Esta parte esta constituida por extractos y comentarios del libro El Pentagonismo de Juan Bosch Los numeros que aparecen entre parentesis es el numero de la pagina del libro Pentagonismo.
El PENTAGONISMO es una amenaza para todos los pueblos del mundo debido a que es una máquina de guerra que necesita la guerra en la misma forma en que los seres vivos necesitan aire y alimento para no perecer”.(Juan Bosch).
Juan Bosch remarca que el imperialismo fue sustituido por una “fuerza superior” que el llama «PENTAGONISMO». Si el imperialismo responde a la lógica del capitalismo (extracción de materia prima de las colonias para ser procesada y comercializada por la metrópolis), esta fuerza superior, el “pentagonismo”, responde a la del capitalismo sobredesarrollado (extracción de materia prima de materia prima, aplicación de la más altas ciencia y tecnología a la producción): “para decirlo de manera más gráfica, el pentagonismo se parece al imperialismo en la cualidad de sus efectos, no en las dimensiones, así como el cañón que se usó en la guerra franco-prusiana de 1870 se parece a la bomba atómica lanzada en Hiroshima en que los dos producían muerte, pero no el mismo número de muertos” (43).
Por otra parte, y es acaso lo esencial, el pentagonismo no explota colonias, “explota a su propio pueblo” (43), el cual paga o cubre (con el pago de impuestos y con su trabajo y alto nivel de consumo) los gastos que significa llevar la guerra lejos de su país: “es él (el ciudadano pentagonizado, “drogado” por la propaganda patriota) quien paga a través de los impuestos los aviones de bombardeo que enriquecen a sus fabricantes” (45). ¿Quiénes?: “un pequeño grupo de banqueros, industriales, comerciantes, generales y políticos” (53), “la crema y nata del poder económico-social-político de los Estados Unidos” (62).
Esta situación debía generar diversos sentimientos en el pueblo pentagonista, entre otros, el de una frustración creciente toda vez que el esfuerzo de su trabajo está dedicado a enriquecer a las corporaciones de la muerte, no obstante existe porque el pueblo la respalda, acción en la que el Pentágono tiene mucho que ver en cuanto a gastos e inversión. Buena parte de estos gastos se van en propaganda, necesaria para convencer al pueblo pentagonizado de que está en peligro y que debe atacar para defenderse. “Es más, se les hace creer (a los soldados y a la población civil y al mundo) que están yendo a la muerte para beneficiar al país atacado, con el fin de salvarlo del mal” (53).
Para el pentagonismo importa la producción de máquinas de guerra, balas, bombas, medicinas, ropas, cemento, equipos de construcción de cuarteles, caminos, puentes, bebida y comida, productos que serán “depositados” en el país atacado, aunque en términos económicos “daría lo mismo tirarlos al mar que usarlos en operaciones de guerra” (51), mas no es términos económico-militares, cuando estos diseñan los movimientos geopolíticos, como el de controlar, por ejemplo, el Oriente medio, o segar los avances de gobiernos alternativos al consenso de Washington en América Latina.
EEUU y el pentagonismo.
El pentagonismo es un producto de la sociedad de masas en que derivó la sociedad norteamericana, institucionalmente individualista: “…el pueblo está encuadrado –dice Bosch-, sin su consentimiento y sin su conocimiento, en una sociedad de masas; su idea es que él es parte de una sociedad individualista” (58).
El pentagonismo requiere de altas dosis de propaganda utilizada para convencer al pueblo pentagonizado de la necesidad de sostener guerras sin fin en cualquier parte del mundo, contra los comunistas, contra la subversión, ahora contra el terrorismo, que al decir de George Soros es el enemigo perfecto “porque es invisible y, por lo tanto, puede no desaparecer jamás”. Los jefes de estas masas no son los funcionarios públicos elegidos sino “los que pagan a esas masas organizadas a través de sus industrias, negocios y comercios, y estos señores son, junto con los jefes militares, los líderes del pentagonismo” (63-64). No hay individuos, personas, hombres y mujeres, sino “sentimientos y actos masivos” (64).
