Una de las peculiardidades de la vida política en la cultura occidental es cierta equivalencia entre los términos «partido político» y «democracia», se asume que no hay democracia fuera del sistema multipartidista, a pesar de ser este sólo uno de los medios para lograr el poder. Sin embargo, este poder al que toda institución política aspira está ampliamente malentendido: no es llevar cierta ideología a la toma de decisiones, sino poner esta misma ideología
al servicio de la toma de decisiones ¿Idealista? No, ético.
Los primeros en olvidar esto son los mismos actores políticos, que gustan de anteponer los intereses propios -de clase, sectarios, etc- a la labor idealmente no-partidista que les fue encomendada: servir al pueblo, sin importar la afinidad política que se tenga con algunos de sus sectores. En nuestro país no ha existido esta separación partido-cargo público en ninguna de las etapas de nuestra corta vida como democracia, lo cual es altamente lamentable y profundamente deplorable: si bien el poder siempre está al servicio de, es este objeto receptor de los beneficios del poder el que se encuentra mal enfocado. Se creería que al romperse la relación biunívoca derecha republicana-empresa privada en la cúpula del Ejecutivo esta práctica cesaría en su validez, pero lamentablemente no es este el caso.
Me resultó personalmente ofensivo el descaro del ex-presidente Saca, quien era públicamente visto vistiendo el chaleco alusivo a su cargo en el COENA durante horas laborales en el transcurso de la semana, entiéndase lunes a viernes, de 8am a 4pm. El señor Saca incluso se escudó en televisión abierta diciendo que él era un ciudadano normal de 4pm en adelante y que lo que hiciese en horas no-laborales no era de incumbencia de nadie. Estaría yo de acuerdo con lo anterior, de no ser porque este tiempo libre al que hizo alusión era utilizado para acompañar labores de propaganda política. En fin, tiempos pasados. O no.
Ante la reciente convocatoria a la V Internacional Socialista -evento por demás trascendente dado el notorio giro en el escenario político latinoamericano-, medios locales han tenido a bien promocionar las declaraciones -desafortunadas, de por sí- del señor vicepresidente Salvador Sánchez Cerén, de quien todos sabemos es un representante de los líderes históricos del FMLN, en contra del representante del sector empresarial estadounidense en nuestro país y a favor del socialismo del siglo XXI. Dejando de lado el discurso incendiario por demás imprudente, me parece que a) O el FMLN aún no se acopla bien a su rol oficialista; o b) El FMLN aún no tiene claro qué tipo de errores NO cometer. Resulta una postura casi hipócrita el venir condenando conductas por demás reprochables por un lapso de, digamos, quince años- tomando en cuenta solamente el período en que el FMLN compitió ya en urnas-, llámese vestir indumentaria partidista cuando se ejerce un cargo DE ELECCIÓN POPULAR y hacer declaraciones que dejan el terreno revolucionario para pasar al reaccionario. Si bien el presidente Funes fue rápido en corregir las declaraciones del vicepresidente Sánchez Cerén, es a la larga contraproducente e incluso debilitante para el actual gobierno, es repetir los modelos ya existentes de lo que conocemos NO es bueno para la gobernabilidad del país y en nada contribuye a la consolidación del FMLN como partido de gobierno.
Como militante saludo la convicción ideológica del compañero Leonel, pero como ciudadana condeno que no sea esta convicción utilizada al servicio de su ejercicio público, sino que utilice su ejercicio público en función de su convicción ideológica. Eso no es ser congruente, eso no es construír país.
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