Si a nivel popular se abre un debate sobre la necesidad que el ejército salga a la calle a combatir la delincuencia, sería abrumadora la opinión de que se le necesita en las calles. La razón es simple, la ciudadanía ya no aguanta más esta situación de inseguridad. Vivimos permanentemente angustiados no solo por nuestra seguridad, también por la de nuestros parientes, amigos y vecinos.
Los salvadoreños salimos a la calle por necesidad y no sabemos si regresaremos vivos a nuestros hogares. Los estudios del PNUD nos declaran junto con Guatemala y Honduras como la región mas violenta del mundo. Otro deshonroso título mundial. El mismo estudio señala que los salvadoreños estamos cambiando nuestros hábitos de vida, cada vez salimos menos a divertirnos, evitamos pasar por lugares que consideramos peligrosos.
Por ello creo que poner al debate público si el ejército debe salir o no a la calle, es un absurdo. Esto es lo que quisieran muchos que sacan raja política de la actual situación.
El tema a debatir debe ser: ¿Cómo debe salir el ejército?.
Debemos llevar el debate a definir cual es la forma mas adecuada, para que sin violar la Constitución, dentro del Estado de Derecho y con total respeto a nuestra institucionalidad, la Fuerza Armada pueda contribuir al combate a la delincuencia.
Este es el primer elemento esencial a considerar y concensuar. Pues si permitimos que el ejército salga a cumplir funciones policiales directas, estaríamos no solo deformando su rol constitucional, además estaríamos creando las condiciones para que más adelante se le invoque para derrocar un gobierno que según los medios de comunicación y los grupos de poder sea malo para el país. El ejército ha sido concebido históricamente como una tabla de salvación de los grupos oligárquicos, cada vez que han considerado que las cosas no andan como quisieran, simplemente han acudido a sus buenos oficios para cambiar el gobierno, nombrar una junta (a veces revolucionaria) de gobierno y anular la Constitución.
Este argumento, a mi juicio válido, es el que esgrimen los que consideran que el ejército debe permanecer en sus cuarteles. El problema es que tiene en su base analítica una concepción demasiada plana de un fenómeno sociológico complejo y multidimensional.
Personalmente creo que SÍ es posible que el ejército nacional juegue un rol disuasivo y complementario a la labor de la PNC. Todo esto en el marco de un visión dinámica de su rol constitucional que se apega a la realidad salvadoreña actual.
El otro elemento que es necesario determinar es la temporalidad del rol de la Fuerza Armada. Estamos en una situación de verdadera emergencia nacional, la capacidad de la PNC ha sido desbordada, por ello se necesita que en forma temporal el ejército juegue un rol. Este espacio de tiempo debe ser definido con la mayor exactitud, debe ser únicamente mientras dure el carácter de la emergencia nacional. Además los soldados no deben salir a la calle sin pasar antes por un curso básico que los prepare a resolver problemas de tipo civil o delincuencial. No debemos olvidar que al soldado se le prepara para matar. Si no me creen pregúntenle al ahora evangélico Coronel Armendáriz.
El tiempo que dure esta emergencia debe servir para preparar a la PNC para que pueda asumir su rol constitucional, incluso muchos jóvenes al terminar su servicio militar, podría pasar de inmediato a un curso rápido en la Academia Nacional de Seguridad Pública e incorporarse en poco tiempo como agentes policiales.
Creo que esta es la óptica con la cual el gobierno actual debe ver las propuestas que han hecho el Alto Mando y el Ministro de Defensa.
Finalmente señalar que la viabilidad operativa es fundamental. Una vez resueltos los asuntos generales, el plan debe ser revisado con cuidado para lograr eficiencia y efectividad. Si vamos a tomar estos caminos poco ortodoxos, se vuelve necesario que se garanticen que habrá resultados concretos. Si la población siente el beneficio y su condición de inseguridad cambia, ambas instituciones (La PNC y la FFAA) saldrán gananciosas. Todos ganaremos.
Ayutuxtepeque, jueves, 22 de octubre de 2009.
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