(Esta es una reflexión inconclusa que escribí en Octubre del 2009, por alguna razón se me traspapeló en la computadora, hoy la encontré y creo necesario publicarla, pues tiene valor de remembrar la historia reciente)
Cuando Elías Antonio Saca asumió la candidatura presidencial en 2003, el partido ARENA sufría un significativo deterioro. Por una parte había tenido magros resultados en las elecciones legislativas y de alcaldes de los años 2000 y 2003; por otra parte, el Presidente Francisco Flores había mostrado poco interés en el partido.
Unas semanas antes de su nombramiento como candidato, habían surgido varios precandidatos, entre ellos se destacaba Armando Calderón Sol que ya había montado casa de campaña. Para la vicepresidencia aparecía Silvia Aguilar como favorita de las bases areneras.
Pero de pronto vinieron las omnipotentes voces del gran capital salvadoreño, en pocas horas sacaron a Armando Calderón de la jugada. Les costó un poquito mas quitar del camino a Silvia Aguilar, pues tuvieron que usar la prensa para recordarle que había comprado su titulo de abogado en una universidad salvadoreña. En pocas horas los amos del país impusieron a Elías A. Saca y a la Sra. Vilma de Escobar. Ambos, empleados de confianza de los poderosos grupos de poder económico.
El mismo Saca lo comentaba muchas veces en privado cuando estaba en la presidencia, que le habían entregado un partido destruido, hecho pedazos por la indiferencia de Paco Flores y él lo había levantado. El actual ARENA le costaba mucho esfuerzo y dinero, y por tanto era su propietario.
Pero además el período presidencial de Saca fue el de las transformaciones del control de la propiedad de las grandes empresas generadoras de la riqueza económica. Los bancos dejaron de ser de las grandes familias y pasaron a ser propiedad de las transnacionales financieras. Grandes empresas símbolos de la economía nacional como la Constancia, Cemento CESSA, Cemento Maya, etc. pasaron también a ser propiedad de grandes transnacionales. Otras empresas ya habían emigrado años antes, como es el caso de las dos tabacaleras, la ADOC, etc. se habían instalado en otros países de la región centroamericana.
Durante este período presidencial de Saca, muchos poderosos empresarios, cuya fuerza era consecuencia de aparto empresarial que poseían, pasaron a ser simples “burros con pisto” al vender sus acciones y empresas. Esto les hizo perder poder político. Los nuevos dueños del país eran los nuevos propietarios de la banca y de las industrias estratégicas, que ni se imaginaban que además de un banco o una fábrica adquirían un país.
Por tanto Antonio Saca ya no tenía patronos locales a los cuales obedecer. Cuando las tradicionales familias le quisieron dar ordenes, él simplemente se rebeló. Ahora tendrían que entenderse de tu a tu. Además el dueño del instrumento político era Saca y no la vieja oligarquía. El antiguo y fiel empleado ahora se creía también patrón y exigía ser sentado en la mesa entre iguales.
Las primarias internas para elegir candidatos a la alcaldía de San salvador y a la presidencia de la Republica, fueron solamente un show para ocultar la disputa interna entre una antigua oligarquía económica que exigía la devolución del partido y el presidente Saca que se negaba a cederlo. Saca impuso al candidato Norman Quijano, a Rodrigo Ávila y la mayoría de los diputados. La vieja oligarquía se replegó y colaboró poco en la campaña. No tenían empacho en señalar su descontento con lo que pasaba. Acusaban a Saca y su equipo, conocido humorísticamente como “la Jaula de las Locas”, de ser una pandilla corrupta de mafiosos. En el fondo deseaban que las cosas le salieran mal al presidente.
Este grupo descontento sostenía que ARENA había fallado en reinventarse, como lo hacía siempre antes de cada elección presidencial. Que parecían “mas de lo mismo” en un momento en el cual el votante quería cambios. Por ello las encuestas electorales no les favorecían. El grupo de Saca confiaba en que el miedo al FMLN llevaría a los sectores descontentos de la derecha a unificarse en torno a sus candidatos. Según sus cálculos no tendrían más opción que apoyarlo.
La victoria de Norman en San Salvador, fue un momento importante, renovaron sus esperanzas de ganar. Se juntaron a limar asperezas y se tomaron la foto de familia. Había una posibilidad de triunfo, evitarían que ganaran los comunistas y después arreglarían las cuentas pendientes. Pero la unidad llegaba demasiado tarde.
A la tardanza en aparecer juntos, se agregaron los garrafales errores cometidos por el PCN cuando quiso sacar a patadas a Chévez de la candidatura presidencial para apoyar la de Ávila. Además Mauricio Funes había organizado un entramado de alianzas, pactos y expresiones de apoyo que le harían crecer su votación.
En forma paralela y en privado, las tradicionales familias habían organizado lazos de comunicación con el equipo de campaña de Mauricio. Habían obtenido seguridades sobre la futura conducción del gobierno en caso de ganar. Algunos hasta dejaron unas limosnas en los platos. Aunque la propaganda electoral arenera sobre Hugo Chávez sonaba con fuerza en los medios de comunicación, la vieja oligarquía sabía que eso no ocurriría si triunfaba Funes. Los antiguos oligarcas jugaban a una estrategia de dos carriles, pero con la posibilidad que el segundo carril se convirtiera en el primero, como efectivamente sucedió.
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