Por Francisco Quintanilla
Reflexiones para la resistencia
Por: Francisco Quintanilla
En este océano de la sociedad humana globalizada, donde como grandes marejadas que superan los límites exponencialmente de la mentira y la corrupción, los seres humanos que van progresivamente tomando conciencia no sólo de su ubicación en ese océano de mentiras y de corrupciones, sino que también de su papel de resistencia y de lucha, deben de esforzarse de ascender a la punta de la montaña más elevada del espíritu revolucionario humano, para poder aproximarse aunque sea rasgadamente al espíritu revolucionario de personajes como Jesucristo, como Karl Marx, como el Che Guevara, como Martin Luther King, como Monseñor Romero, Como Fidel Castro, como Hugo Chávez o como tantos otros que decidieron retar la normalidad de la mentira y de la corrupción, fortaleciendo sus convicciones y para que estando en la punta de esa montaña, puedan ver no sólo más lejos, sino más claro, más profundo y un ver más comprometidamente con la liberación de las inmensas mayorías como de sí mismos.
Viendo más lejos, más claro, más profundo y con una mayor dosis de compromiso con la liberación, decidan descender de nuevo al seno de esa marejada de gusanos y de aves de rapiña acostumbrados a vivir de la mentira y de la corrupción, para enfrentarlos desde la trinchera de la anormalidad, desde la trinchera de los pocos para que con la metralla de las ideas, de la palabra revolucionaria los convenzan de retornar al camino de la cultura de la verdad, de la justicia y del compromiso con la liberación de la humanidad de la Circe, de las garras del príncipe Mefistófeles, y de no lograr convencerlos, entonces derrotarlos.
Tarea históricamente grande tienen por delante los anormales, tarea que por ratos se sentirá menos pesada y por ratos insostenible. En este trajinar, en este enfrentar la vida, y en el asumir tan ingente compromiso se encuentra la razón de ser y de existir de los excepcionales comprometidos con la liberación de la humanidad y con su propia liberación, porque nadie puede ser libre si los demás no lo son, porque nadie puede luchar por la liberación de sí mismo sino lucha por la liberación de los demás.
En este sentido, el excepcional tiene que agudizar sus sentidos, para poder escuchar y palpar que en los gritos de triunfo de los opresores se escuchan los susurros de los oprimidos.
En esa doble dimensión de sentires expresados por medio de la acción hecha palabra de opresores y oprimidos, encontraran los excepcionales la fortaleza para luchar en contra, primero de la esclavitud de lo material y espiritual, y luego en contra de la esclavitud humana impuesta por aquellos que han idolatrado o deificado la riqueza y el poder y han reificado a la humanidad.
Reificación humana, de la cual decenas de miles de oprimidos no tienen conciencia que se les ha cosificado, por lo que una de las grande tareas de los excepcionales, que no pueden impulsarlas por ellos mismos, es ir contribuyendo a que la humanidad aprenda a quitarse el velo que les impide ver, que les impide sentir intelectivamente que les han enajenado los aspectos más preciados que le distinguen al ser humano de los demás seres vivos y no vivos, como son la conciencia, el poder sentir humanamente y que además les han expropiado la vida misma.
En este sentido, los excepcionales, tampoco son libres si todos sus semejantes que les rodean tampoco lo son, su libertad y su liberación reside en la libertad y en la liberación de los demás.
Por su puesto, este contribuir a la libertad y liberación de los demás no debe implicar la búsqueda de un quid pro quo, es decir, hacer algo a cambio de algo, es decir, que el fin último no debe ser buscar la liberación de los demás porque ello supondrá la liberación de uno mismo.
Hay que contribuir a la liberación de los demás como un fin en sí mismo, no hay que seguir el camino de los falsos cristianos y de los falsos revolucionarios, que predican la palabra del evangelio o del marxismo, no porque consideren que es cristiana o revolucionariamente necesaria, sino porque esperan como recompensa entrar al Reino de los Cielos unos y al poder económico y político los otros. En este sentido, lo hacen por utilitarismo, no porque estén convencidos que lo que hacen es históricamente necesario.
Un excepcional ya sea cristiano o revolucionario, si lo es no debe ser utilitarista, es decir, de hacer las cosas porque espera recibir una recompensa a cambio de lo que hace o de lo que hizo. Si su accionar se orienta porque recibirá una recompensa desde ahí ha dejado de ser excepcionalmente cristiano o excepcionalmente revolucionario.
La excepcionalidad, no es una dimensión ni una forma de vida genéticamente determinada, sino que es una forma de vertimiento dinámico entre las demás personas y alguien en particular, es decir, la excepcionalidad de comprometerse con la vida y con la liberación de los demás no comienza en la persona misma, sino en el sufrimiento mismo y en la esclavitud de todos los demás.
Sufrimiento y esclavitud que al verterse dinámica e históricamente en la particularidad, en la individualidad del que decide apartarse y a la vez acercarse a la inmensa mayoría de normales, se convierte en un sufrimiento y esclavitud propia.
