Cuaderno 12 (XXIX) 1932 Antonio Gramsci
Apuntes y notas vertidas sobre un grupo de ensayos en la historia de los intelectuales
¿Los intelectuales son un grupo social autónomo e independiente, o por el contrario cada grupo social tiene una categoría propia y especializada de intelectuales?
El problema es complejo por las formas variadas que ha asumido hasta hoy el proceso histórico real de formación de las diversas categorías intelectuales. Las dos formas más importantes son las siguientes:
1) Cada grupo social, al nacer en el terreno originario de una función esencial en el mundo de la producción económica, se crea conjunta y orgánicamente uno o más rangos de intelectuales que le dan homogeneidad y conciencia de la propia función, no sólo en el campo económico sino también en el social y en el político: el empresario capitalista crea junto a él al técnico industrial y al especialista en economía política, al organizador de una nueva cultura, de un nuevo derecho, etc., etc. Debe advertirse que el empresario representa un producto social superior, ya caracterizado por cierta capacidad dirigente y técnica (es decir: intelectual): debe poseer cierta capacidad técnica no sólo dentro de la esfera circunscripta de su actividad y de su iniciativa propia, sino también en otras esferas, por lo menos en aquellas más directamente ligadas a la actividad económica (debe ser un organizador de masas de hombres; un organizador de la "confianza" de los inversores de la empresa, de los compradores de su mercancías, etc.).
Si no todos los empresarios, por lo menos una elite de ellos, debe tener capacidad para la organización de la sociedad en general, en todo su complejo organismo de servicios hasta la misma organización estatal, dada la necesidad de crear las condiciones más favorables para la expansión de la propia clase, o como mínimo debe poseer la capacidad para seleccionar "los encargados" (empleados especializados) a los que se pueda confiar esa actividad organizativa de las relaciones generales externas de la empresa. Se puede observar que los intelectuales "orgánicos", que cada nueva clase crea junto a ella y forma en su desarrollo progresivo, son en general "especializaciones" de aspectos parciales de la actividad primitiva del tipo social nuevo que la nueva clase ha dado a luz.*
* Los Elementi di scienza politica de Mosca (nueva ed. aumentada de 1923) deben ser consultados sobre este tema. La llamada "clase política" de Mosca no es otra cosa que la categoría intelectual del grupo social dominante: el concepto de "clase política" de Mosca es vecino del concepto de elite de Pareto, que representa otra tentativa de interpretar el fenómeno histórico de los intelectuales y su función en la vida estatal y social. El libro de Mosca es una enorme mezcla de carácter sociológico y positivista con el agregado de la influencia tendenciosa de la política inmediata, que lo torna menos indigesto y literariamente más vivaz.
También los señores feudales detentaron una particular capacidad técnica, la militar, y fue precisamente desde el momento, en el cual la aristocracia perdió el monopolio de la capacidad técnico-militar cuando comenzó la crisis del feudalismo. Pero la formación de los intelectuales en el mundo feudal y en el precedente mundo clásico debe ser examinada aparte: esta formación y desarrollo siguió trayectos y modos que conviene estudiar concretamente. Se debe observar que la masa de los campesinos, aunque cumple una función esencial en el mundo de la producción, no genera sus propios intelectuales "orgánicos", y tampoco "asimila" ningún grupo de intelectuales "tradicionales"; a pesar de que otros grupos sociales extraen muchos de sus intelectuales de la masa de campesinos y que gran parte de los intelectuales tradicionales son de origen campesino.
2) Pero cada grupo social "esencial", al surgir a la historia desde la estructura económica precedente y como expresión del desarrollo de esa estructura, ha encontrado, por lo menos en la historia hasta ahora desenvuelta, categorías intelectuales preexistentes y que además aparecían como representantes de una continuidad histórica no interrumpida aun por los más complicados y radicales cambios de las formas políticas y sociales.
La más típica de estas categorías intelectuales es la de los eclesiásticos, por largo tiempo monopolizadores (durante toda una etapa histórica que en parte se caracteriza por este monopolio) de algunos servicios importantes: la ideología religiosa, es decir la filosofía y la ciencia de la época, con la escuela, la instrucción, la moral, la justicia, la beneficencia, la asistencia, etc. La categoría de los eclesiásticos puede ser considerada como la categoría intelectual orgánicamente ligada a la aristocracia terrateniente; jurídicamente estaba equiparada a la aristocracia; con la que compartía el ejercicio de la propiedad feudal de la tierra y el uso de los privilegios estatales ligados a la propiedad. * Pero el monopolio de las superestructuras por parte de los eclesiásticos ** no se ejerció sin luchas y limitaciones, y por eso nacieron, en variadas formas (que se deben estudiar e investigar concretamente), otras categorías, favorecidas y acrecentadas por el afianzamiento del poder central del monarca hasta llegar al absolutismo. De ese modo la aristocracia de la toga se fue formando, con sus propios privilegios, un grupo de administradores, etc.: científicos, teóricos, filósofos no eclesiásticos, etc.
