Entre el descredito moral y la genuflexión

Por: Francisco Quintanilla


El ambiente político partidario que actualmente se vive en El Salvador, su dinámica indiferente y/o utilitaria, ante la situación de crisis que vive su población producto de la pandemia y de los efectos de las tormentas tropicales que azotaron recientemente el territorio salvadoreño, ocurre y se desarrolla sobre todo en el conflicto entre el poder del Ejecutivo y el poder de la Asamblea Legislativa.

En la Asamblea Legislativa, se encuentra, no representantes del pueblo, sino de los diferentes partidos políticos, los cuales ante la inmensa mayoría de la población se encuentran desacreditados no solo política, sino también, moralmente. Pero estos representantes de los diferentes partidos políticos como los mismos partidos se pueden clasificar en dos grandes categorías: los que además de desacreditados absolutamente ante la población salvadoreña, son genuflexos y los que además de desacreditados moralmente, son soberbios.
En cuanto a los desacreditados moralmente y soberbios, siguen siendo ciegos y sordos ante la realidad, ante los clamores, exigencias y valoraciones que la misma población les planteo y les sigue planteando. Siguen sin rumbo, no logran ni siquiera escuchar las exigencias y valoraciones de sus propias bases. Toda esta situación y condición en la que se ha desarrollado su dinámica como partidos, le ha facilitado al actual presidente de la república, “entuturutarlos” y meterlos a su cuadrilátero y jugar con ellos, como un niño que juega con su muñeco.
En esta categoría de partidos desacreditados moral, política y soberbios a la vez, se encuentran ARENA, el FMLN y el PDC.
En lo referente a los desacreditados política, moralmente y genuflexos, tienen conciencia de que están absolutamente desacreditados ante la inmensa mayoría de la población salvadoreña, entonces, han optado, por tratar de confundir a la población, haciéndoles creer que se interesan en resolver los grades problemas que esta padece.

El mecanismo que han seguido estos partidos políticos y sus representantes, es apoyar “incondicionalmente” las decisiones del presidente de la república, porque creen, que el apoyarlo, se ha “convertido en sinónimo de apoyar a la población salvadoreña”.

Pero es evidente, que su actitud y comportamiento es de servilismo, como el sugerido por Nicolas Maquiavelo, en su libro “El príncipe”, que no importa que es lo que tengan que hacer, hasta arrastrarse si es posible, con tal de conseguir sus propósitos.
El propósito principal, por supuesto, de estos partidos políticos, no es buscar el bienestar del pueblo salvadoreño, sino obtener la mayor cantidad posible de réditos políticos electorales para las elecciones municipales y de diputados para el año 2021.

Dentro de esta categoría, se ubican, en su orden de genuflexión: GANA, CD y PCN y por su puesto los recientes diputados tránsfugas de ARENA.
Desacreditados morales genuflexos y desacreditados morales soberbios, ambos grupos de partidos políticos y de parlamentarios, se han constituido por su histórica condición en el pivote, en el trampolín que posibilita que cualquier decisión buena, mala, acertada o equivocada, bien o mal intencionada, sea tomada y aceptada por buena parte de la población salvadoreña, no sola como la mejor decisión y acción que un presidente ha tomado para favorecer a la inmensa mayoría de la población salvadoreña, sino como la única decisión correcta.
El descredito tanto de genuflexos como soberbios, se ha convertido en la carta o en el boleto que permite que el actual presidente de El Salvador, tenga el campo allanado, libre para decir, decidir y hacer lo que se le venga en gana, porque sabe perfectamente que la población está profundamente resentida y defraudada con todos estos “representantes” de la patria salvadoreña, y sobre todo con los diputados del FMLN, que en su momento representaron teóricamente la esperanza de que el futuro de este país sería radicalmente distinto y mejor, pero se convirtieron en la antítesis de la esperanza revolucionaria.
Todo este ambiente, ha generado que el presidente de la república tenga, según encuestas, una amplia aceptación popular, que es una aceptación cuantitativa popular de las decisiones y acciones del presidente como de sus discursos en su primer año de gobierno.

De esa aceptación cuantitativa popular, es posible destacar varios aspectos ineludibles:

Primero, que un alto porcentaje de la población salvadoreña, le aceptaran cualquier cosa con tal que no provengan de ningún partido político existente, ni mucho menos de ARENA ni qué decir del FMLN que es el que más los ha defraudado.
Segundo, que hay una cosa importante que hay que reconocerle al presidente de la república, y es que conoce muy bien la psicología del pueblo salvadoreño, supo, en su momento diagnosticar y detectar los contenidos de su psicología; supo, detectar, que estaba, esta psicología cargada de una fuerte dosis de desesperanza, y como dice Seligman, que la desesperanza es aprendida, entonces, también la esperanza se aprende. Desesperanza, producida históricamente en los últimos treinta años por ARENA y no digamos por el FMLN. Entonces, en forma astuta, el actual presidente como candidato a este puesto, les vendió hábilmente, la mercancía de la esperanza.
Tercero, ha tenido la capacidad de utilizar la necesidad y ansia histórica del pueblo salvadoreño de que la esperanza se vuelva un día, más temprano que tarde en una realidad, para convertirla en una herramienta ideologizadora, es decir, en un arma encubridora de la realidad que se oculta detrás de sus pretensiones obsesivas por el poder. Y como dirían, Martín Baró e Ignacio Ellacuría, es necesario, que las instituciones como las universidades con todos sus profesionales, contribuyan a que el pueblo se quiete el velo ideologizador y descubra, para el caso, lo que hay detrás de las pretensiones del actual presidente de la república, así como lo hizo con los políticos del PCN, del PDC, de ARENA, del FMLN, de GANA, etc.
Cuarto, siendo una de las personas más adineradas de este país, su obsesión probablemente, no sea por acrecentar más su riqueza, sino su obsesión megalomaníaca por el poder. Esta obsesión, lo ha llevado, incluso a considerar que las decisiones de la Sala de Constitucional, son incorrectas, por lo que el pueblo tiene y debe de desacreditarlas y desobedecerlas. En este sentido, todo el que piensa en forma distinta como piensa él, la orden que tiene que cumplir el pueblo, es de desacreditarlo y desestimarlo. Ha desacreditado además de la Sala de lo Constitucional, también a la Asamblea Legislativa, al Procurador de los Derechos Humanos, a la Universidad Centroamericana (UCA), etc. En otras, palabras el que no piensa como él, está en contra de él, y, pero aun en contra del bienestar del pueblo salvadoreño.

