Algunas consideraciones sobre el socialismo. Parte III

III

A veces afirmamos que algo es verdadero demostrando que se cumple, es decir, acumulando pruebas a favor; sin embargo, la investigación de lo que niega un hecho también es un camino válido para comprobar la realidad «aproximadamente» objetiva. La iglesia católica, que ha sido tradicionalmente intolerante, conservadora y rígida, no obstante para canonizar a un beato escudriña todo lo que en contra del posible santo pueda sustanciarse. Con todo lo que el diablo pueda esgrimir contra el santo, rigurosamente analizado y medido, entonces es cuando se concede la canonización, si procede; pero un importante sector de esa iglesia, especialmente de la más alta jerarquía, arremete contra el socialismo, soslayando el juicio de los pueblos. Es por lo que en la discusión y el debate para construir el socialismo y la integración no debe quedar una sola rendija por donde los detractores puedan meterse, no debe quedar un solo cabo suelto.
El socialismo que planteamos como propuesta hemisférica para coadyuvar la integración de nuestros pueblos no pretende ser un socialismo ecuménico; por lo contrario y a diferencia de la globalización que como arma es manejada desde los centros de poder internacional, tiene que alejarse de un solo patrón. Ni el caduco enfoque del internacionalismo proletario soviético ni el consenso de Washington, ni la injerencia del Vaticano deben impedir que los pueblos asuman su propio destino. Los pueblos tienen que pensar y expresar lo pensado además de confrontar, como una manera de acercarse a la esencia de su propia realidad para desde allí edificar su propio socialismo; pero, en cada caso, la solidaridad y la cooperación deben ser su fundamental rasgo distintivo.

Dar por cierta una opinión mientras exista alguien dispuesto a negarla, y no permitírselo, es un absurdo. Si el socialismo nuevo, el socialismo del porvenir, pretendiese tener seguidores en lugar de personas que quieren descubrir, explorar, inventar posibilidades, entonces podría fracasar; de ahí que sea imprescindible abrir un gran debate en el seno de los pueblos.
El socialismo soviético, la iglesia católica y el imperialismo de Washington han tenido en común cúpulas que niegan toda apelación, por lo que en algún momento se han desviado hacia el despotismo y hasta han convertido los anhelos populares en un obituario de esperanzas. Así mismo, se han convertido en bloques a la manera en que, en lugar de alianzas tales que cada nación tenga libertad y autodeterminación, prefieren ejercer hegemonías unilaterales.
En la política de bloques hay una «obligación», a diferencia de la política de alianzas en las que se refleja el carácter voluntario de las naciones participantes, y eso en el nuevo socialismo tiene que ser considerado prioritariamente.
Desde luego que los enfrentamientos se dan de acuerdo a los intereses de los centros líderes de cada bloque -léase Vaticano, Washington, Moscú- obligando a los subordinados a seguir atados, inclusive en detrimento de sus propios desarrollos políticos, económicos y sociales. Cuando alguno de los países subordinados de cada bloque trata de escapar de esa situación, es brutalmente retenido y confiscados sus anhelos de progreso; así vemos cómo los países líderes pujan por ampliar su radio de acción hacia otros países del continente que les son tenazmente adversos (casos de Cuba y Venezuela en la actual coyuntura latinoamericana). En nuestro continente, con anterioridad Nicaragua fue sometida al amedrentamiento y manipulación por parte de la opinión internacional así como la ocupación de su territorio en flagrante violación de los Acuerdos de Ginebra y el soborno de una vendida clase dirigente de las mafias somocistas. Puesto que la fuerza de ese pequeño país es en lo cuantitativo infinitamente inferior respecto a ese gran bloque militar y político que se le enfrenta, es predecible la secuela de fracasos; sin embargo, mirando desde otro punto de vista -el ético-, podemos darnos cuenta del esfuerzo supremo de Nicaragua, El Salvador, de la Cuba Revolucionaria, de Haití y tantos países hermanos, para avanzar y tener conciencia frente al estado de guerra que trata de imponernos el Norte imperialista
Las sangrientas dictaduras que barrieron prácticamente la totalidad de países del área en los pasados años no le preocuparon a la clase dirigente de Washington. Frente a ese panorama brutal, pasado y presente, no queda opción más importante que estimular la conciencia de América Latina y que esa reflexión se convierta en mensaje para que su eco llegue a los oídos de todos nuestros hermanos como estímulo para luchar por nuestros genuinos intereses.

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