Así como estas diversas categorías de intelectuales tradicionales sienten con "espíritu de cuerpo" su no interrumpida continuidad histórica y su "calificación", del mismo modo se conservan a sí mismas como autónomas e independientes del grupo social dominante. Esta autoposición no carece de consecuencias de vasto alcance en el campo ideológico y político: toda la filosofía idealista se puede relacionar fácilmente con esta posición asumida por el complejo social de los intelectuales y se puede definir la expresión de esa utopía social según la cual los intelectuales se creen "independientes", autónomos, investidos de caracteres propios, etc.
Sin embargo, debe observarse que si bien el Papa y la alta jerarquía de la Iglesia se creen más ligados a Cristo y a los apóstoles que a los señores senadores Agnelli y Benni, no ocurre lo mismo con Gentile y Croce, por ejemplo; Croce, en especial, se siente estrechamente ligado a Aristóteles y a Platón, pero en cambio no oculta su relación con los senadores Agnelli y Benni y en eso precisamente se debe buscar el carácter más sobresaliente de la filosofía de Croce.
¿Cuáles son los límites "máximos" que admite el término "intelectual"? ¿Se puede encontrar un criterio unitario para caracterizar igualmente todas las diversas y variadas actividades intelectuales y para distinguir a éstas al mismo tiempo y de modo esencial de las actividades de las otras agrupaciones sociales? El error metódico más difundido, en mi opinión, es el de haber buscado este criterio de distinción en lo intrínseco de las actividades intelectuales y no, en cambio, en el conjunto del sistema de relaciones en que esas actividades se hallan (y por lo tanto en los grupos que las representan) en el complejo general de las relaciones sociales. Y en verdad el obrero o proletario, por ejemplo, no se caracteriza específicamente por el trabajo manual o instrumental, sino por la situación de ese trabajo en determinadas condiciones y en determinadas relaciones sociales (además de la consideración de que no existe trabajo puramente físico y de que la expresión de Taylor de "gorila amaestrado" es una metáfora para indicar un límite en cierta dirección: en cualquier trabajo físico; aunque se trate del más mecánico y degradado, siempre existe un mínimo de calidad técnica, es decir un mínimo de actividad creativa). Ya se ha observado que el empresario, por su misma función, debe tener en cierta medida algunas cualidades de tipo intelectual, si bien su figura social no está caracterizada por esas cualidades sino por las relaciones generales sociales que caracterizan la posición del empresario en la industria.
Todos los hombres son intelectuales, podríamos decir, pero no todos los hombres tienen en la sociedad la función de intelectuales (así, por ejemplo, porque puede suceder que todos en determinado momento sepan freír dos huevos o coserse un desgarrón del saco, no por eso se afirmará que todos son cocineros o sastres). Cuando se distingue entre intelectuales y no intelectuales, en realidad sólo se hace referencia a la inmediata función social de la categoría profesional de los intelectuales, es decir, se tiene en cuenta la dirección en que gravita el mayor peso de la actividad específica profesional, si en la elaboración intelectual o en el esfuerzo nervioso-muscular. Esto significa que si se puede hablar de intelectuales, no tiene sentido hablar de no-intelectuales, porque los no-intelectuales no existen. Pero la misma relación entre esfuerzo de elaboración intelectual-cerebral y esfuerzo nervioso-muscular no es siempre igual; por eso se dan diversos grados de actividad específicamente intelectual. No hay actividad humana de la que se pueda excluir toda intervención intelectual, no se puede separar el homo faber del homo sapiens. Cada hombre, considerado fuera de su profesión, despliega cierta actividad intelectual, es decir, es un "filósofo", un artista, un hombre de buen gusto, participa en una concepción del mundo, tiene una consciente línea de conducta moral, y por eso contribuye a sostener o a modificar una concepción del mundo, es decir, a suscitar nuevos modos de pensar.
