Hace muchos años, cuando yo era un niño de 7 años recuerdo que mi tía, hermana de mi padre, criaba abejas en su jardín, en el pueblo de Alegría, como en casi todos los pueblos del interior de la república, las casas tienen bastante terreno y en un área de regular tamaño, mi tía tenía un auténtico vergel lleno de plantas frutales y flores y para complementarlo había comprado una colmena.
Mi padre entonces le regaló un libro llamado “El ABC y XYZ de la apicultura” que era un tratado sobre las abejas, desde su fisiología hasta las formas de crianza y mantenimiento de colmenas, el cual, ella leyó ávidamente hasta volverse una experta en el tema.
En forma artesanal llegó a tener como 10 colmenas, cosechaba miel y cera y su jardín se convirtió en la envidia de los vecinos por la exuberancia floral que tenía.
Yo me pasaba los períodos de vacaciones en el pueblo y leía pasajes del susodicho libro para irme por las tardes a observar las colmenas, veía entrar a las obreras cargadas de polen, a los zánganos regresar de sus paseos vespertinos y me imaginaba la colmena como una ciudad bien organizada, tal como la presentan en algunas películas, así supe la importancia de las abejas en la polinización de las plantas además de la producción de miel.
Asistí en primera fila a eventos como la división de la colmena, para evitar la enjambrazón de la misma que se da cuanto ya la colmena está muy fuerte y a otros eventos del mundo de la apicultura, recibiendo en el proceso unas cuantas picadas bastante dolorosas, las que me “cuidarían el corazón”, de acuerdo a mi tía, pero no me importaba, pues encontraba fascinante esta cuestión de las abejas.
A medida que mi tía fue envejeciendo, las colmenas dejaron de recibir asistencia y poco a poco se fueron retirando, incluso creo que en algún momento les llegó una plaga que mató a varias colmenas en corto tiempo, hace unos pocos años ella murió y con ella las últimas colmenas fueron desapareciendo hasta que mi otra tía sobreviviente, su hermana menor, creo que regaló las que le quedaban y el jardín se mantiene bonito pero ya no tiene la magia de las colmenas que cautivaron mi atención infantil durante años.
Desde finales de los años ochentas se ha detectado un fenómeno mundial de desaparición de abejas que a partir del año 2000 alcanzó niveles críticos en Estados Unidos y Europa, sin que los especialistas se hayan puesto de acuerdo exactamente en la causa de dicha desaparición que está poniendo en riesgo de extinción al principal polinizador de la tierra.
Esto ha lanzado las alertas mundiales de las entidades que cuidan el planeta como GreenPeace, quienes mantienen una campaña permanente.
Fuentes:
http://www.greenpeace.org/espana/es/Trabajamos-en/Transgenicos/Abejas/
http://www.greenpeace.org/espana/es/Trabajamos-en/Transgenicos/Abejas/SOS-abejas/
http://efectoambientologo.blogspot.com/2015/11/sos-abejas.html
Salvemos a las abejas – de Greenpeace
La polinización de las flores es vital para nuestra alimentación y para la biodiversidad, pero las abejas, unas de las principales encargadas de esta misión, están desapareciendo. Entre otros factores, mueren por la agricultura industrial y su uso de plaguicidas tóxicos. Es urgente, por lo tanto, cambiar el modelo de la agricultura industrial por una agricultura ecológica.
#SOSabejas
Las abejas son mucho más importantes de lo que pensamos. La producción de alimentos a nivel mundial y la biodiversidad terrestre dependen en gran medida de la polinización, un proceso natural que permite que se fecunden las flores y den así frutos y semillas. Las abejas, y otros insectos como mariposas y abejorros, son los responsables de este proceso y, sin embargo, sus poblaciones están disminuyendo a pasos de gigante.
Varios son los factores que amenazan a los polinizadores: la pérdida de hábitats, las prácticas de la agricultura industrializada, como los monocultivos (menor disponibilidad y diversidad de alimento para estos insectos), el uso de plaguicidas; parásitos y enfermedades; especies vegetales y animales invasoras; y los impactos del cambio climático. Se ha calculado que el valor económico de la labor de polinización de las abejas podría estar en torno a los 265.000 millones de euros anuales en todo el mundo, 22.000 millones para Europa y más de 2.400 millones de euros para España, recientemente calculado por Greenpeace en su informe «Alimentos bajo amenaza» Así pues, incluso desde un punto de vista puramente económico, merece la pena proteger a las abejas.
Las cifras del problema que sufren los polinizadores son contundentes. El informe “El declive de las abejas” advierte que las poblaciones de abejas disminuyeron en Europa un 25% entre 1985 y 2005. Pero también otras especies están padeciendo la misma suerte. Datos recientes revelaron que el 46% de las 68 especies de abejorros europeos están en declive y 24% en peligro de extinción. También las mariposas. En las dos últimas décadas se han reducido a la mitad las poblaciones de mariposas de las praderas, según la Agencia Europea de Medio Ambiente.
Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO por sus siglas en inglés) ha mostrado en el informe “UNEP Emerging Issues” que el declive de las abejas está ocurriendo en todo el mundo y que el resto de polinizadores están en la misma situación. De hecho, las recientes restricciones en la UE a cuatro insecticidas se basan en recientes evidencias científicas que confirman la nocividad de estos productos para las abejas. Además, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) ha expresado sus preocupaciones respecto a dos plaguicidas neonicotinoides, puesto que podrían afectar también el desarrollo del sistema nervioso de los seres humanos.
¿Qué soluciones hay?
Si los cambios que pedimos no ocurren podríamos asistir a un declive irreversible de las poblaciones de insectos polinizadores, lo que implicaría una pérdida de productividad de la gran mayoría de cultivos (en Europa el 84% de 264 cultivos dependen de la polinización por insectos) e incluso la inviabilidad de otros. Esto supondría un incremento del precio de los cultivos que se pudiesen mantener y un cambio en la pirámide alimentaria. Podríamos polinizar a mano algunos cultivos con un interés comercial importante… pero, ¿quién va a polinizar el romero, tomillo, zarzamoras, arándanos y un largo etcétera?
Por tanto es imprescindible aplicar soluciones. El primer paso es prohibir los productos tóxicos para las abejas actualmente en uso, y hacer que la evaluación de riesgos de los plaguicidas sea mucho más estricta. Por otro lado, deben ponerse en marcha planes integrales de acción para salvar a las abejas. Y la solución definitiva es la adopción de la agricultura ecológica como única vía para una producción sostenible.
Este cambio lo pueden iniciar los políticos, apostando por un modelo de agricultura ecológica y legislando en consonancia; los agricultores, cambiando sus prácticas de cultivo; y las empresas, desarrollando líneas de productos y técnicas ecológicas. Y, por supuesto, también personas como tú, demandando productos ecológicos.