Por: Francisco Quintanilla
En las ciencias Físicas, se ha tratado a lo lago de su evolución, de abordar y explicar el universo desde diferentes dimensiones. La mayoría de teorías creadas en esta ciencia fueron y han sido elaboradas desde la perspectiva de que la realidad objetiva, externa al ser humano, existe en tres dimensiones; teorías más complejas en esta misma disciplina científica, fueron construidas con la suposición o hipótesis de que la realidad objetiva y todo el universo en su conjunto, puede ser comprendido y explicado de manera más profunda, incorporando a las tres dimensiones del espacio, una cuarta dimensión: la del tiempo.
Otros han insinuado o supuesto la existencia de una quinta dimensión, sin la cual no se lograría explicar de la mejor forma el universo: los estados afectivos del sujeto que percibe o quiere explicar el universo.
La Universidad de El Salvador y la Facultad Multidisciplinaria como parte de ella, se partiría del supuesto, que, como lugar privilegiado en países empobrecidos como el nuestro, es o debería ser el lugar donde debería de existir el esfuerzo de explicar, si no el universo, si la realidad natural y social inmediata que le circunda. Al darle la UES, sobre todo en las últimas tres décadas, la espalda a esa realidad que le circunda, ha creado su propia realidad, fuera de las tres, cuatro o cinco dimensiones de las cuales se habla en ciencias físicas, la ha creado en una sexta dimensión: la dimensión donde nada ocurre y transcurre, donde lo que ocurre y preocupa al pueblo salvadoreño y pueblos latinoamericanos no tiene importancia ni existencia real para la Universidad.
La sexta dimensión, en la cual se desenvuelve la Universidad y la FMO, es una dimensión a-temporalizada y a-espaciada, es una institución que se mueve en un espacio sin tiempo y un tiempo sin espacio, en un tiempo sin tiempo, y un espacio sin espacio, que la lleva y ha llevado a despersonalizarse como institución, despersonalización que la ha vuelto insensible científica y profesionalmente ante el dolor humano, ya que el mismo dolor humano ocurre en un espacio y en un tiempo determinado, es un fenómeno histórico, que es paralelo, al tiempo sin tiempo, al espacio sin espacio, donde ocurre el quehacer interno de la universidad que le ha dado la espalda a la realidad humana individual y grupal.
Al moverse la universidad y la FMO fuera del tiempo y del espacio, se constituye en una institución ahistórica, ya que la misma historia es además de tiempo, espacio. En este sentido, como se dijo anteriormente, la universidad en su conjunto y cada una de sus partes, vive en un mundo paralelo al mundo de la población salvadoreña en general y de las mayorías empobrecidas en particular, mundos que no se entrelazan, no se tocan ni mucho menos se integran en una unidad diferenciada.
En el mundo que la universidad ha creado, paralelo al mundo real e histórico, se ha detenido la realidad misma de la universidad, detención caracterizada por la única preocupación fundamental: la conquista y manutención del poder económico y político universitario.
Las tres o cuatro dimensiones que integran constitutivamente la realidad objetiva, en las cuales ocurre y transcurre la vida en general y la vida humana en particular, ha dejado en las últimas décadas de impactar la dinamicidad de la universidad, que es más bien, una anti – dinamicidad.
La anti – dinamicidad en que ha caído lamentablemente la universidad, la ha llevado a ubicarse en lo que muchos filósofos llamarían la Nada, que es un concepto más radical que el concepto físico de Vacío.
Es la Nada, el justo “lugar” donde “existe” y se “realiza” la sexta dimensión, es un lugar sin lugar, es un lugar sin tiempo, es una realización sin que exista algo que tenga que realizarse.
La universidad, existiendo sin existir, además, de a – temporalizarse y de a – espaciarse, deja de ser sensible ante los graves problemas que padece la humanidad, ante los profundos problemas que cargan sobre sus hombros las mayorías empobrecidas, porque ni ellos hacen retumbar la insensibilidad de la universidad, ni esta última está interesada en montarse en los vagones de la historia, que es donde ocurre el sufrimiento humano al igual que sus anhelos y victorias.
