Por ratos uno siente que vive en un país que está al borde de la destrucción total. Todavía no nos reponemos del impacto causado por el hecho criminal más salvaje cometido en nuestra historia, cuando se nos vienen las lluvias de la tormenta tropical Alex. Nuevamente queda al desnudo la vulnerabilidad casi total del territorio nacional. Cada vez más zonas se vuelven inseguras. Han aparecido cinco nuevas amenazas de cárcavas a raíz de “Alex”.
Pero las lluvias con sus consecuencias de destrucción y miles de refugiados, son una tragedia que camina paralela a la ola delincuencial. Los más de diez homicidios diarios no ceden, llueve, truene o tiemble. Tenemos tragedia sobre tragedia. En medio de la lluvia Medicina Legal reconocía los cuerpos de más salvadoreños asesinados, entre ellos motoristas de autobuses. No podemos hablar de modernizar el transporte publico si todas las rutas de buses pagan renta a las pandillas y si la vida de los motoristas dependen de la puntualidad de los pagos de los empresarios a los pandilleros.
Las pandillas se convirtieron en una efectiva organización territorial que controla gran parte del país. Funcionan con estructuras orgánicas compartimentadas similares a la antigua guerrilla. Se han ido armando poco a poco y ahora cuentan con el armamento suficiente para llevar la zozobra a todo el país. Se han convertido en los distribuidores de la droga en territorios bajo su control. Practican el Sicariato. Cobran renta a casi todo el país con más eficiencia que la del Ministerio de Hacienda para cobrar impuestos. Hace casi cuatro años en el comentario “Las maras en El salvador, un doble poder” señalaba la transformación que experimentaban estas organizaciones y advertíamos los riesgos que enfrentaríamos. Nos quedamos cortos, la imaginación de esos días ha sido superada por la realidad actual.
Para combatirlas con éxito es necesario un esfuerzo nacional grande que requiere profesionalismo, recursos, voluntad política y tiempo. Pero estos elementos se necesitan también para enfrentar el grave deterioro de nuestro territorio, la vulnerabilidad crece con cada depresión tropical que nos afecta. Aparecen nuevas cárcavas, los ríos cada vez se desbordan con más fuerza. Nuevos deslaves y desprendimientos de tierra en los cerros. Sobre esto, desde hace más de cuatro años escribía un comentario donde señalaba como con las lluvias se venía la tragedia para cientos de miles de salvadoreños.
A lo largo de los años, los problemas se han agravado pues no se atendieron en su momento con las medidas correctas. En el caso de la criminalidad, la propaganda mediática ocultó la inexistencia de verdaderos planes anti delincuenciales. En el caso de la vulnerabilidad territorial también solo se hacían espectáculos mediáticos para socorrer las víctimas, cuando la tragedia ya había pasado.
Estos dos problemas son consecuencia de una problemática estructural que tampoco fue atendida. Nuestro país ha sido destruido sistemáticamente con premeditación y alevosía por los grandes intereses económicos que solo veían la ganancia a corto plazo sin importar sus consecuencias. Ahora todos pagamos las consecuencias. Pero los responsables son los que menos padecen, ellos tienen garantizada su seguridad y la de sus familias y viven en las pocas zonas del país donde la vulnerabilidad aún no llega. Además han acumulado los suficientes recursos para en caso necesario abandonar el país y dejar que todos nos hundamos.
Pero también todos los salvadoreños tenemos una cuota de responsabilidad. Muchos, con nuestra indiferencia e inconciencia, permitimos que estas cosas pasaran sin decir nada, sin actuar. Otros salvadoreños ligados a sectores medios obtuvieron beneficios marginales, al servir estos intereses; se conformaron con unas monedas, que ahora ya no les alcanzan ante la gravedad del problema que también les afecta.
La consecuencia es un Estado desbordado por la delincuencia y los desastres naturales. Estamos refiriéndonos a un Estado, que el mismo Presidente de la República, ha reconocido en un acto de valentía que está infiltrado por el crimen organizado. Nos referimos a un Estado que en las últimas dos décadas fue desmontado al mínimo y que se volvió corrupto, por lo cual es lento e impreciso en sus respuestas.
Pero ante la dimensión enorme de la crisis, lo más importante no es deducir responsabilidades, sin negar que exista clamor en diversos sectores para que se haga. Lo más importante es definir como vamos a enfrentar esta problemática, que por su gravedad requiere del concurso de todos y todas. Una de las claves es lograr que los principales responsables sean ahora parte de la solución.
Por ello el esfuerzo debe ser nacional y debe involucrarnos a todos. Esto requiere de voluntad política, que no solo debe reducirse al consentimiento de los partidos políticos, necesitamos también de la voluntad política y la acción concreta de apoyo de los grupos sociales, empresariales y de los más favorecidos económicamente. Lo anterior es clave pues los recursos que se necesitan para enfrentar ambos problemas son cuantiosos y la participación ciudadana es indispensable.
La voluntad política debe incluir los espacios para que las soluciones sean serias y profesionales. No podemos salir proponiendo locuras como forma de reaccionar ante hechos graves, solo porque la opinión pública lo pide. Los distintos sectores deben evitar al máximo la tendencia a sacar provecho político, o ventajas particulares. Si al final los problemas se resuelven habrá medallas para todos.
Hace unos días el Presidente convocó a los Partidos Políticos a una reunión para abordar el tema delincuencial, se debería de hacer lo mismo con el tema de la vulnerabilidad territorial y más ahora que se pronostica un inverno record en lluvias. Los partidos a su vez están obligados a presentar pronto su posición al respecto. Deben dejar manifestada con claridad su voluntad política y ser congruentes con esta en su actuar diario.
Delincuencia y vulnerabilidad territorial son dos problemas fundamentales, que sin lugar a dudas requieren políticas de Estado. No podemos hablar de crecimiento de la economía si estos no se resuelven. De ello depende en gran medida el futuro de nuestro país y de nuestros hijos.
Ayutuxtepeque, miércoles, 30 de junio de 2010.
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