Fusilamiento de los Héroes del 44 (Primera Parte)

Retomamos un poco el registro de los acontecimientos de abril de 1944, esta vez con una reseña escrita por Julio Escamilla Saavedra sobre los fusilamientos de los participantes en el alzamiento armado en contra de la dictadura del General Maximiliano Hernández Martínez.

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 LOS FUSILAMIENTOS DE LOS HÉROES DEL 2 DE ABRIL DE 1944
Por Julio Escamilla Saavedra

Despues de tres días de dura pelea y fracasado el moimiento revolucionario, el dictador dominaba la situación…

Los patriotas que hasta el último momento pelearon en las lomas de El Calazo, se habian desplegado en retirada por el lado del cementerio; algunos de los revolucionarios habían caído prisioneros, otros huían por montes y veredas o se encontraban escondidos en alguna parte y uno que otro había logrado escapar cruzando la frontera patria.

El dictador había implantado el Estado de Sitio y la Ley Marcial se aplicaba desde temprano de la noche ya la persecución policíaca con su secuela de despotismo, imperaba en toda la República.

En la Capital ningún ciudadano podía salir o entrar sin el correspondiente «pase» o «Salvoconducto» extendido por la policía, el cual era exigido por los retenes apostados en las calles de acceso a la ciudad y en las estaciones de los ferrocarriles

Estos mismos retenes se encargaban de requisar toda clase de vehículos qu esalieran o entraran a la capital.

Los diarios estaban silenciados y sus directores se encontraban presos algunos otros en el exilio o escondidos en algún lugar…

Unicamente el «Diario Nuevo» y «El Gran Diario»,  publicaban los boletines oficiales informando por ejemplo: que «todo estaba en orden», que «reinaba la paz y la tranquilidad en toda la república» y que «Los culpables del movimiento sedicioso serían castigados», etc.,etc.

Por las calles de San SAlvador la gente caminaba temoerosa durante el día y, por la noche, se encerraba temprano en sus casas.

Al nomás oscurecer, disparos dispersos por ltodos los rumos de la ciudad indicaban que había llegado la hora oficial en que se aplicaba la Ley Marcial.

No se sabe cuantos fueron muertos por haberles sorprendido en la calle la hora fatídica en que entraba en vigor esa medida… Cuando algún familiar no había llegado a su casa por la noche, era casi seguro que su cadaver seria encontrado en la morgue…

Tal era la situación que se vivía en ese tiempo (…30 años despues se vivíría una situación similar, oh!, ironías de la historia y de nuestra sociedad..N.de H.)

Primera y segunda ejecución.

A las dos de la mañana del día 10 de abril del heróico año de 1944, el Consejo de Guerra reunido en el edificio de la Policía Nacional, dictó la sentencia condenando a sufrir la pena de muerte por fusilamiento, previa la degradación correspondiente, a 25 de los patiotas comprometidos en el fracasado movimiento revolucionario.

Entre la nómina de los condenados a la última pena, se encontraban seis civiles; los demás, todos eran militares.

Dos horas más tarde, es decir, a las cuatro de la mañana, el teléfono del convento de la Iglesia de La Merced, sonaba con insistencia… Su Párraco, el Presbítero Juan León Montoya, se levantó adormitado a contestarlo.

La llamada telefónica provenía de la Policía Nacional Informándole que allí se necesitaba con urgencia de sus servicios religiosos, por lo que le pedían que se presentara de inmediato. Se le dijo que había que confesar a varios Reos.

El Padre Montoya presintió lo que ocurría y , en la breve comunicación telefónica, les hizo ver que, dadas las circunstancias en que se encontraba la capital, con Estado de Sitio y Ley Marcial, a pesar de la corta distancia que mediaba entre el convento y el edificio de la Policía Nacional, él no se atrevía a salir solo a la calle por temor de que pudiera ocurrirle algo…

Le ofrecieron protección…

No había terminado aún de vestirse el sacerdote , cuando un piquete de aentes armados estaban llamando a las puertas del convento. El padre salió a abrirles y les pidió que le esperaran un momento; luego se dirigió al templo, tomó los Santos Óleos y dos hostias consagradas y regres{o al convento para reunirse con los agentes que le esperaban para llevarlo a la Policía a bordo de una camioneta pequeña.

Al llegar preguntó donde estaban los reos a quienes iba a confesar y cuantos eran.

Se le contesto que eran bastantes, pero que en esos momentos una comisión andaba por Casa Presidencial apelando conmutación de la pena. Al preguntar cuantos serían en caso de haber resolución favorable, se le dijo que diez.

Ante la pregunta del caso, por cuanto ya estaba señalada la hora de la ejecución, el Padre Montoya les hizo ver que él solo no alcanzaría a confesar a todos los reos, por lo que pidió le permitiesen solicitar la  ayuda de otros religiosos

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