A mis ex hermanos alejados, recién separados, que han comenzado a caminar hacia el ostracismo y el olvido y que pronto comenzarán a recibir el severo castigo divino, dirijo esta epístola, para que vuestros corazones se abran o se atribulen, para que vuestra alma escuche por última vez el mensaje divino. Yo Armandín Guacalón, humilde ciervo del gran Cristiani Rey Celestial, que he tenido el don y el privilegio de recibir la alfabetización, aprovecho estos profundos y complicados conocimientos adquiridos para escribiros, no importa que este papiro venga de las lejanas tierras de los infieles, ha sido bendecido por nuestra excelencia, el reverendísimo Monseñor y Cardenal infieri Luis de las Escobas con Alas. Esta epístola, mis hermanos lejanos, es la última oportunidad que tenéis para renegar de vuestros pecados, para volver a la senda correcta que vilmente abandonasteis. El gran Rey Celestial, os recibirá, si decidís desandar la vereda torcida, que por hoy pisan y pisan vuestras sandalias. Si regresáis de rodillas a pedir perdón, por los pecados cometidos, el gran Rey Celestial lanzará al piso granos de maíz y maicillo, para que con vuestras rodillas comencéis a sufrir las consecuencias de vuestros actos, pero os perdonará, al igual que el hijo pródigo seréis devueltos a seno de la gran familia.
Debo recordaros mis ex hermanos, que la tribu de los Sacanesiencies tiene orígenes desconocidos y dudosos, ellos siempre quisieron prestigiarse esgrimiendo orígenes en el santo pueblo de Belén, cuna de Nuestro Señor. Pero nadie ha creído semejante falsedad. Los ancianos de nuestro pueblo que contaban las historias de sus abuelos, nos decían que los Sacanesiences, vinieron con las tribus gitanas, que entraban ruidosamente en nuestras aldeas, vendiendo baratijas, haciendo truculentos actos de magia y mostrando sus iniquidades a nuestras vírgenes para inducirlas al pecado. Vivían del embuste, el hurto y el pillaje. Así, con el paso de los años se fueron quedando en nuestras tierras. Luego, poco a poco, quisieron compararse con los grandes señores que nuestro poderoso y temido Rey Celestial protege. Quisieron borrar su abyecto pasado, comprando algunos bienes y pequeñas haciendas. Sirvieron de prestanombres a los grandes Barones de nuestras tierras, todo para querer igualarse a ellos. Se les olvidó que si Nuestro Gran Señor, en su infinita sabiduría, ha decidido que seamos esclavos o siervos, el hombre, en su pequeñez no tiene más que acatar el designio divino. Estas tribus desarrapadas, que fueron creadas para servir y obedecer, renegaron de la disposición divina y quisieron ser servidos y obedecidos.
Ahora todo nuestro pueblo sufre las consecuencias de sus actos. Lograron llegar a los mandos del reino, solo para enriquecerse. Les entregamos la administración de la hacienda, para que nos sirvieran de mejor forma y nos traicionaron. Pensad mis hermanos alejados, para eso Dios os dio los sesos, reflexionad, ved como en los últimos tiempos el populacho se fue rebelando, los esclavos quisieron ser ciervos, y los siervos señores. Esto culminó en la gran debacle, hemos perdido temporalmente la administración del reino. De lo sucedido, vosotros tenéis gran responsabilidad, recibisteis lisonjas y comisteis de las migajas que cayeron de la mesa. Comenzasteis a adorar a los dioses de la tribu Sacanesiencies, te olvidasteis del verdadero Dios. Nuestro Señor Cristiani Rey Celestial, en su inmensa bondad, puede perdonaros, que halláis adorado al becerro de oro, lo que no les perdonará jamás, es que al adorarlo, halláis robado sus diamantes o parte de su precioso metal. Se puede jugar con el santo, pero no con la limosna, mis ex amados hermanos.
