El tema de moda en las últimas dos semanas, además de las omnipresentes noticias amarillistas sobre nuestros actores políticos ha sido el aniversario número 25 de firmada la paz que puso fin al conflicto armado en nuestro país.
En las charlas de sobremesa escuché quejas y acres comentarios acerca de la paz que hemos vivido en los años de la post Guerra.
Escuché con cierta recurrencia en diferentes lugares, que “no sabíamos lo que nos esperaba en la post guerra”, pero lo cierto es que, si lo sabían muchos de los actores de ese momento, todo proceso de post conflicto civil deja hondas heridas en la sociedad, cuyo tejido debe restaurarse y ciertamente hubo apoyo para eso, pero se lo robaron como lo explico en estos post que en su momento publiqué.
http://hunna.org/los-grandes-robos-y-la-situacion-de-violencia-actual/
El fenómeno de las maras pudo detenerse a tiempo, pero no se hizo y ahora nos está golpeando terriblemente, la corrupción no se detuvo reforzando las instituciones económicamente como se hizo con la Justicia, sino que se incrementó y llegó a niveles tales que ni con el cambio de gobierno se han eliminado las viejas prácticas corruptas de nuestros funcionarios, ya sean del poder ejecutivo, legislativo o judicial, ya sean rojos, tricolores, naranjas, azulitos, amarillos o morados.
Las condiciones estructurales de la economía no cambiaron un ápice y se mantuvieron las condiciones que propiciaron el conflicto, bajos sueldos, abusos patronales, excesos sindicales, etc.
Entonces… ¿Que debemos celebrar?
Parecería lógico unirse al coro de diatribas y quejas contra la mal llamada “Paz” y no tener ni por asomo voluntad de celebrar algo al respecto.
Pero muchos de los que escucho quejarse, no habían nacido cuando estábamos en pleno conflicto o tenían tan poca edad que no recuerdan nada.
Los que tenemos más de treinta años pero menos de cuarenta y cinco, recuerdan haber vivido el conflicto al amparo de sus padre, viéndolo de lejos, pero los que tenemos mas de cuarenta y cinco años nos tocó participar de algún modo en él, pues teníamos la edad para ser considerados candidatos para la lucha, de parte de uno u otro bando, así fuimos reclutados, a veces liberados, otros entraron por su propia voluntad, algunos se quedaron y murieron en uno u otro bando otros sobrevivieron pero con secuelas que llevarán el resto de su vida.
En esos tiempos caminábamos por la calle y de pronto alguien gritaba:
– ¡Apártense pendejos!
Y de la nada comenzaba a disparar, todos los que estábamos cerca inmediatamente caíamos al suelo y nos arrastrábamos cual gusanos hacia el lugar más seguro, que no siempre era el adecuado, muchos murieron en el fuego cruzado o resultaban como “daños colaterales” de bombas, granadas, minas y toda clase de artefactos mortíferos.
Vivíamos bajo “Toque de queda”, alguna vez nos tuvimos que quedar donde desconocidos que con miedo nos daban cobijo, porque si estábamos en la calle fuera de las horas autorizadas, el ejército tenía permiso de dispararte primero y después averiguar quien eras.
La guerra se llevaba por igual a inocentes y a culpables, a gente buena y a gente mala, a niños, adultos y ancianos, nuestra mente es selectiva y los terribles episodios que pasamos, a punto de morir, los trivializamos y los hemos convertido en anécdotas chistosas, si es que salimos vivos o en tristes historias para los que no tuvieron tanta suerte.
Vemos en las noticias las acciones de los “veteranos de guerra” y ellos ya rompieron su brecha ideológica, muchas de estas organizaciones están conformadas por ex soldados y ex guerrilleros, porque a ellos la guerra los trató por igual y al final no ganaron nada, solo sus heridas, para ellos realmente la “Paz” significó únicamente evitar morir en esos años, pero están muriendo lentamente en el olvido, sin trabajo, sin atenciones médicas sin esperanza.
Durante la ofensiva del ochenta y nueve, mucha gente que no estaba en ninguno de los bandos murió, injustamente, la guerra se llevó por igual muchas vidas valiosas, los motivos, las circunstancias, los atenuantes los dirán quienes ejecutaron u ordenaron esas muertes, pero el daño a nuestro pueblo fue por igual, la guerra fue un monstruo que nos dejó una cicatriz enorme en el alma nacional que quizá nunca vaya a sanar, por eso era necesario era detener de una vez por todas el conflicto armado y eso si se logró.
Ahí radica el verdadero valor de los Acuerdos de Paz, detuvieron los enfrentamientos armados, incorporaron a la vida política a los antagonistas que lamentablemente han mantenido el conflicto usando precisamente la vía política, revirtiendo la sentencia de Carl Von Clausewitz, la política se convirtió en la continuación de la guerra por otros medios.
La respuesta que puedo dar a la pregunta que da título a este post es: SI, debemos celebrar, el cese al fuego, el final del conflicto armado y darle el valor al impacto que tuvo en nuestra sociedad, pero como sociedad también debemos exigir la finalización del enfrentamiento ideológico-económico entre los actores principales que han convertido este conflicto en un show mediático para mantenerse en el juego partidario-electoral controlando las instituciones del estado, hemos avanzado bastante, pero no lo suficiente como para poder levantarnos como nación, nos arrastran los intereses de unos pocos y estos prevalecen sobre los intereses reales de las grandes mayorías.
Hay razones para celebrar, pero no para quedarnos así, pues no hemos hecho mas que dar el primer paso y nos hemos quedado estancados en ese primer avance, el tejido social sigue roto y cada vez más dañado, si tenemos alguna responsabilidad es la de haber puesto a los políticos que nos gobiernan, así que mucha de la culpa debe recaer en nosotros mismos.
Debemos madurar y dejar de ser arrastrados por la ideología y las mentiras, la mayor parte de nuestra población ni es comunista, ni es capitalista, y permitimos que un conflicto que solo existe en los medios nos mueva a mantener a semejante clase de alimañas en el poder, nos quejamos de los corruptos, de la pobreza, de los bajos sueldos, del costo de la vida, de la violencia, del crimen desatado y casi todo esto se lo endilgamos a los políticos, pero somos nosotros quienes los mantienen ahí, alimentando ese odio partidario.
¿Despertaremos algún día?
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