Por otra parte, la gran masa norteamericana sentía –según Bosch- los efectos benefactores del pentagonismo, esto es, de la sobreactivación de la productividad. A la expansión de los gastos militares seguía el crecimiento en todos los ramos, “se instalaban nuevas industrias, subían los salarios, crecía la demanda debido a esa alza de salarios, y crecía también el número de los ocupados” (77). La destrucción de un país se convertía en trabajo, alimentación, confort, bienestar. La propaganda patriota hacía el resto.
Pentagonismo y medios de comunicación.
El pentagonismo es expresión del capitalismo sobredesarrollado, el cual requiere de un mercado igualmente ampliado. Esta ampliación es imposible sin medios de comunicación masivos, y entre éstos ninguno como la televisión. “La televisión se convirtió en el rey de los medios de propaganda de la gran industria” (94). Para Bosch el pentagonismo se encarga de colonizar el propio país, tarea imposible sin propaganda de masas, y, por supuesto, sin eliminar masivamente la conciencia y la crítica. Mantener a la población en paz, e idiota, Simpson dixit. En ello el televisor resultó el gran aliado. Afirma Bosch: “La televisión libró al norteamericano medio del trabajo de escoger; le acostumbró a obedecer, en el sentido de motivaciones profundas, y por tanto le acostumbró a no plantearse dilemas” (94). De aquí sólo se está a un paso de convencer a la población de que le acechan peligros y debe defenderse o, como hoy, que la nación deba atacar preventivamente. Es interesante resaltar un aspecto de la población que observa Bosch, el hecho de que a la masa ignara no le interesa la política de guerra y el destino de las bombas si sus beneficios no se ven mermados, de modo que una administración que les prometa y cumpla con un mínimo de seguridad social contará con su respaldo, más bien con su inopia política.
El poder militar.
Según Juan Bosch EEUU pretendió sustituir al imperio inglés reteniendo el poder en las antiguas colonias “a través de gobiernos y ejércitos indígenas, pero no ocupar los países con fuerzas militares norteamericanas y ni siquiera mantener allí autoridades civiles; bastaría con las misiones militares de “adiestramiento” (74). El pentagonismo pronto entendió la necesidad de “moverse libremente” en el ámbito internacional, toda vez que era preciso mantener la productividad y, para ello, controlar la economía de los conflictos sustituyendo su política exterior con una economía de guerra a escala global. Fue necesario tener pues, altos contingentes del ejército norteamericano repartidos en el mundo, configurando una red de suministros a la sombra de conflictos de baja y alta intensidad. También se buscaba la “uniformidad de equipos a fin de que la mayoría de los ejércitos extranjeros fuera equipada por la gran industria de guerra de los Estados Unidos” (84). De ahí que hoy dispongan seguir o no dotando de piezas, repuestos y mantenimiento a dichos ejércitos (entre ellos el de Venezuela), e incluso penalizar y prohibir que otros países lo hagan sobre el entendido de que la tecnología militar norteamericana está repartida y atomizada en el mundo. “El gobierno de cualquier nación –recuerda Bosch- reside en el control de sus fuerzas armadas (…) Al tomar por vía indirecta el control de las fuerzas armadas de otros países, el pentagonismo trasladó la sede del poder de esos países a la sede del poder pentagonista” (84).
Monopolizar la guerra y controlar los ejércitos se convertiría en una manera de controlar las economías locales –tendencialmente globales-, hasta garantizar el flujo ininterrumpido de capitales de guerra reinvertidos en otras áreas de producción (del petróleo a las telecomunicaciones, pasando por el narcotráfico y la farmacéutica), sólo que manejados por las mismas manos. “El pentagonismo fue un hijo no esperado que nació del vientre de la economía de guerra en una sociedad enormemente desarrollada en el campo económico y sin embargo sorprendentemente subdesarrollada en el terreno de las ciencias políticas” (81).
Alertaba Bosch entonces que EEUU estaba siendo dirigido por el poder militar mientras el civil se encargaba de políticas domésticas que no perturbasen empero el flujo del poder militar. De ahí que la política exterior, la diplomacia, el diálogo no tengan razón de ser, porque el propósito del pentagonismo es mantenerse en guerra en cualquier parte del mundo, “en suma, asegurarse el mercado militar a través de la guerra permanente” (107). Pero, para estar en guerra permanente se requiere un enemigo permanente, así el pentagonismo llegó a una fórmula perfecta: “toda pretensión de cambios revolucionarios en cualquier lugar del mundo es contraria a los intereses de los Estados Unidos” (128).