Por ello, ahora que marcháis por la ruta equivocada quiero recordaros, que nuestro gran Cristiani Rey Celestial, todo lo ve, todo lo oye, todo lo huele y todo lo palpa. No olvidéis que él guarda en el cofre de diamante que se cierra con las siete llaves de oro, al igual que una caja fuerte, el registro de todos vuestros actos. Cada uno de los días de tu vida, están en la contabilidad celestial, guardados, por ahora, celosamente. Tus actos, tus deseos impíos, tus vicios, tus defectos, tus sodomías, tus peculados, tus siete pecados capitales, todos está cuidadosamente archivado. Si ese cofre de diamante se abre, caerán sobre todos vosotros las cien plagas de Egipto, incluyendo la del denge clásico y la de la gripe porcina. Si ese cofre de diamante descubre sus secretos, se conocerán los chupaderos que frecuentabais, se compararán los puteríos de mala muerte que visitabais antes de llegar a la administración del reino con los burdeles de lujo en que luego eráis recibido como grandes sultanes. Se conocerán por sus nombres y familias a vuestras amantes y meretrices, se conocerá quienes de vosotros tienen el vicio del homosexualismo y cada uno de vuestros actos de sodomía. Todos sabrán de las infidelidades y otros pecados de vuestras esposas, de los amantes y vicios secretos de vuestras hijas. Llegarán hasta los más altos tribunales las pruebas de los desfalcos que cometisteis, llegarán las escrituras falsificadas de las tierras que con engaños robasteis, aparecerán los números de las cuentas bancarias donde ocultas los capitales mal habidos. Se conocerán las direcciones de vuestras mansiones urbanas, vuestros ranchos de playa y vuestras casas de montaña. Se comentará en todas las tertulias sobre quienes de vosotros roncan al dormir, sobre quienes de vosotros todavía se chupan el dedo a escondidas, se sabrá quienes de vosotros tienen el efecto de acumular excesivos gases intestinales, quienes usan ropa interior del sexo opuesto, y quienes se ponen calcetines con hoyos. Nada quedará oculto a los ojos del mundo, todo saldrá a la luz. Los ciegos verán estas verdades, se abrirán los oídos de los sordos.
Mis queridos hermanos separados, debéis pensar que cuando todo esto suceda no habrá rincón donde podáis ocultaros. No habrá casa que desee daros posada o alojamiento, tus antiguos amigos cambiarán de rumbo cuando vean que os acercáis a ellos y mirarán hacia otro lado. En ninguna tienda os van a fiar ni una caja de fósforos, las mujeres que antes frecuentabais dirán que son impotentes. Vuestras familias os aborrecerán o negarán todo parentesco, para evitar que el castigo divino caiga también sobre ellas. En ese momento Hermanos peleados, seréis menos que parias, menos que una mosca de panteón de pueblo, menos que una lombriz de charco. Nadie querrá siquiera pisaros, para no ensuciar la suela de sus sandalias. En ese momento, hermanitos alejaditos, clamaréis perdón, gritaréis tus aflicciones, correréis desesperados como locos, rasgaréis vuestras vestiduras, raparéis tus cabellos y pondrás ceniza en tu cabeza. En esos terribles momentos clamaréis el perdón del Rey Celestial, gritaréis que fuisteis engañados, que no sabíais lo que hacíais. Implorarais de rodillas, besando el suelo que pisa nuestro Rey Celestial, intentaréis lamer la suela de sus sandalias.
Pero en ese momento ya nada podrá remediarse, todo lo que hagáis, penséis o digáis solo servirá en tu contra. Os daréis cuenta que les habría valido mil veces, jamás haber nacido, a traicionar, al Rey Celestial. Pediréis muerte pronta, para que la tumba os sirva de sosiego. Pensad hermanitos dunditos, que cuando la última de las siete llaves de oro abra el cofre de diamante, nada podrá volver atrás, lo que de él salga, no podrá ser regresado. Vuestro destino estará marcado para siempre.
Amén.
Dado en las sacrosantas tierras del gran Rey celestial, el sábado veinticuatro de octubre del año del señor, dos mil nueve.
(Gracias a Rafa y Adal, que con sus comentarios inspiraron a Armandín Guacalón a escribir esta profética y sagrada epístola.)
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