El Salvador ha tenido una seria deficiencia en el funcionamiento democrático de los órganos del estado, tanto en lo legislativo, el ejecutivo y judicial, al estar amarrado por intereses de grupos hegemónicos. Durante décadas, en tiempos de las dictaduras militares, estos asociados a las estructuras del poder económico (particularmente terratenientes) mantuvieron un reparto de poder: los militares se encargaban de la política y del estado, mientras que los otros se entretenían en usufrutuar al país como si fuera su hacienda privada.
Los entonces poderes del estado eran ocupados para darle un manto de impunidad y legalidad para expoliar alegremente sin mayores complicaciones a la nación. La Corte Suprema, la Honorable Asamblea, el Gobierno juntamente con el ejército se encontraban en conjunción para mantener el status quo, hasta que se desató la guerra civil.
Con los acuerdos de paz se dio la posibilidad de democratizar a la Nación terminando el conflicto armado sin vencedores ni vencidos, sin embargo el campo de batalla se traslado hacia el quehacer de la política. Muchas estructuras aún persisten en los vicios del pasado, desde el fin de la guerra en la asamblea hubo una correlación de fuerzas que favoreció a la derecha cavernaria y a la derecha oportunista, los que manosearon las leyes del país a su antojo, lo mismo pasó con la elección de la Corte Suprema de Justicia donde al final los partidos políticos se repartían los cargo de los magistrados.
La CSJ ha sido un gran elefante blanco donde se tejió una enorme telaraña de prebendas, influencias y corrupción, la enorme mora judicial producto desidia de los magistrados complacientes que embodegaron todos aquellos casos sensible a los intereses de los partidos políticos.
Por una extraña vuelta del destino probablemente la ubicación de los astros en ese momento, a lo mejor después de una borrachera colectiva de nuestros honorables diputados, lo cierto es que de carambola eligieron cuatro águilas y a un pollo como magistrados de la Corte Constitucional (cuatro de cinco no está nada mal, lamentablemente supongo, que esta epifanía no volverá a ocurrir en otros 190 años de vida constitucional del país, por parte de nuestros políticos).
Estos cuatro magistrados han devuelto la esperanza para todos aquellos que deseamos un mejor país, su principal labor está en la de enderezar aquellas aberraciones que los políticos han provocado durante años, tratando de establecer un verdadero estado de derecho. Lo interesante de esta Corte Constitucional, se ha atrevido a plantarles cara a los políticos sin distinción ideológica, incluso a los resabios del viejo y caduco orden dentro de la misma Corte. Las sentencias que afectan al PDC y PCN, le han ganado el odio incondicional de los más sucios y corruptos políticos del país, asustaron a Cristiani (a de haber sudado frio con aquello de los Jesuitas, el solo pensar que le aparecería un par de tipos “hey tio, preparad las maletas que os vais a la madre patria, vale”), incordiaron al fmln con aquello de las lista abiertas para la elección de diputados (con lo cual obligaría a los dirigentes a escoger a las mejores personas para este importante cargo publíco y no a los borregos que actualmente berrean en ese zoológico), se metieron con el ejecutivo, han tratado de poner orden en el sistema electoral, el cual trae vicios que ningún partido al parecer ha querido emendar, están reduciendo la enorme mora judicial que sus antecesores cual compulsivos coleccionistas fueron engavetando “en la nave del olvido”.
La maniobra para cortar las alas a esta primavera en la Corte es comprensible, sin embargo esto ha generado una verdadera cruzada de la población civil harta de los políticos, lo más interesante es que sectores totalmente disímiles han hecho eco en la defensa de los cuatro magistrados, ojala que los diputados y los políticos entiendan el mensaje que la nación les ha dado (indudablemente una esperanza vana).