La psicología y la chamanería
Por: Francisco Quintanilla
La siguiente reflexión sumamente breve pretende poner al descubierto la justa dimensión y esencia de la práctica “profesional” del psicólogo en el mundo actual de los países empobrecidos, en países latinoamericanos como El Salvador, y en particular en el quehacer de los psicólogos en muchas universidades latinoamericanas, públicas y privadas.
Para lograr el anterior propósito se partirá de una serie de presupuestos planteados por Ignacio Martín Baró en su intento por crear y proponer los cimientos de una psicología de la liberación, así como un nuevo quehacer del psicólogo latinoamericano en escenarios de países empobrecidos como el salvadoreño.
Un presupuesto planteado por Martín Baró, que por cierto ya se encuentra desarrollado en la filosofía dialéctico materialista, y es que en la relación realidad e ideas, realidad objetiva y teoría, la realidad además de ser primaria, es independiente y anterior a las ideas, y las ideas son secundarias y dependen de la existencia de la realidad. Esta idea la plasma Martín Baró, al preguntarse cuál es el camino que se debe seguir para producir conocimiento, ir de la teoría a la realidad o ir de la realidad a la teoría.
En muchas universidades latinoamericanas en general y salvadoreñas en particular, el camino por excelencia que han seguido, lamentablemente, ha sido ir de la teoría a la realidad y no de la realidad a la teoría. Este camino, ha representado, en la práctica por una ´parte, una negación de la práctica científica de la psicología, y por otra, derivada de la primera, una importación de teorías psicológicas producidas en otras latitudes distintas a las realidades latinoamericanas y salvadoreñas.
Al retomar el primer aspecto, de que partir de la teoría a la realidad, supone la negación de la práctica científica de la psicología, lleva a considerar, primero a que los psicólogos y su práctica profesional ha estado orientada a estar de espalda a la realidad que les circunda. Al estar de espalda a esa realidad, que es la verdadera fuente de todo conocimiento, refleja que se han visto “obligados” con conciencia o sin ella a adentrarse en la subjetividad de las personas, pacientes o clientes que atienden, buscando en ella las causas de los problemas que las personas padecen al margen del contexto social e histórico en la que estas mismas personas están insertas; segundo, a que en la medida que se alejan cada vez más de la realidad, tienen menos posibilidad que su práctica adquiera la propiedad de ser científica, ya sea desde las exigencias del positivismo o desde los planteamientos de la epistemología comprensiva o interpretativa.
Desde las exigencias del positivismo, que a pesar de que no es una concepción epistemológica que puede servir de base para la construcción de una psicología de la liberación, tiene sus criterios para clarificar si algo puede o no ser estudiado científicamente, para el caso la subjetividad como objeto de estudio al no cumplir con los requisitos de ser observable, medible y sujeta a experimentación, no puede estudiarse científicamente, y si se estudia, los resultados de dicho estudio, están lejos de ser considerados como científicos.
Desde la concepción comprensiva e interpretativa, porque para comprender o interpretar como las personas, las comunidades o los pueblos comprenden en su subjetividad los problemas que viven a diario, debe hacerse penetrando en la subjetividad, pero inserta en el contexto social e histórico en la cual se desarrolla esa subjetividad, entonces si los psicólogos parten de la teoría a la realidad, significa que creen que la teoría existe con independencia de la realidad, y que por tanto, también la subjetividad existe con independencia de la realidad, por lo que terminan descontextualizando, deshistorizando y despersonalizando a los pacientes, a las personas que tratan psicológicamente, es decir, terminan no cumpliendo con una de las exigencias de esta concepción comprensiva e interpretativa, para poder estudiar la subjetividad.
Desde ninguna de las dos perspectivas epistemológicas, la práctica del psicólogo en muchos países y en muchas universidades latinoamericanas, cumple con los requisitos para poder ser considerada como científica, y si esto es así, su práctica está más cerca de la magia, de la chamaneria, de la brujería que de la ciencia misma.
Ahora retomando, el aspecto de que la psicología al ir no de la práctica a la teoría sino de la teoría a la realidad, ha llevado a los psicólogos latinoamericanos y salvadoreños a importar teorías construidas en otras latitudes, en otros países muy distintos a los países pobres y empobrecidos como los latinoamericanos, de nuevo ante este aspecto, se cae en la cuenta, que al importar teorías y sobretodo asimilarlas acríticamente, se está no sólo importando teorías sino que también realidades muy distintas a las latinas, pero también se está importando formas de ver, entender, sentir la realidad; formas ideológicas de ver, entender y sentir la realidad que al provenir de países con condiciones económicas, políticas, sociales y culturales muy distintas, se convierten en formas de enajenación, de alienación de la conciencia de los pueblos latinos así como de sus realidades. El psicólogo latino y salvadoreño, en este sentido se ha convertido con conciencia o sin ella, en un instrumento enajenador, alienador de la conciencia individual como colectiva de los latinos, y desde estos dos fenómenos complementarios, en un agente activo de la enajenación y alienación de las realidades latinoamericanas.
Un segundo presupuesto del que arranca Martin Baró para proponer los fundamentos de la psicología de la liberación, es que el psicólogo latinoamericano ha contribuido desde su especificidad a enmascarar la realidad y no a desenmascararla. Es decir, que en la medida que el psicólogo quiera o intente penetrar en las entrañas de la subjetividad, sobretodo en la subjetividad individual al margen del contexto social e histórico en que se ha forjado, en esa medida y con una vara más, este profesional de la salud mental, ha estado, está y estará jugando un papel activo en el encubrimiento de la realidad real, en algunos casos consciente y en muchos casos inconscientemente.
Cuando lo hace conscientemente, él psicólogo tiene consciencia de por lo menos dos cosas: una de la realidad económica, política, social e histórica que lo circunda y dos que al encubrir esa realidad, está consciente que encubre esa realidad a las personas que atiende con el propósito de que sigan inconscientemente manteniendo las estructuras económicas, políticas, sociales e históricas injustas a favor de las minorías, a favor de los dominadores y en contra de ellas mismas (de los dominados).
Continuará…