Apropiándose del sufrimiento y de la esclavitud de los demás logra tomar conciencia desde los ojos de los oprimidos de cuál debe ser su papel que la historia encarnada en los pueblos oprimidos, está exigiendo de sí mismo, como una fuerza que originándose en el sufrimiento de los demás, se afinca, se enraíza en lo más profundo de su conciencia y comienza a exigir su realización como un poder que no está sujeto a venderse o a dejarse doblegar por la avaricia, por la codicia que encanta y esclaviza, ni mucho menos por unas cuantas migajas de pan o chirajos de carne en proceso de putrefacción.
Los que se dejan encantar por las veleidades del gran capital, perdiendo su horizonte, progresivamente se alejan de su capacidad de despojarse y de negarse a sí mismos, cayendo en la garras de la Circe neoliberal.
Circe neoliberal que los emboba, los atonta y los alinea en el sendero de la normalidad, de la esclavitud, de los funcionales, llevándolos a traicionar no sólo sus convicciones sino que ante todo, su razón de ser y de existir originales: como es contribuir a la liberación de todos sus semejantes como de sí mismos.
Se puede ver, entonces que auténticos cristianos y auténticos revolucionarios tienen un denominador y un horizonte común.
Denominador común porque en ambos para ser lo que dicen ser debe existir una coherencia dinámica entre lo que dicen ser y lo que son, una unidad entre su concepción de la vida y del mundo y su accionar en la vida misma, en el mundo mismo.
Cuando existe tanto en cristianos como en revolucionarios esa unidad, es porque en ellos se ha dado la transformación de una concepción a una convicción, es decir, ya no sólo dicen que son, sino que en verdad lo son.
Cuando esa unidad de concepción cristiana y/o revolucionaria y acción no existe o no se ha desarrollado en ellos una convicción, entonces se tiene falsos cristianos y falsos revolucionarios, se tiene en otras palabras, lobos rapaces y víboras venenosas, vestidos y vestidas de ovejas o disfrazados del Che Guevara.
Horizonte común, porque ambos cristianos y revolucionarios auténticos, buscan en su anonadamiento y en su expiación, es decir, en su accionar sublime del despojo y de la negación de sí mismos, la liberación de los pueblos, de las naciones y de la humanidad entera y en concreto de las mayorías empobrecidas de este mundo
Los falsos cristianos y los falsos revolucionarios, no son más que el reflejo de la expresión de raigambre guevarista de que las convicciones cristianas y revolucionarias, no las llevan en el corazón para morir por ellas, sino que las llevan en la boca para vivir de ellas.
En este vivir de ellas y no orientados por ellas, un buen número, que no son pocos, de falsos cristianos y falsos revolucionarios, han utilizado la palabra cristiana y revolucionaria para enriquecerse ellos mismos manipulando y engañando a miles por decir, decenas de millones de personas a nivel mundial, a nivel regional, a nivel nacional y a nivel institucional para lograr sus propósitos que nada tienen de cristianos ni de revolucionarios.
Entonces, el reto que tienen los auténticos cristianos y auténticos revolucionarios, es un reto triplemente pesado y triplemente cargado, porque en primer lugar, desde sus exigencias que derivan no sólo de las exigencias de las mayorías desposeídas, sino que también de las exigencias de sus propias convicciones, de su poder de la integridad, tiene que enfrentar a los falsos cristianos y a los falsos revolucionarios y ponerlos al descubierto de cuál es su propia naturaleza y cuáles son sus propósitos reales.
En segundo lugar, porque tienen que enfrentar a los poderes estructurales económica, política y militarmente, poniendo al descubierto sus razones y razonamientos perversos que los han llevado a ser lo que son en detrimento de la inmensa mayoría de la humanidad.
Y en tercer lugar, porque también sus esfuerzos deben ir orientados a convencer a los no convencidos de las mayorías empobrecidas, de que es necesario iniciar su proceso de liberación de todo lo que los oprime tanto en lo material como espiritual.
En síntesis, los auténticos cristianos y los auténticos revolucionarios no se hacen, no se desarrollan y realizan en la convivencia con los enriquecidos y apropiación de la riqueza, sino en el acompañamiento, convivencia con lo empobrecidos y en el enfrentamiento y asimilación de la naturaleza de la pobreza.
Los auténticos cristianos y los auténticos revolucionarios se forman y se consolidan caminando junto con los empobrecidos en los surcos infértiles del infierno impuestos por los enriquecidos, para que a partir de ese caminar puedan construir conscientemente en esta tierra los surcos fértiles del cielo.
Quedan, entonces estas reflexiones para que hagan un alto en su camino, tanto los falsos cristianos como los falsos revolucionarios, y que recuerden, que si no cambian de rumbo su accionar y su vivir, la historia que se manifiesta en los pueblos que van tomando conciencia de su liberación, los condenaran.
El Salvador, octubre de 2016.