El problema de la creación de un nuevo grupo intelectual consiste, por lo tanto, en elaborar críticamente la actividad que existe en cada uno en cierto grado de desarrollo; modificando su relación con el esfuerzo nervioso-muscular en un nuevo equilibrio, y logrando que el mismo esfuerzo nervioso-muscular, en tanto elemento de una actividad práctica general, que renueva constantemente el mundo físico y social, llegue a ser el fundamento de una nueva e integral concepción del mundo. El tipo tradicional y vulgarizado del intelectual está dado por el literato, el filósofo y el artista. Por lo tanto los periodistas, que pretenden ser literatos, filósofos y artistas, pretenden también ser los "verdaderos" intelectuales. En el mundo moderno la educación técnica, ligada estrechamente al trabajo industrial, aun el más primitivo y descalificado, debe formar la base del nuevo tipo de intelectual.
Con esa base ha trabajado el semanario Ordine Nuovo para desarrollar ciertas formas de un nuevo intelectualismo y para determinar nuevos conceptos, y no ha sido ésta una de las razones menores de su éxito, porque tal posición correspondía a aspiraciones latentes y estaba de acuerdo con el desarrollo de las formas reales de vida. El modo de ser del nuevo intelectual ya no puede consistir en la elocuencia, motora exterior y momentánea de los afectos y de las pasiones, sino en su participación activa en la vida práctica, como constructor, organizador, "persuasivo permanentemente" no como simple orador y, sin embargo, superior al espíritu matemático abstracto; a partir de la técnica-trabajo llega a la técnica-ciencia y a la concepción humanista histórica, sin la cual se es "especialista" y no se llega a ser "dirigente" (especialista + político).
Así se plasman históricamente ciertas categorías especializadas para el ejercicio de la función intelectual, se forman en conexión con todos los grupos sociales, pero en especial con los más importantes, y sufren elaboraciones más extensas y complejas en conexión con el grupo social dominante. Una de las características más relevantes de cada grupo, que se desarrolla en dirección al dominio, es su lucha por la asimilación y la conquista "ideológica" de los intelectuales tradicionales, asimilación y conquista que es tanto más rápida y eficaz cuanto más rápidamente elabora el grupo dado, en forma simultánea, sus propios intelectuales orgánicos.
El enorme desarrollo alcanzado por la actividad y la organización escolar (en sentido amplio), en las sociedades que surgieron del mundo medieval, muestra la importancia que han alcanzado en el mundo moderno las categorías y las funciones intelectuales: en la medida en que se ha tratado de profundizar y ensanchar la "intelectualidad" de cada individuo, también se tendió a multiplicar las especializaciones y a perfeccionarlas. Esto se cumple gracias a las instituciones escolares de diverso grado, hasta los organismos para promover la llamada "alta cultura", en cada campo de la ciencia y de la técnica.
La escuela es el instrumento para formar los intelectuales de diverso grado. La complejidad de las funciones intelectuales en los diversos Estados se puede medir objetivamente por la cantidad de escuelas especializadas y por su jerarquización: cuanto más extensa es el "área" escolar y cuanto más numerosos son los grados" "verticales" de la escuela, tanto más complejo es el mundo cultural, la civilización, de un determinado Estado. Se puede encontrar un parangón en la esfera de la técnica industrial: la industrialización de un país se mide por su capacidad en la construcción de máquinas para construir máquinas y en la fabricación de instrumentos cada vez más precisos para construir máquinas e instrumentos para construir máquinas, etc. El país que tiene los mejores elementos para construir instrumentos para los gabinetes experimentales de los científicos y para construir instrumentos para poner a punto esos instrumentos, puede ser considerado como el país más avanzado en el campo técnico-industrial, el más civilizado, etc. Así ocurre en la preparación de los intelectuales y en las escuelas dedicadas a esta preparación; escuelas e institutos de alta cultura son asimilables. También en este campo la cantidad no puede separarse de la calidad. A la más refinada especialización técnico-cultural, debe necesariamente corresponder la mayor extensión posible, en la difusión de la instrucción primaria y la mayor disposición para favorecer, con los grados intermedios, al número mayor de personas. Naturalmente, esta necesidad de crear la más amplia base posible para la selección y la elaboración de las más altas cualidades intelectuales –es decir: de dar a la cultura y a la técnica superior una estructura democrática– no carece de inconvenientes: se crea de ese modo la posibilidad de vastas crisis de desocupación en los estratos medios intelectuales, como ocurre efectivamente en todas las sociedades modernas.
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