Luis G. Valdivieso[1]
Taller Profesional de Cine y Televisión |
Cuando te reúnes con amigos para disfrutar conversando, y entre idas y vueltas a diferentes temas surge el del cine (tema obligado porque es un estigma que me acompaña desde mi adolescencia), surge a una sola voz desde el resto de conversadores una pregunta instantánea, ¿el cine salvadoreño existe?
La polarización se hace presente cuando se trata de dar respuesta a esa pregunta. Unos, ateniéndose al hecho histórico de lo realizado desde los primeros años del siglo XX hasta nuestros días, defienden con ahínco su existencia. Otros, guiados por un escepticismo casi militante o un realismo indomable, descartan su existencia. Ante la enorme distancia que hay entre las dos posturas se pudiera concluir, para dar respuesta a la pregunta coreada al unísono por los amigos, que no hay los suficientes elementos que permitan hablar de una cinematografía salvadoreña bien sustentada.
Lo curioso, a pesar de la educación social que nos lleva a elegir entre los extremos sin dar opción de abrir caminos hacia otras alternativas, es que ambas posturas señaladas unas líneas antes tienen su parte de razón, se ha hecho algo de cine pero sin ninguna continuidad, generándose tan grandes vacíos en el tiempo que no podemos hablar de una cinematografía consistente, sino más bien de unos intentos personales, algunos valiosos, desarrollados con escasísimos apoyos y recursos. Desgraciadamente la apuesta colectiva no se potenció en ningún momento, a excepción de algunos casos en la época del conflicto armado, y el cine es una creación de equipo.
¿Todo esto significa que es inviable en este país hacer que el cine sea una realidad? No, rotundamente no, siempre y cuando no nos dejemos llevar por una distorsión de la realidad. El Salvador tiene sus propios condicionantes, demográficos, sociales, económicos, que no pueden perderse de vista. Es desde esa realidad de la que se tiene que partir para crear el espacio que habilite la producción cinematográfica. ¿Podemos soñar en realizar 20 películas al año?, soñar no cuesta nada, pero ese es un sueño irrealizable, ¿y, entonces?, para empezar hagamos realidad que se puedan llegar a hacer al año un máximo de tres películas, ¿lo podemos hacer?, sí, siempre que se cuente con leyes estatales que lo favorezcan, con el apoyo de la empresa privada, con una formación continua y con la imprescindible unión de los profesionales, ¿para llegar a ese objetivo basta con esperar a que nos llegue todo dado por si solo?, en absoluto, somos los profesionales los que tenemos que conseguir a través de nuestro constante trabajo convencer, atraer y seducir a todos los agentes necesarios para llegar a la meta propuesta, ¿nuestro pequeño país, en extensión, tiene los suficientes espectadores para hacer sostenible está industria?, hay que decir que no, pero la industria salvadoreña se debe unir a las del resto de los países de Centroamérica, y entre todas formar la industria regional que al año puede proveer unas 25 películas y a eso ya se le puede llamar por su nombre, industria cinematográfica de Centroamérica. Basta con caminar hacia ello poniendo todas las fuerzas.
En estos diez años del nuevo siglo en El Salvador se está dando un fenómeno que nos obliga a pensar que construir una cinematografía propia no pertenece al mundo de la fantasía. Un impulso claro y contundente se está produciendo gracias a una joven generación con verdaderas ansias de expresarse en imágenes, que apoyados por profesionales en activo con trayectoria, están sacando adelante producciones muy alentadoras. Están siendo años de apuestas novedosas, conjugándose la formación, la producción y la incipiente unión de la profesión por medio de la Asociación salvadoreña de Cine y TV. Con todo ello se va abriendo el camino para establecer las condiciones de crecimiento profesional.
Se es consciente que el camino es arduo, hay que trabajar con dureza y entusiasmo para estar mejor preparados artística y técnicamente y conseguir con ello el máximo de calidad, ya que en este aspecto hay que llenar vacíos que todavía no conseguimos superar. Hay que ser más exigentes en lo que proponemos, en lo que realizamos y en lo que enseñamos, son asignaturas pendientes que se tienen que aprobar, ¡y con nota!, para seguir avanzando.
Si este impulso no se desvanece, podemos empezar a hablar de la existencia de una cinematografía salvadoreña, todo ello depende de que los profesionales no cejen en su empeño por construirla, solamente ellos la podrán hacer posible.
El cine es ficción, se toma la libertad de argumentar la realidad desde distintas miradas, con diferentes percepciones. Es a través de esas miradas y percepciones desde donde la realidad se hace ficción, y la ficción, realidad.
Cine salvadoreño, realidad y ficción. Construyámoslo.
¿Y los amigos de reunión, van a seguir extrañados?
[1] Director del Taller Profesional de Cine y Televisión de la Escuela de Comunicación Mónica Herrera. Cineasta español, director, guionista y asistente de dirección en diversos proyectos cinematográficos y televisivos en España, Estados Unidos y Centroamérica. Miembro de la Asamblea de Directores y Realizadores Cinematográficos y Audiovisuales Españoles (ADIRCAE); de la Academia de la Artes y las Ciencias Cinematográficas de España.
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