Ante esto, según Platón, el político ideal, debía estar en “el más perfecto equilibrio y en correspondencia con la virtud”. Analistas, como el Dr. Rubén Zamora y el Dr. Fabio Castillo en entrevistas realizadas en el programa la República del canal 33, dejan entrever, que en el proceder del actual presidente de la republica hay un desequilibrio entre su ambición de poder y el actuar correctamente.
Su ambición de poder y su constante demostrar que tiene el respaldo popular para imponer su poder y su autoridad a los órganos legislativo y judicial, refleja ese desequilibrio a que se refiere Platón, y que al final, lejos de procurar el bien para la población salvadoreña puede provocar más mal, dándole continuidad, de otra manera, a las pésimas gestiones de ARENA y del FMLN.
Un estudiante de la Universidad de El Salvador, tipificaba los pleitos del ejecutivo con el legislativo, como pleitos de niños berrinchudos. Es, decir, pleitos, donde cada quien quiere imponer su verdad o su mentira, y no importa que el pueblo siga padeciendo no solo de los males derivados de la pandemia del covid19, de los derivados de las tormentas tropicales que generaron un gran desastre, sino también de los males estructurales que históricamente la estructura injusta del estado y de la sociedad salvadoreña le ha impuesto.
Este conflicto, que ya llegó a niveles de una telenovela, se caracteriza fundamentalmente por el enfrentamiento entre un niño berrinchudo que ateniéndose y amparándose en el apoyo cuantitativo popular y por los parlamentarios genuflexos, sigue obcecado por imponer a toda costa su voluntad de poder; y el otro niño berrinchudo soberbio, que no termina de superar su sordera y su ceguera ante los clamores y exigencias populares, se opone a que este logre sus pretensiones de poder.
Mientras continúan y se desarrollan los capítulos de esta telenovela, en la realidad, en la cruda y nuda realidad, el pueblo salvadoreño, sigue muriendo todos los días, no solo del covid19, de otras enfermedades curables y no curables, sino que también de hambre, y del olvido estructural a que los que han tenido y tienen el poder económico y político, lo han sometido.
Para finalizar esta reflexión, es valido preguntarse, que dado que detrás de todo este show telenovelesco, no hay otra cosa que intereses y propósitos electorales proselitistas, y tomando en cuenta los resultados de las encuestas sobre la alta aceptación popular de la gestión del presidente de la república salvadoreña y su apoyo “incondicional” por los parlamentarios y partidos políticos genuflexos, ¿Cuál serían los posibles resultados electorales si las elecciones para diputados y alcaldes fueran el próximo fin de semana?
Np hay duda, que por esa capacidad que ha tenido el presidente de El Salvador de maniobrar con la conciencia popular y de sometimiento de los genuflexos a sus designios, que los resultados aproximados serían los siguientes:
Por lo menos el 75% de diputados los ganaría Nuevas Ideas; un 20% se lo repartirían en orden de genuflexión: GANA, CD, y PCN; y el 5% sobrante, se lo repartirían entre ARENA, el FMLN y el PDC.
En cuanto a la elección de los concejos municipales y alcaldes, por su propia naturaleza es un proceso y fenómeno más difícil de anticipar.
El cambiar, este “destino” electoral dependerá en gran medida de la capacidad que tenga los agentes desideologizadores para enfrentarse a todo el aparato ideologiazador (Departamento de comunicaciones de la casa presidencial) de la actual gestión presidencial.
El cambiar este “destino”, resulta no imposible, pero si bastante difícil, por la sencilla y a la vez compleja razón, y es que el presidente actual de El Salvador, no tiene una real oposición; la que se puede considerar oposición, es irreal, por su nivel profundo de descredito moral y político ante la mayor parte de la población salvadoreña.
Esto se pospondrá hasta que surja, hasta que nazca un auténtico líder político capaz de guiar dejándose guiar por su pueblo, capaz de ver por medio de los ojos de los empobrecidos y no a la inversa, de que el pueblo aprenda a ver con los ojos del líder, como está ocurriendo en estos momentos en El Salvador.
El auténtico líder político, deberá surgir de las entrañas del pueblo sufriente, excluido, marginado y empobrecido, ya que sólo el pueblo se puede salvar así mismo. Pero por ahora, ese líder, ese sujeto histórico de la liberación a que tantas veces hizo referencia Ignacio Ellacuría, no ha nacido, no se ha formado todavía, porque para que algo nuevo nazca, lo viejo tiene que morir, y lo viejo en este país, se resiste a morir, se sigue reencarnado en lo nuevo.
12/06/2020

2 comments for “Entre el descredito moral y la genuflexión

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