Al inicio de esta semana ARENA ha oficializado su candidato a la presidencia. La designación de Norman Quijano no pareciera una sorpresa para muchos, a pesar de las dudas de importantes grupos de poder económico sobre la conveniencia de su figura, quienes al parecer han tenido que tragar sapos sin aturrar la cara. Ahora solo es de esperar su Congreso Nacional donde será ratificado sin problemas.
Con esta designación, los dos partidos con mayor caudal de votos (ARENA y FMLN) cuentan ya con su candidato, en ambos casos, pendiente de ser ratificado por su máximo organismo de dirección partidaria.
A pesar que ambos partidos ocupan los extremos del espectro político salvadoreño y que parecieran “Agua y aceite”, en el fondo su metodología de acción política es muy similar. Veamos los parecidos.
Ambos institutos políticos se han preocupado de elegir pronto a la figura que encabezará su fórmula presidencial. En ambos casos los candidatos han sido electos por una reducida argolla, que controla los aparatos partidarios por encima de sus organismos formales de dirección. En el caso del FMLN es de todos conocido la existencia de un triunvirato denominado troica, integrado por tres personajes, que son quienes realmente decidieron la candidatura de Salvador Sánchez Cerén. Su candidatura fue impuesta a la misma Comisión Política, que luego pasó a imponerla al resto de la estructura partidaria.
En el CASO de ARENA también fue público el nombramiento de un Petit Comité integrado mayoritariamente por los tres ex presidentes, que fue quien designó a Norman Quijano. En ambos casos ni siquiera se permitió la existencia de candidaturas adicionales, que les hubiesen servido para dar la imagen que estaban escogiendo entre un grupo concreto de aspirantes.
Ambos candidatos, designados de similar manera, esperan sus respectivos congresos nacionales donde serán aclamados y ratificados. Estos eventos serán espectáculos de masas donde cientos o miles de miembros de estos partidos llegarán a aplaudir a su “futuro Presidente de la República”, avalando y legalizando la decisión tomada por la argolla de poder. Los congresos de ambos partidos pierden su carácter de instancias de decisiones nacionales estratégicas para convertirse en una masa de escaso pensamiento político que solo avala en forma acrítica lo que reducidos grupos piensan y deciden.
Otra coincidencia importante, es que ambos candidatos vienen de una larga y fiel militancia en sus respectivos institutos políticos. Ambos son connotados e indiscutibles militantes partidarios. Ambos pertenecen a lo que popularmente se conoce como “Pura Sangre”. Pareciera que para las dos argollas de poder, lo más importante ha sido la fidelidad a los intereses partidarios, por encima de la capacidad o la idoneidad para ocupar el cargo.
Otro elemento en común para ambos partidos, es la ausencia de programas de gobierno que le den sustento a la próxima contienda electoral. Los dos partidos tienen la figura, pero carecen de un paquete serio de propuestas de soluciones a los graves y estructurales problemas que padece la sociedad salvadoreña. Tienen candidatos sin contenidos. Ninguno de los dos paridos tiene una propuesta seria de cómo enfrentar el impacto de la crisis económica mundial, tampoco tienen propuestas de cómo enfrentar la reactivación de nuestra economía en el contexto de crisis, volviéndola productiva y generadora de empleo. Ninguno tiene ideas serias de cómo enfrentar la grave situación delincuencial que padecemos. No han presentado una propuesta seria de reformas al sistema político salvadoreño para el desarrollo de la democracia y el fortalecimiento de la institucionalidad.
Muchos sostienen (lamentablemente con razón) que los programas de gobierno no ganan elecciones. Por ello son únicamente una especie de coreografía que puede servir de telón de fondo al candidato. Esto nos lleva a campañas electorales vacías de contenidos; campañas de promesas superficiales y vagas, que nunca son implementadas cuando se llega al gobierno. La publicidad electoral pierde todo su carácter cívico y educativo y se convierte en una fábrica de sueños para adormecer al electorado y lograr de esta manera su voto.
Por ello, todo indica que vamos hacia una contienda electoral poco edificante, con candidatos fieles a sus partidos y con escasa visión de país. Una campaña que se polarizará en una confrontación estéril que costará decenas de millones de dólares en un país empobrecido.
Solo el voto del ciudadano consciente y crítico puede hacer cambiar la situación. La labor de generar conciencia ciudadana, sobre los deberes cívicos y la responsabilidad que recae sobre nosotros en el momento de votar, puede hacer la diferencia. Esa es una de las grandes tareas pendientes a la que debemos avocarnos todos los que presumimos de tener conciencia social, pero hay que comenzar ya.
Ayutuxtepeque, jueves, 23 de agosto de 2012.
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