Veamos uno de los acontecimientos más recientes, en el cual se refleja por una parte el sufrimiento humano a la enésima expresión y por otra también la perversidad humana en su máximo nivel de manifestación, es decir, el Éxodo Humano, de decenas de miles de personas en diferentes países con gobiernos de diferente tinte político e ideológico (de derecha y de izquierda), en la búsqueda de la tierra prometida, que independientemente que se considere que hay detrás de este acontecimiento manos oscuras que pretenden sacar raja política del dolor humano, hay algo que es ineludible e inocultable: El Éxodo Humano, es el reflejo de que se ha llegado a un nivel profundo de descomposición de la sociedad humana, de deshumanización sobre todo de los Faraones de la posmodernidad, sean Faraones pequeños o de los más grandes, como el Faraón que dirige los destinos del imperio más poderos existente en la actualidad sobre la tierra.
En esta búsqueda de la tierra prometida, que no es sinónimo del sueño americano (estadounidense), donde en el sufrimiento cargado y vivenciado por las mayorías empobrecidas de este planeta, se manifiesta la lucha encarnizada entre el bien y el mal, entre el deseo de liberación y la continuidad de la opresión, entre la esperanza y la desesperanza, entre los empobrecidos y débiles y los poderos de este planeta.
Sociológica, filosófica, psicológicamente, en fin desde las ciencias humanas, los empobrecidos que son la inmensa mayoría de este planeta, se constituyen en el lugar por excelencia donde se encuentra la verdad, la cruda y nuda realidad que refleja las injustas estructuras de la sociedad humana con diferentes connotaciones ideológicas, políticas y económicas, refleja en los empobrecidos además, el emborrachamiento de los poderosos y de los más poderosos (Faraones) con el poder, que se lo han bebido al grado de caer en profundas alucinaciones; trastornos alucinógenos que los han llevado a creer que son Dioses, y que tiene la potestad peligrosa de determinar y definir la vida de decenas de millones de personas en pobreza o en extrema pobreza y del planeta tierra en su totalidad.
Desde la percepción teológicas, dirían los teólogos de la liberación o de concepciones teológicas que se han atrevido a seguir lo mejor que han podido los pasos de Jesús Cristo, que la inmensa mayoría de empobrecidos, es el Lugar Teológico por excelencia, donde se muestra por una parte, el rostro crucificado y sufriente de Jesús Cristo, y por otra el rostro de la esperanza, de la tierra prometida, que más que un espacio físico, que más que un terruño donde la inmensa mayoría de empobrecidos no quieren ni riqueza ni pobreza, sino lo necesario para vivir dignamente, es un espacio espiritual de liberación, es un espacio donde se produce la liberación total del ser humano individual y grupal de todo aquello que lo oprime y lo reprime.
Ya sea, visto este hecho, este acontecimiento, del Éxodo Humano de latinoamericanos, del medio oriente, o del continente africano, desde un punto de vista científico, filosófico o teológico, es una realidad irrefutable, innegable, que ninguna persona, grupo humano o institución alguna, podría negar su existencia y renunciar a manifestarse y participar desde su naturaleza, a la búsqueda de grandes soluciones a estos gravísimos problemas que la mayor parte de la humanidad le han cargado sobre sus hombros, sobre todo los países y gobiernos más poderosos de este planeta.
Una persona, grupos de personas o instituciones que se tapen los ojos, para no ver esta deshumana y desgarradora realidad, o que se tapen los oídos para no escuchar los clamores y gemidos de las mayorías empobrecidas, no hay duda que además de que han perdido la categoría de humanos, están viviendo en la sexta dimensión, en la nada, donde nada ocurre, donde nada se siente, donde nada impresiona, porque el sentir humano, con sus avatares, sufrimientos y alegrías, ocurren en un tiempo y en un espacio determinado, ocurren definitivamente en la historia humana. Hasta Jesús Cristo, hijo directo de Dios, tuvo que historizarse, tuvo que meterse en la historia, para sentir desde los humanos y con ellos, las alegrías y los sufrimientos humanos, y no digamos creaciones humanas como la Universidad o las mismas iglesias que están llamadas a historizarse y a asumir desde sus especificidades las responsabilidades que les compete.
De no meterse universidades e iglesias a la historia humana, de no meterse en las tres, cuatro o cinco dimensiones donde ocurre lo humano, estarán condenadas a vivir en La Nada, en la Sexta Dimensión, en un tiempo sin tiempo y fuera del espacio nam omne a eternum, saecula saeculorum.
La vida es de opciones, diría el filósofo Xavier Zubiri, las universidades y las iglesias deberán de elegir cual es su opción de vida: meterse en la historia humana o darle la espalda a esa historia y vivir en la sexta dimensión.
El Salvador, Centroamérica, 24 de octubre de 2018