el mejor lector de libros, el programa Moon Reader (valga la propaganda) lo cierto es que el móvil me expandió el universo pude leer, comencé con algo ligero Monte Casino de Sven Hassel, un batallón disciplinario que combate al sur de Italia, se fue en dos días, luego divertimento de Julio Cortázar, una novelita corta donde un grupo de amigos vive como puede en tertulias donde discuten temas de literatura, pintura, en un clima que se va haciendo más mágico y fantasmagórico, luego le tocó el turno a El Examen del mismo autor, con tópicos similares al anterior, por último estaba ya listo para algo más denso, me releí Duna de Frank Herbert, lo que vino después fue Rayuela siempre de Cortázar. Otra ganancia con el móvil fue la música, pude llenar el enorme espacio vacío del tiempo hospitalizado con la música. Otra ganancia que tuve fue que pude ver noticias ponerme al día de la situación nacional e internacional, aunque acá cuidando de no saturarme de información que pudiera comprometer mi salud mental.
Pase un par de día solo en el cuarto, al vecino había requerido oxígeno y lo habían subido al lobby luego lo bajaron al cuarto, por darle un nombre lo llamaré Miguelito para proteger su privacidad, era un típico Salvadoreño, de unos 65 años de edad, ya tenía casi el mes de estar ingresado, primero en el Hospital General, luego a la Ceiba, humilde, sencillo, un “hacelotodo” en su vida había trabajado de vendedor ambulante, albañil, un tiempo en una institución del estado donde quedó cesante cuando la privatizaron y en la actualidad obligado a seguir trabajando, es beneficiario de su esposa con quien vive “camas separadas”, tiene muchos hijos, con la señora y fuera del matrimonio aunque siempre les ayudo a todos, les dio el apellido, tiene numerosos sobrinos, nietos y familiares, pasaba gran rato hablando con todos, cuando descansaba el móvil hablaba conmigo, tuve que darle algo de psicoterapia un tanto encubierta, el hombre ya estaba desesperado, finalmente un miércoles le dieron el alta, todavía me habla de vez en cuanto para saludarme, por una curiosa asociación que desconozco terminó llamando don Alfredo, no lo he desengañado. El segundo vecino que tuve es un señor mayor de unos 83 años de edad, tenía cierto impedimento para caminar, llegó con dolor de vientre, con estreñimiento, el problema era que se supone que a ese hospital internan pacientes autosuficientes, en todo caso me toco ayudarle para alcanzarle las cosa, su comida, la muda de ropa y otras cosas, al principio comía poco, estuvo unos dos días, platicaba menos, también me tocó darle un poco de apoyo psicológico, un jueves le dieron el alta. El tercer vecino es un hombre de unos 54 años casado y con varios hijos, venía con una luxación probablemente en el hospital se contagio de la enfermedad, cuenta que sentía que se le cerraba la garganta, cuando llegó al General perdió el conocimiento despertó con oxígeno, posteriormente lo llevaron al Hospital de Amatepec donde permaneció un tiempo y luego a la Ceiba, venía bastante recuperado, hace poco le habían retirado el yeso, por lo que también presentaba limitaciones para su desplazamiento, lo estuve ayudando alcanzándole las cosas, es fanático de la tecnología, tiene colección de gadget tiene varios masajeadores, varias palm, tablet, aparatos de sonido y quien sabe que más, también pasaba hablando por teléfono, se fue un sábado. Los tres eran evangélicos y “Bukelianos”, pero igual bastante amenos. Un aspecto importante en el proceso de recuperación es la red de apoyo que se pueda tener, al principio limité mi comunicación con pocas personas de mi entorno mas familiar, después pude comunicarme con un grupo mayor, el saber que mucha gente esta pendiente de uno es gratificante, esto porque las condiciones de la enfermedad no permiten tener visitas, lo cual con el tiempo de estar hospitalizado podría generar malestar. Otro punto que es de vital importancia es la espiritualidad, hay que entender que esta no se refiere solo a religión si no que la abarca, la mayoría de las personas Salvadoreñas se identifica como cristianos independientemente de su afiliación religiosa, la espiritualidad resulta un recurso poderoso que incluso en momentos más obscuros le dan un soporte al la persona sufriente, hay aspectos que nos lleva a la trascendencia, el sentido de nuestra vida, lo que responde a la pregunta ¿para que estamos acá? ¿cual es nuestro papel en la vida? ¿porque estoy viviendo esto?, la finalidad uno la encuentra o la provoca, ¿porque fui el último en tener el alta de los tres compañeros de cuarto? Dos de ellos necesitaban un poco de apoyo psicológico, los dos últimos por sus limitaciones físicas además requerían de apoyo para alcanzarles las cosas, ¿será por eso que el universo o lo que sea me mantuvo ahí unos días más? No se, no lo creo, sin embargo me gusta la idea, le da sentido a lo que viví y el tiempo hospitalizado no fue un tiempo muerto . En mi última etapa volví a quedar solo, durante la hospitalización me controlaron todos los síntomas, el inconveniente fue la saturación del oxígeno, por momento se encontraba en unos 94, 95, pero me bajaba a menos de 90 unos 84 a 85, en dos ocasiones me volvieron a poner el oxígeno, cuando me lo quitaron finalmente durante uno cuatro días estuve saturando de 92 a 93, hasta que el médico consideró no óptimo pero aceptable estaba fuera de peligro y se decidió por mi alta. Tengo varios días de estar en casa, aun en aislamiento para protección de la familia, una cuarentena más amable, tuve mucha suerte de no complicarme en mi salud, me canso menos, hago un poco de ejercicios, he ampliado las actividades que puedo realizar, la vida continua, mientras que la enfermedad avanza, el sistema de salud esta desbordado, es sorprendente el trabajo que realizan el personal de salud que está en primera línea, cargan su traje de astronautas hecho de plástico bajo un calor sofocante, les cuesta ver por las caretas que llevan en el rostro, de por si el trabajo de las enfermeras es agotador en condiciones normales, con esos trajes se vuelve todavía más pesado, viven con el temor de infectarse ellos y a sus familiares y aun así no desisten en su afán de atender a cada paciente, los médicos, los auxiliares de servicio, las trabajadoras sociales y todo el personal de salud involucrado no habrá palabras suficiente para agradecerles su apostolado, en todo el tiempo que estuve, no mostraron actitudes de menosprecio a sus pacientes.
La pandemia avanza habrá que extremar las medidas de protección, la mayoría de las personas logran salir adelante, pero no hay que tentar la suerte, son demasiados los que mueren a diario con el diagnóstico de “neumonía atípica” o “sospecha de COVID”. Cuídense y cuiden a sus familias.
RECURSOS CONTRA EL COVID:
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