Durante los años setentas y ochentas vivimos el discurso polarizado de izquierdas y derechas, pero estábamos en guerra civil en medio de la Guerra Fría y nuestro país era uno de los tableros en donde se jugaban la hegemonía mundial las dos antagónicas superpotencias, Estados Unidos de América (EEUU) y la Unión de Republicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Recuerdo el lenguaje apologético hacia la lucha que cada bando defendía y vituperino hacia la del contrario, esto fomentaba el fanatismo en beneficio de los intereses de cada una de las facciones en contienda.
La Guerra Civil Salvadoreña fue una calamidad para el país, en vidas humanas y en pérdida de recursos materiales, pero las causas sociales, políticas y económicas que nos llevaron al conflicto hicieron que fuera inevitable, el esquema represivo solo podía derivar en una respuesta similar y desde entonces se fraccionó nuestra sociedad en bandos antagónicos e irreconciliables, lo que se manifiesta desde el simple hecho de intentar desentrañar las causas del conflicto, ya estamos polarizados entre los que aseguran que se trató de una agresión comunista internacional y los que afirman que fue la natural reacción de un pueblo brutalmente reprimido por las clases dominantes utilizando su aparato militar.
El conflicto se alargó por una década, se empantanó y ambos bandos se vieron forzados a negociar la paz, creando un efímero sentimiento de esperanza en todos los afectados por la guerra, que rápidamente se convirtió en decepción puesto que lejos de llegar a una reconciliación de nuestro país, la contienda derivó en el inverso de la famosa frase de Carl von Clausewitz, es decir la política como continuación de la guerra… por otros medios, como magistralmente lo apunta Carlos Abrego en su post: “¿Hacia donde nos lleva el FMLN?”.
Uno de los aprendizajes a la vida política pública fue adaptar el discurso y las actividades a la nueva situación. Es cierto que en lo que concierne al lenguaje hubo fluctuaciones y se llegó incluso a rupturas y cismas. Algunas disidencias optaron por continuar al interior del FMLN. Pero este aprendizaje no se hizo en aulas, sino en una contienda que esta vez prolongaba la guerra, la política era la continuación de la guerra. ARENA y sus partidos satélites, los media, las fundaciones y otros organismos del patronato oligárquico no rindieron las armas ideológicas, la “guerra fría” tal vez menguaba su fuerza en otras latitudes, pero en El Salvador seguía a todo dar.
El discurso político salvadoreño, incluso ahora mismo, no se ha adaptado completamente a tiempos de paz, sigue siendo violento, sigue en la misma pendiente guerrerista. Las acusaciones de querer instaurar una dictadura roja, sin libertades y confiscadora de todos los bienes, sigue siendo una idea recurrente de la propaganda de ARENA, la acusación de “comunistas” vuelve de tiempo en tiempo. Durante la presidencia del venezolano Chávez, se inventaron combinaciones como “comuno-chavistas”, “castro-chavistas”, etc. La prensa escrita, radial y televisiva mantuvo en permanencia esta presión sobre los efemelenistas, la sigue manteniendo.
A estas alturas del partido ya tenemos mas de veinte años de firmada la paz y la guerra continúa por otros medios, el lenguaje confrontativo, anacrónico y guerrerista se mantiene entre los viejos rivales, sustentando cada grupo a sus respectivas legiones de seguidores fanatizados que despotrican a diestra y siniestra en las redes sociales a mas no poder.
Sobre todo en la juventud actual que es una generación a la que le contaron la guerra, porque estaban naciendo o por nacer en 1992 y no se dieron cuenta de nada, a tal grado que mantienen una ignorancia tal de los hechos, que asusta ya que si su entorno es de izquierda recibe toda la propaganda anti imperialista que tiene al ejército como hordas salvajes e inhumanas que asolaron el país sedientos de sangre, pero si su entorno es de derecha, reciben adoctrinamiento anti satánico-comunista-chavista-bolchevique.
Lo peor de todo es que nadie dice la verdad, nadie habla de las atrocidades que se cometieron en “defensa de las libertades” por uno u otro bando, seguidores de un militar alaban su heroísmo y mienten sobre su muerte por una bomba “caza pendejos”, jurando que fue por desperfectos mecánicos, mientras sus detractores lo señalan como un asesino de masas, que dirigió personalmente masacres de niños y ancianos indefensos hasta que fue abatido por las brillantes estrategias de un líder del cual hoy no quieren saber nada.
Así cuando alguien hace un señalamiento o crítica hacia un bando, saltan las jaurías de fanáticos a calificarlo de “Arenero” o de “Piricuaco” según sea el caso, a un punto tal que pareciera que en este país está prohibido tener un punto de vista independiente de ideología.
Recientemente don Neto Rivas atizó el avispero cuando valiente y públicamente, en su conocido blog, pidió perdón por haber cedido a negar una de las mayores masacres de la guerra cuando era embajador de los Estados Unidos, inmediatamente se escucharon voces calificándolo de traidor, vendido y adjetivos mucho mas denigrantes hacia su persona así como muchas más que lo felicitaron y le mostraron sus respetos por su decisión.
Muchas cosas pasaron durante la guerra y es un pecado hablar de ellas sin sesgos ideologizados, se está estrenando una película documental sobre el conflicto que al ser producida por personas no afines a la izquierda se les está acusando de ser propaganda derechista.
No conozco a sus productores y la iré a ver para formarme mi propia opinión sobre ella no la que los furibundos izquierdistas digan ni la que los “defensores de las libertades del mercado”, pregonen.
Mientras se mantengan encendidos los hornos del odio ideológica no podremos iniciar el camino a la reconciliación y todo intento de pacificación del país fracasará pues encontrará oposición violenta de la parte contraria.
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