Cuento de Gahan Wilson.
Una aeronave a propulsión planetizó en cierta zona del territorio de Texas, un día brillante y soleado, en medio de una colonia de perritos de las praderas. La parte superior del cohete se desatornilló produciendo un ruido áspero y chirriante, y, arrastrándose, salió fuera un Ser del espacio. El Ser llevaba un rayo mortífero, un retorcedor de mentes, un amplificador del dolor y muchos otros ingeniosos instrumentos de guerra, tortura y destrucción. Babeó un líquido verdoso, y miró en derredor en busca de algo que matar.
Cuando un perrito de las praderas se asomó afuera de su madriguera, la Cosa giró rápidamente sus tentáculos y emitió el cegador chorro de fuego de una de sus armas, que redujo al perrito de las praderas a una nube de cenizas que quedó flotando en el aire.
La Cosa burbujeó de alegría y empezó a buscar ansiosamente más pequeñas criaturas.
Pero, en ese momento, se abrieron dos escotillones muy bien camuflados en el suelo y de cada uno de ellos surgió un reluciente cañón electrónico maniobrado por un equipo de perritos de las praderas en uniforme de campaña. Los dos cañones hicieron fuego a la vez sobre la Cosa y la aniquilaron.
—Ha sido muy oportuno el estar preparados —dijo el capitán de los perritos de las praderas—. Pero hubiese jurado que los humanos serían los primeros en atacarnos.
MORALEJA: «Infórmate sobre qué mosca aplastas.»